Pedro Ruiz dice cosas tremendas en una entrevista: por ejemplo, que sobre el país cae “una lluvia de mierda” gracias a la televisión. O que los directivos de la televisión “están haciendo más daño que los terroristas”. No sé si le han montado ya una en plan Pérez Reverte o similar, pero estas cosas tienden a ello: creo que hay sutiles diferencias entre un terrorista y un Vasile. El clima de asalto contra el consumo de contenidos populares y/o de mal gusto no se detiene únicamente con el síndrome de Belén Esteban (critico con gusto, luego lo veo con gusto), sino que ha venido Torrente para ser juzgado sumarísimamente: hace dos sábados era Isabel Gemio la que centraba su entrevista a Santiago Segura en lo poco edificante que le parecía su producto frente a la gran cultura de El Discurso del Rey. El seguimiento en twitter este fin de semana de las menciones a Torrente mostraba de todo, posiblemente confirmando que hablen bien o mal la frecuencia de twitts es un gran predictor de taquilla. Otros amigos me lo han comparado con el landismo. Puñeta. Pobre cine español, que cuando se acuerda del público le llaman de todo y cuando no se acuerda, también. En los albores de la democracia, la indignación por el destape y el hecho de que – muchos dijeron que por fin – se pudiera decir caca, culo, pedo, pis en una tele ya desató desgarros. La indignación nunca cesa, pero no ha pasado nada. Torrente ha arrasado y la vida sigue igual.