Una mirada rara a la causa de Pablo Herreros
6 noviembre, 2011 – 17:18 | 18 Comentarios

Ver que un puñado de anunciantes ponen los pies en polvorosa porque un blogger la lía… eso no se había visto por estos lares. De la madre de El Cuco, El Cuco y sus crímenes …

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"Pillé in fraganti comprando películas en un top manta a un productor ahora jubilado…"

Escrito por el 22 febrero, 2009 – 10:22Sin Comentarios

Si es una ficción de Diego Galán, o si es un episodio real ligeramente literaturizado, o si es la vida misma, el histórico crítico de cine de El País y ex-director del festival de San Sebastián, ha glosado una pieza que refleja de un modo íntimo las paradojas de lo que supone la transición al mundo conectado y a los bits.

El viejo productor es un señor que vive en una ciudad sin cines, que ve una televisión que ya no pone las películas que le gustan y se queja de lo difícil que es encontrar algunas películas incluso en el top manta. El cuentecito, porque lo creo un cuentecito puede que hasta basado en su experiencia de usuario, tiene la conclusión escrita en un párrafo intermedio exento de corolarios:

No le entra en la cabeza al amigo piratilla por qué los productores de Tiro en la cabeza, la minoritaria película de Jaime Rosales, recibieron tantas presiones para que dejaran de ofrecerla en Internet al precio de 3 euros. «Esto del cine ha cambiado mucho. Los que se dedican a ello no parecen aceptarlo, y cuando lo hagan ya será tarde. Hay que reaccionar», sentencia.

Mientras el mundo de la red se ha reído de la pobre Presidenta de la Academia por su letanía contra las descargas al mostrarse datos que demostrarían que el cine español no lo descarga (casi) nadie, parece evidente que el consumo minoritario de determinado tipo de películas es una demanda sin resolver. En otras palabras, es la dichosa larga cola que ningún proveedor español termina de ofrecer o de terminar de ofrecer por circunstancias tan variopintas como la debilidad de los modelos de negocio, el miedo a soltar contenidos de los que se tiene la esperanza (francamente inútil en la mayoría de los casos) de que genere un pasecito de televisión en algún lugar del mundo, el puro y simple desconocimiento, la dificultad de levantar capitales para cosas tan raritas en el país del ladrillo y algunas cosas más.

Pero el cine español o, con palabras precisas, el cine de autor y cinéfilo para los consumidores españoles, está pidiendo a gritos que se le deje circular en libertad por la red. Curiosamente, todo ese empeño que ponen los productores en limitar las descargas por una presunta muerte de la cultura a quien verdaderamente favorece es a su gran competidor, el cine americano. Un cine que, en cambio, y con todo el ruido que hace con sus demandas judiciales y verbales, está trabajando a fondo en la distribución digital online y en cómo ganar dinero con ello, cuestión en la que el marco legal sólo es una parte, una parte que uno cree que no es más que un freno para adecuar los tiempos de transición.

Cuando se quieran dar cuenta, escucharemos al cine español quejarse del poder de la distribución americana online y empezarán a pedir cuota de bits. Seguramente habrán aprendido ya que en la red el espacio no es problema, pero se pelearán por posicionar bien en la mente de los consumidores que rastrean la red. Y no se sabe si eso dará lugar a pedir nuevas excepciones culturales. A Galán le leí una vez que, al final, lo que importa son las películas. Es decir, que dará igual dónde se vean. Que se vean es la cuestión.

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