Una mirada rara a la causa de Pablo Herreros
6 noviembre, 2011 – 17:18 | 18 Comentarios

Ver que un puñado de anunciantes ponen los pies en polvorosa porque un blogger la lía… eso no se había visto por estos lares. De la madre de El Cuco, El Cuco y sus crímenes …

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Risto y la sonrisa de Buster Keaton

Escrito por el 26 julio, 2009 – 10:402 Comentarios

La ausencia de sonrisa de Buster Keaton era la seña de identidad de un personaje del que se dice que Hollywod siempre quiso crear una película que se publicitase como la primera película en la que Keaton sonreía. No sé si llegó a ocurrir. Pero hacerlo reír era equivalente a destruir el personaje, cargarte la esencia de algo por la que el público ha adquirido una serie de códigos que le dan esencia. ¿Alquien se tomaría en serio que el Mauri de Aquí no Hay Quien Viva se tornara heterosexual? Puede ser divertido un capítulo con la duda, pero nos quedaríamos sin historia.
Anoche en Telecinco hubo un segundo de duda: el público y el presentador sugirieron al señor Risto que se quitara sus gafas. Explicó el publicista que las llevaba para, en resumen, dejar de ser Risto cuando está por la calle. El presentador apuntó que lo habitual de las personas famosas es ponerse gafas de sol cuando salen del plató para no ser reconocidos y que – se presume que hábilmente – el personaje en este caso lo hace a la inversa: se las quita en la calle para no ser reconocido. En una entrevista que me hizo presumir que tras la fachada del personaje construido hay un tipo que puede que sea más sensible y tierno que el día de la madre, el hombre supo resistir la tentación y no lo hizo. Pero por una centésima de segundo pareció pensárselo.
Un personaje no tiene, en mi opinión, diferencia alguna con una marca. Tiene valores, una imagen, personas que se identifican con ella o que, curiosamente, también lo hacen por oposición. Y el hábil publicista que ha hecho de la acidez corrosiva y la destrucción de los méritos ajenos una identidad (de marca) supo resistir el segundo final de lo que no debe hacer: quitarse las gafas. La leyenda de Hollywood dice que Buster Keaton llegó a tener en su contrato cláusulas impidiéndole sonreír en público, algo que parece que nunca llegó a ocurrir (la prohibición, no que no se riera). La pregunta es cuántas precauciones toma Mejide en preservar esa condena de ser un personaje, de ser una marca y por cuánto tiempo puede ordeñarla. Años ha, bastantes, supe de una estrellita de un programa de la televisión de entonces, que no bajaba del auto para echar gasolina para preservar su imagen: se supone que en los viajes de vacaciones iba sin peinar y que el país iba a ver cómo se destruía un mito. Risto es mucho más mito que aquélla estrella efímera.
¿Hasta qué punto es consciente o ha sido consciente el personaje de su construcción? Hay tanto de suerte y casualidad en el espectáculo que sólo puedo pensar en un sistema de retroalimentación entre la postura de un tipo que, por seguir con tópicos, hace de la dureza la otra cara de una intimidad frágil, con la del cerebro frío que sabe de comunicación y que es capaz de, en el sosiego que le debe acompañar tras cada emisión, analizar los elementos de éxito y las claves comunicativas de lo que ha funcionado. Ha escrito libros ampliando el discurso y, por el camino, parece claro que su agencia creativa encontrará clientes para el personaje. Hasta qué punto una identidad basada en lo negativo y su propia notoriedad personal llevará a otros a comprar sus servicios o incluso a asociar su imagen al monstruo del Averno, lo desconozco como seguramente lo desconoce él.
Pero mientras el debate en prensa, televisión, radio y blogs se centra en los motivos del teatral despido (como la verdad tiene muchos ángulos, aquí se debe mezclar el lanzamiento de otras cosas con las tensiones entre cadena y productora – que son del mismo dueño – y las pequeñeces personales, todos ellos elementos que, francamente, dan igual), el personaje se apresta a crecer para ver si es posible o si es capaz de trascender de su lugar de nacimiento. En definitiva, estamos a punto de saber si Risto Mejide puede convertirse en una pequeña franquicia de contenido multiplataforma. Multiplataforma porque son los tiempos de la comunicación: si el contenido de su nuevo programa es el anunciado – vamos a criticar al poder, lo que personalmente me asusta un tanto en términos puramente intelectuales ante algunos niveles de razonamiento que le pude detectar – los tonos telefónicos con insultos para el éxito y libros de retratos de personajes públicos al borde de la demanda son salidas inevitables si se apresta a ello. Es carne, cómo no, de vídeo generado (grabado y subido) por el usuario para un torbellino viral.
A ver cómo le sale a él y a los cerebros que trabajan con él. Pero que nadie se rasgue las vestiduras: that’s entertainment y se anda escaso de contenidos (personajes, historias) capaces de concitar atenciones más o menos numerosas. También tiene su ciclo de vida. Me parece que la parte más interesante para el negocio de la industria audiovisual empieza ahora: cuánto pueden estirarse las palabras afiladas y las gafas de sol en directo. Carlos Boyero, el otro malvado universal, ha cambiado de un periódico a otro, pero la identidad continúa y permanece un público que disfruta leyendo como el mundo no tiene solución y nada es bueno salvo lo que a mí me gusta. La trampa es discutir. El negocio, que la gente discute.
Créditos: la imagen pertenece a la galería de enplaytime, que distribuye con licencia CC.

2 Comentarios »

  • fatimaperibanez dice:

    (…)"supe de una estrellita de un programa de la televisión de entonces, que no bajaba del auto para echar gasolina para preservar su imagen"(…)
    ¿Se trata de Alaska, verdad? 😉

  • Gonzalo Martín dice:

    Nope. Y Alaska es una estrella, no una estrellita.