Una mirada rara a la causa de Pablo Herreros
6 noviembre, 2011 – 17:18 | 18 Comentarios

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Fe en la rentabilidad: la visión del negocio de Contreras

Escrito por el 31 julio, 2008 – 13:50Sin Comentarios


Extraigo una respuesta de José Miguel Contreras a una entrevista que le publica El Confidencial:

¿Tiene entonces fe en la rentabilidad de esta industria a pesar de la incertidumbre actual?

Por supuesto. En España es un sector todavía muy inmaduro en comparación con otros, como Estados Unidos. Uno de los defectos que tienen los medios en España es su excesiva politización. Todos ellos están vinculados a la creación de periódicos que han sido la fuente del proyecto. Esto no es habitual en el mundo. El New York Times no tiene una cadena de televisión, ni Le Monde, ni los grandes periódicos del mundo han obtenido licencias por ser un periódico. Normalmente las televisiones son de la industria de la televisión. Aquí ha sido al revés. Nosotros hemos sido el primer canal que surge de la industria de la televisión y esto parece extraño. Aquí cuando salió La Sexta nadie entendía que una productora pudiera llegar a ser una televisión- En cambio en Estados Unidos Disney es ABC. Allí sí que funciona así.

Me produce respeto opinar de las declaraciones de una persona como Contreras, porque de verdad creo que es alguien que sabe un auténtico montón de televisión y, como me dijo para mi pequeño orgullo una persona en Los Ángeles la semana pasada, lo interesante es tener un punto de vista aunque te equivoques. Lo del orgullo lo digo por quién me lo dijo (para contar en otra ocasión) y por referirse a mis opiniones. Por analogía, lo más interesante de Contreras es que tiene un punto de vista y está demostrando – él y sus socios – que tienen algunos puntos de vista diferentes sobre el negocio y el mercado.

Termino el autobombo para anunciarles que voy a dar mi punto de vista sobre los puntos de vista de Contreras. A saber:

  • Un sector inmaduro: seguramente sí, debido sobre todo a que todavía las televisiones más grandes tienen todavía una cuota de mercado acumulada verdaderamente grande si se compara con otros mercados desarrollados. No obstante, haría dos matices: querer comparar cualquier mercado del mundo, sea por madurez o por lo que sea, con Estados Unidos, es un brindis al sol: es imposible comparar un mercado con una regulación tan diferente, del tamaño que tiene y con unas estructuras carentes de toda subvención pública que valga, salvo detalles – y verdaderamente no comparables con Europa – como el PBS o determinadas ayudas a rodajes de cine en los estados. El segundo: el mercado español es extraordinariamente competitivo y estructuralmente descompensado: grandes beneficios de las privadas con enormes pérdidas públicas. Sinceramente, creo que en un entorno así, es imposible hablar nunca de madurez y menos en un sentido norteamericano.
  • La politización como defecto: total y absolutamente cierto. Personalmente pienso que esto se remonta a los años de la Transición. En mi opinión, se produjo un extraño vacío que anuló determinados usos profesionales ante la marea de cambio y de derribo de lo anterior. Es probablemente por esos años donde determinados conceptos sobre lo que es la televisión y la industria del entretenimiento mutaron, perdiéndose respeto por determinadas características del show business y del oficio. También se forjó una dura mentalidad que confunde la cultura, como grandísima palabra, con el trabajo de entretener, hacer espectáculo y su inevitable conexión con el mercado y las audiencias. Así, cundió la mentalidad de que los periodistas, hasta entonces gente que escribía periódicos, eran los verdaderos gestores y ejecutantes de todo aquéllo que fueran medios de comunicación en un proceso que confundía la información periodística con el espectáculo. En un mundo en el que la censura era la sospecha y donde la prensa dictó sentencia de muerte contra cualquier producto que no fuera en directo por pura suspicacia (un absurdo industrial), donde las noticias eran más o menos dictadas o cuando menos inspiradas en el Gobierno, la valoración de la televisión (entonces sólo una) se hacía en términos estrictamente políticos. Debe recordarse que era un tiempo donde hasta los monólogos de los humoristas hablaban de política: Tip y Coll se hicieron celebres por hablar de cualquier cosa y terminar sus intervenciones avisando «y la próxima semana, hablaremos del Gobierno». Hablar del gobierno, atreverse a hacerlo, era una novedad tan importante que los paladines de hacerlo, el periodismo escrito convencional, adquirieron una extraordinaria influencia en la gestión de todos los medios, fueran periódicos, radio o televisión. Y como empresas de éxito, poco a poco fueron ampliando sus negocios, comprando radios y pidiendo televisiones y trasladando esa visión del periodismo como política por otros medios a todo lo que tocaban. También había un hecho obvio y diferencial frente a los EEUU mencionados por Contreras: tener una radio o una televisión era y es objeto de una concesión administrativa cuyo proceso de adjudicación sólo puede compararse en su racionalidad, siendo muy benévolos, con un concurso de belleza. Así los medios se apoyan en sus posiciones editoriales para obtener el favor en el reparto de etiquetas de guapo y feo.
  • Grandes periódicos y licencias de televisión: no dice Contreras que News Corp es un gran propietario de periódicos al tiempo que de televisiones: es el dueño de Fox, y lanzó sus canales tras ser dueño de periódicos. Y si no recuerdo mal, tanto el New York Times como el Washington Post han tenido o tienen negocios televisivos de pequeña escala. Es normal que los medios de comunicación tiendan a concentrarse y si muchos de los famosos no lo han hecho es por dos razones: en EEUU porque hay limitaciones antitrust para garantizar la competencia y en Europa porque han sido y en parte siguen siendo monopolios públicos. Muchas veces he dicho que en España cuando tirabas hacia arriba, detrás de cada televisión encontrabas un editor y que eso era bueno o, al menos, mejor que cuando financieros y empresas de telecomunicaciones se metían en el negocio de media. La tasa de fracaso es tan alta, la impredecibilidad de los gustos del público algo tan etéreo, que empresas gestionadas por individuos acostumbrados a proyectar modelos de previsión de ingresos, a tener negocios predecibles, se complicaban ante la contradicción de haber comprado talento que en el pasado había triunfado pero que ahora fracasaba. O que un derecho deportivo o cinematográfico se desvalorizada por agentes incontrolables. Los editores, acostumbrados a lanzar libros con tasas similares de fracaso o a cambiar todos los días la primera página, están mentalmente más preparados. Por otro lado, debe decirse que la televisión de más éxito en España, ha nacido de manos de gente de television de toda la vida: Mediaset y Valerio Lazarov fueron sus lanzadores, y lo que ha seguido han sido verdaderos profesionales de la televisión comercial. Es decir, que no son los primeros que nacen de la industria de la televisión. Alguien puede decir que Berlusconi, al tiempo que compraba su primera tele, entró en el capital de un periódico. Pero no me parece relevante: él construyó su imperio a base de televisiones entonces locales y mucha influencia política. Política y medios siempre unidos, parece ser. Quizá la politización es inevitable al menos en Europa. Y Contreras, por mucho que lo niegue, no puede negar que su televisión no es producto de una jugada política. Y en la medida en que personalmente tuve acceso a determinadas informaciones y detalles, tampoco una jugada política de las más elegantes, dicho sea de paso.

Terminaré con la cuestión planteada por la reportera encargada de la entrevista. ¿Podemos tener fe en la rentabilidad? Creo que podemos tener fe en la rentabilidad de algunos, pero no de todos. En el fondo, es lo que se espera de cualquier mercado: a unos les va bien, pero a otros mal. Existe una tendencia a que se intente salvar sectores enteros en vez de dejar que el mercado haga de las suyas: que si tantas teles no son viables, que si no hay publicidad para todos… ¡no se metan si no salen las cuentas!. Pero claro, existen tantas limitaciones legales a las participaciones sociales, para obtener concesiones y para emitir publicidad que es normal pedirle al que te da la prebenda que afloje la soga cuando aprieta demasiado, porque está únicamente en su mano. El cine no es rentable para los productores (salvo honrosísimas y muy concretas excepciones), las televisiones públicas no son nada rentables (y no me digan que no es su función, porque recaudan publicidad). Solo quedan las grandes teles que, paradójicamente, tienen beneficios escandalosos.

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