Nicolás Alcalá ha arrancado otro proyecto. Esta vez alrededor de su padre, pintor, y con una promesa extraordinariamente marketiniana para nuestros tiempos: el primer proyecto de pintura transmedia. Lo marketiniano es legítimo. Mucho. Necesario. Lo más interesante del proyecto reside, para mi, en cómo la tecnología y los conocimientos aprendidos para desarrollar El Cosmonauta y la marca personal construida alrededor del trabajo sirve para continuar el trabajo del propio Nicolás y los artistas que se reúnen con él. Las críticas al crowdfunding – de nuevo, este proyecto lo es, pero ahora sin tener que inventar gracias a Kickstarter – suelen concentrarse alrededor de la pobreza de cifras a alcanzar… digo yo que en el primer proyecto. Como un parelelismo, Jordi Pérez Colomé ha conseguido más fondos para su segundo proyecto de financiación colectiva que para el primero y trabaja en seguir construyendo su espacio con una marca personal más fuerte que antes. Es decir, no se trata de si hay mucho o poco: cada uno encuentra lo suyo, se trata de la autonomía que la tecnología vigente generar al creador para seguir su camino. Manuel Alcalá acaba de desintermediar al galerista. Jordi desintermedia al periódico. Si persisten, pueden conseguir estructuras empresariales de cierta escala y tener una vida haciendo lo que les gusta. De hecho, ya lo hacen, sean cuales sean las subidas y bajadas.