En algún tren que coincidíamos, o puede que al comienzo de alguna charla, Carlos Barrabés contaba que cuando marchaba fuera de España lo que le preguntaban inversores de todo pelaje era “cuántos datos tienes” y “cómo los usas”. Los datos, ese petróleo para predecir conductas y asignar publicidad o generar ventas. Los datos, esa pesadilla de la intimidad: muchos están preocupados por su foto en bikini pero, como recuerda Paloma Llaneza, Facebook sabe si eres gay aunque no hayas salido – aún – del armario sin siquiera mostrar tu foto vergonzante y eso es mucho más inquietante, me parece a mi. Barabási tiene nuevo libro y cuenta cosas interesantes sobre cómo se esparcen, lo recomiendo. La industria cultural suele mostrar un discurso obsesionado con la – falsa – idea del todo gratis: los servicios gratuitos se pagan con los datos de nuestra conducta y con el trazado de nuestro perfil para poder venderlo a terceros. Y aquí tienen su doble estrategia: pueden, como la televisión, generar y vender datos con los perfiles de los espectadores, o pueden educar al público en que regalarlos no es una buena cosa para sus vidas privadas y crear un interés en pagar los por otro lado bastante módicos precios de un alquiler prometiendo un trato limpio. ¿Será ésta una tendencia emergente? De momento Fast Company habla hoy de una startup en Singapur – MyCube – que se diseña para que los usuarios vendan el acceso a sus páginas y no comparte datos con terceros. El título es inquietante: ¿debe pagarte Facebook?.