“Los derechos de propiedad intelectual no sólo tienen que ver con la Ley Sinde”, termina un artículo en El País sobre patentes de genes y diagnósticos basados en la genética. Está muy bien que, al fin, alguien en los medios generalistas lo diga. Los problemas del sistema de propiedad sobre las ideas cada día muestran más evidencias de no cumplir con su función: promover la innovación. “El problema ahora es que, a diez años vista, no está claro que las patentes hayan logrado su objetivo. “Hay muy pocas evidencias de que hayan promovido las innovaciones en el diagnóstico”. Merece leerse entero. El paralelismo con las artes es absoluto: “Cuando hay miles de genes con un sinfín de propietarios, ¿cómo nos abriremos camino en el entresijo de patentes resultante para facilitar la aplicación de genotipados múltiples, o para analizar genomas completos?“. El mismo problema de Pandora, el distribuidor de música digital que no puede extender su servicio por la fragmentación por territorios, la ruptura del concepto de copia de la era analógica y los altos costes que hacen inviable la extensión del negocio. Como no hay forma de saber quién es el autor de La Macarena de Los del Río, una composición que se ha gestado como pura remezcla y recreacion de los trabajos de unos sobre otros: el mismo proceso de la innovación científica. ¿Quién puede atribuirse moralmente la propiedad completa? ¿Quién puede decir que puede generar actividad intelectual sin acudir a lo que ya existe?