Publicidad, entretenimiento, cine, vídeo
«Las empresas se están adaptando a un nuevo consumidor que lo que le pide a la publicidad es entretenimiento, e intentan crear el impacto en esos nuevos consumidores a través de ese entretenimiento».
La cita es de El País de hoy. El diario da voz a Carlos Rubio, el director de la Asociación Española de Agencias de Publicidad (AEAP). Una lectura del artículo no sorprenderá seguramente a muchos lectores de La Nueva Industria Audiovisual. En parte porque lo saben, en parte porque de una forma u otra de ello también hablamos aquí. Lo importante es que los grandes medios de comunicación, por su difusión e influencia, empiezan a explicar lo que sucede, lo que es síntoma de que están pasando muchas cosas.
Nada si no como atender a estas otras palabras del mismo artículo puestas en los labios de Pedro Bonet, director de publicidad y comunicación de Freixenet, la compañía que dio la vuelta al mundo al poner en manos de Martin Scorsese lo que precisó para que hiciera lo que quisiera con la única condición de que fuera para todos los públicos y se brindase con el cava de la compañía:
«Estábamos perdiendo notoriedad. Yo llevaba ya cinco años con eso en la cabeza, y había una parte de público que nos veía muy anticuados»
Quizá por verse anticuados lo que hicieron fue anunciar el anuncio en televisión para que se viera en internet. No está mal.
Puesto que los TiVo, los PVR, conducen al abandono de la publicidad que interrumpe y desquicia en televisión, puesto que los usuarios cada día son más conscientes de cómo impedir que la publicidad les moleste o agreda (en internet, desde luego, y con el mando a distancia también), tener el permiso del usuario o seducirle para que quiera ver tu mensaje parece lo único favorable. Sumada a la apabullante fragmentación de la atención, es fácil concluir que llegamos al fin de la publicidad de masas para que sea personalizada (qué otra cosa es la publicidad contextual, sino un intento de individualización de los mensajes) y sea aceptada.
El discurso me queda de gran elegancia para un ejercicio de wishful thinking. Pequeñas audiencias interesadas en la publicidad, entretenimiento como gancho, es todo lo que se pide para que, por ejemplo, la gran bandera de Joan Jiménez, el advenimiento del microsponsoring como futura – o presente – maquinaria de financiación de la web o, más concretamente, del vídeo para la red (por decir un sitio, porque el acceso lo esperamos ubicuo y universal) se haga posible.
Vean, por ejemplo, Culebrita, un producto de la factoría de Joan: lo que a mí me parece el arquetipo de muchos contenidos que podremos ver: potencial para desarrollar un montón de capítulos que amplíen la experiencia, divertidos, entretenidos y con marcas detrás que esperan que ese público se deje entretener por ellos. Bueno, aquí falta la marca, pero supongo que es cuestión de tiempo.