Los juegos son cosas de todas las edades, como lo es el entretenimiento y la sociedad digital
He recibido esta presentación de un trabajo realizado por la Asociación de Desarolladores de Ocio Interactivo Digital que explica los hábitos de consumo en materia de juegos de eso que llamamos adultos. Lo interesante: que contribuye a derribar el mito de que, como en internet, juegos y presencia digital es cosa de jóvenes. Cuando, en realidad, lo que sucede es que la sociedad se hace digital y no hay nadie que quiera perdérsela. Que los hábitos de consumo y los usos sean diferentes, que haya gente que no se incorpore al mundo digital, no quiere decir que no haya generaciones acostumbradas al uso de dispositivos electrónicos y no se quieren quedar fuera. Todo ello asumiendo que fueron los niños los que aprendieron a programar el video, historia que nos hace olvidar la otra parte: el resto de la familia se aprovechó de ello y la tecnología fue usada por todos.
«No quedarme fuera» es algo que escucho no con miedo, sino con pasión en muchas personas que no llegarían ni al calificativo de eso que se llama emigrantes digitales. Y solo hay que ver como adultos de edades que se miran con suspicacia se lanzan a Facebook y a descargar películas. La consecuencia para la construcción y desarrollo futuro del entretenimiento es inevitable: todo es convergente y para todos los públicos. De ahí que la mirada a la industria audiovisual en parcelas subvencionables, otras regulables y otras que andan sueltas es, seguramente, producto de nuestra mirada del pasado. ¿Qué diferencia hay entre cine, televisión, libros y juegos? Hoy día son soportes para involucrarse en una historia de diferentes maneras. Pero miramos y regulamos todo como si estuviéramos en los años del blanco y negro. Es, en gran parte inevitable (el espectro sigue siendo un bien escaso), pero no deja de ser una limitación de pensamiento: la cultura no se salva por proteger determinados medios o poner reglas restrictivas de explotación económica a otros. Todo fluye como fluyen los bits y cada historia tiene muchas formas de ser contada y de participar en ella. Pero supongo que convertir a Proust en videojuego será considerado anatema antes de empezar. Lo que no quita que haya que ser muy bueno para lograr la misma intensidad de En Busca del Tiempo Perdido en una pantalla interactiva.