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ignasi guardans

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¿Puede compararse el cine con el fútbol?

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Al menos, para evaluar el éxito o la equidad de la acción pública. En comentarios en twits al respecto de una entrada de estos días pasados sobre los recortes de presupuesto aplicados al cine, se me dijo que estaba escrito con respeto pero que «al igualar fútbol y cine, lo dice todo». No sé qué es todo, pero seguro que comparar no es igualar. La cuestión tenía mucho sentido. La primera razón es que uno de los enlaces empleados como fuente comparaba el caso del fútbol con el del cine en el tratamiento público. Y lo hacía un respetable industrial del cine, no yo, que retomo el hilo. En segundo lugar, visto en términos de mercado, lo cierto es que – pese a quien le pese – cine  y fútbol compiten en el mercado del ocio y el entretenimiento: si no es así, ¿por qué tantas personas del cine se quejan o se han quejado de la programación del fútbol en televisión y la competencia que supone para las salas? El deporte profesional forma parte de ese macrosector, como los videojeugos o los parques temáticos. Pero el argumento más solido tiene que ver con una de las motivaciones, no la única evidentemente, de la intervención pública en la cultura (por cierto: qué palabra tan gastada y tan cuestionable). Una de esas motivaciones es la promoción de la marca y los valores de un país, tanto para ejercer influencia, como para atraer visitantes (cine y turismo tienen una conexión creciente, parece que el museo del Santiago Bernabéu es un componente clave de la oferta madrileña). Esas cosas, forman parte de los elementos de atracción hacia las políticas exteriores de un país que Joseph Nye llamó en su día, soft power. Hay una cita de este caballero que viene muy al caso: «Much of American soft-power has been produced by Hollywood, Harvard, Microsoft, and Michael Jordan». Michael Jordan. Real Madrid. O Barça. Si en un momento dado hay que evaluar el rendimiento de marca-país por el efecto de las políticas públicas, lo mismo si se ha hecho algo inteligente en favor de La Liga (¿no es la marca española más global?) y genera lo que genera, puede que tenga más sentido que tenga un apoyo superior o no sea muy cuestionable, sin olvidar la sensibilidad que tiene la morosidad fiscal. Puro ejercicio para la discusión. Ni se dice si es deseable o incompatible. Curiosamente, no hace tanto Marcelo Bielsa decía esto: “El Barça es una expresión artística novedosa que ha generado cultura”. Que vuelen los puñales sobre mi, si us plau.

Es lindo comprobar que hay cosas que no cambian

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Esta mañana Ignasi Guardans  ha creado una serie memorable de citas en Twitter extraídas del número de la revista Cineinforme – el clásico del incansable Antonio Carballo – dedicado a su cincuenta aniversario. Tenía mi ejemplar en la mesa sin retirar su celofán protector, así que me arrojé a él repleto de curiosidad. Si Guardans destacaba cuestiones absolutamente deliciosas de lo que es un puro cuéntame de la cinematografía española, hay otra serie de titulares que merece la pena mirar. Para reflexionar: básicamente, se sigue hablando de lo mismo. El que fuera Ministro de Información y Turismo, Alfonso Sánchez Bella, declara en 1972 : “La cinematografía ha de organizarse como una auténtica industria”. De paso, resulta llamativo recordar que, con el franquismo, también había subvenciones para el cine: ¿esto da o quita argumentos?. Se aceptan opiniones. “Medidas de seguridad establecidas por la MPAA para combatir la piratería de copias mundial”, se dice en 1975. Lo siguen intentando. En 1978 en una carta titulada “Los problemas del cine español” remitida por un grupo de especialistas a las autoridades, se pide apoyo de RTVE, medidas para la defensa de la competencia frente al cine americano, el control de taquilla, etc. En 1979 nos saludan con “Difícil panorama para el cine español“. 1980: “diagnósticos para salir de la crisis“.  1981: “Emprender la producción de una película es hoy, más que nunca, una auténtica aventura“. U otro de los destacados por Guardans: “La SGAE manda un telegrama a Felipe González para que frene la piratería de vídeo en España“. Se toman otros años y reaparecen los mismos temas. En definitiva, que podría titularse con ellos a día de hoy y seguramente nadie notaría la diferencia. Y este es seguramente el peor de los males, que esa industria, que tanto se persigue y que nunca llega, vive en permanente estado de business as usual.

Chapapote cinematográfico ibérico

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Me pide un lector y amigo que comente el caso Catafal. No tengo mucho que decir, Pau Brunet ya lo explica muy bien. Un episodio más dentro de un contexto: por ejemplo, recordar el capítulo primero de las memorias de Alfredo Landa: “¿cómo llegas a recaudar en dos semanas esos trescientos mil euros de taquilla para recuperar el 33 por ciento del presupuesto? Pues es muy fácil, aunque haya gente que no se lo crea: comprando las entradas. Que sí, hombre, que sí, que la mitad de los productores las compran. La tira de entradas compran.” Después dice que se lo han contado, pero aquí nadie ha ido al juez. González Macho advierte de que lo que puede ocurrir es “que se hagan promociones con patrocinadores, para que compren entradas y las den a sus clientes” para después especificar que, eso, es legal. En el artículo 24 de la Ley de Cine se dice esto: “Para optar a estas ayudas, las empresas productoras deberán acreditar documentalmente el cumplimiento de cuantas obligaciones hayan contraído con el personal creativo, artístico y técnico, así como con las industrias técnicas“. En román paladino, que hay que acreditar – y hubo que escribirlo – que has pagado las facturas que presentas. Enrique Cornejo decía hace poco: “El negocio del cine español ha venido a ser el de no estrenar’ una vez que se han obtenido ‘docenas de esponsor’ para el rodaje”. El caso es que llueve sobre mojado y todo el mundo sabe que hay cosas que no se hacen como tienen que hacerse. Guardans, al marchar, aludió que en todas las industrias con subvenciones hay gente que no cumple y que el sector no puede ser condenado. En momentos de alta sensibilidad por el uso del dinero público este es un frente que, si se abre el melón, se puede volver difícil para el sistema vigente. Y siempre hay justos que pagan por pecadores.