:-( La ley de Paul McCartney (o descárgate a los Beatles, no lo compres)
En la casa de mi padre todavía queda un vinilo de Abbey Road, legítimo y verdadero, duro como los vinilos de antes, de mucho antes de los cedés. Hice copias privadas de muchos de estos álbumes y ya se pagaba canon. Y quieren que se los vuelva a pagar. Los derechos exclusivos de los propietarios de las canciones – ni John, ni Paul, ni George, ni Ringo fueron nunca los propietarios – terminaban a los cincuenta años. Es decir, pasaban a dominio público. En pocos años más, este show/evento de T-Mobile en Londres en el que todo el mundo canta Hey Jude (menudo ejemplo de cómo el público adopta las creaciones como propias), no hubiera tenido que pagar nada y hubiera cumplido la razón de ser originaria de la regulación de la propiedad intelectual: ser devuelta al público para el enriquecimiento de la sociedad.
La extensión a 75 años tiene como excusa que los intérpretes que firmaban contratos entonces no pactaban ninguna clase de rendimiento por su interpretación – pero sí cobraban por ella – y se invoca como de justicia el que esto se repare junto a algunas bagatelas más. Siguiendo la línea habitual, las grandes asociaciones de productores, las entidades de gestión y algunas grandes estrellas – con el título de Sir hoy, tras aquél pasado de drogas y pelos largos – se muestran entusiasmados ante este éxito sin precedentes, mientras que las voces alternativas vuelven a resaltar la esencia del asunto:
«The copyright extension to 70 years will fill the pockets of a limited number of powerful corporations and harm performer rights and artistic creativity.»
Mientras, esta iniciativa de la revista Life (gracias, Marc Cortés) es de mucho más interés y maneja conceptos mucho más modernos: puede solicitarse una licencia para uso comercial, pero permite que cualquiera de nosotros la compartamos en este blog, en las redes sociales, etc. para uso personal. Otra manera de entender la creación y esta propiedad tan rara.Es más: el proceso de revisar y seleccionar fotos de su impresionante y excelente catálogo cuenta con buenos patrocinios y un concepto editorial detrás: se seleccionan por temas, se agrupan para facilitar los filtros y te invita a explorar. Y ahí tienes a los Beatles que quedan vivos con los ya muertos en tiempos del flequillo.
Cuando mis sobrinos pasen por la fase Beatles, que es posible que lo hagan aunque nunca se sabe en estos tiempos de El Canto del Loco, no dejaré que compren nada, algo que por supuesto no se les ocurrirá a ellos aunque se inicien en el vino y otras bebidas que producen euforia, sino que será convenientemente ripeado de los archivos de su tío y aquí paz y después gloria. A un iPod, cuya rueda manejan primorosamente.
copyright extension is the enemy of innovation: Times Online, July 2008
http://www.timesonline.co.uk/tol/comment/letters/article4374115.ece