"…y ya no tengo que ir al cine": la Campus Party y conflictos sobre derechos
Los reportajes de los telediarios aparecen repletos de imágenes y entrevistas a los asistentes a la Campus Party. ¿Qué destacan los entrevistados? Pues aparte del buen rollito, que figura como prioridad dos, hablan todos de la velocidad de descarga de datos. Y resaltan lo rápido en que pueden obtener contenidos que unas veces les lleva una semana y que, gracias a la grandísima fiesta, podrán tener en un día. Con reminiscencias de algo de acné en su rostro, un fan decía con entusiasmo que en toda esta semana aquí se va a bajar películas sin descanso y dió con el titular: «y así no tengo que ir al cine en todo el año».
La verdad es que ver a las mismas televisiones que luchan y defienden sus derechos dedicar espacio en sus noticias a una propaganda clara en favor de la descarga libre, resulta paradójico (obviamente, el muchacho en cuestión dice que tardará poco, no que las tome de sitios no autorizados o piratas, pero claro…). Incluso para mí, con un alma doble, la de persona de red y la de participante de esta industria, resulta excesivamente obsceno. Puedo imaginar a los integrantes de SGAE, EGEDA, asociaciones de productores, etc. removiéndose en sus sillones con ataques de espasmo e indignación ante la sensación unos dirán que de libertad, otros de impunidad, que mostraban los personajes. Nada menos que siete gigas segundo y la presencia lejana del gran operador: Telefónica.
Para los propietarios de derechos, como sabemos todos, las empresas de telecomunicaciones son cooperadores necesarios de este crimen, pues sin sus ofertas de enorme disponibilidad de datos y el negocio que hacen con los que las desean – fantástico negocio de subscripción con tarifas fijas mensuales – , sus cuentas de resultados no serían seguramente tan buenas. Para los representantes de los propietarios de los derechos este es el gran escándalo: los operadores se lucran gracias a la presencia libre de contenidos pagados por ellos.
Sin duda, este es un tema dificílisimo. Lo es porque está repleto de hipocresías (a veces, los mismos que protestan por el uso de sus contenidos emplean otros contenidos protegidos en sus propias empresas y lo ven casi como una forma natural y práctica de no cubrir unos costes que se vuelven bastante poco sensatos). También porque el derecho responde a la realidad de una tecnología y un mundo que era otro no hace tanto. Porque igualmente enmascara la ausencia de renovación en la concepción de los modelos de negocio y, lo que es peor, la incapacidad para afrontar la renovación del sector de forma unida y asumiendo la realidad digital: en realidad, se espera volver al mundo feliz anterior a golpe de leyes y policía, pero ¿tiene sentido meter en la cárcel o perseguir a toda la población, desenchufarle la conexión? Servidor de ustedes cree que es grotesco.
Las cosas no son igualmente simples por algo que suelen ignorar o no poner en perspectiva los defensores del mundo red, entre los que me incluyo: los contenidos que se descargan han sido pagados por inversores amparados por una seguridad jurídica que ahora está resquebrajada. No es cuestión de si la copia privada es o no es legal o solo un agujero del derecho, es que el sistema de explotación que justificaba unos riesgos, simplemente ha cambiado: ahora el riesgo es inasumible en el mejor de los casos. Y eso, claro, no es problema de los ciudadanos, pero hay muchas personas atrapadas en compras e inversiones en catálogos proyectados a retornos de quince años por lo menos que se adquirieron de buena fe en otro entorno técnico y apoyados en una forma de entender las leyes.
Sea cual sea la posición que tomen con respecto a sus derechos los propietarios de copyright, la única realidad que no se puede negar es que el cambio de tecnología exige una respuesta basada en asumir que el sistema tradicional sólo será un complemento de los ingresos basados en experiencias específicas y que sus contenidos deben explotarse con otros modelos. Así, se echa de menos en la industria española movimientos para crear una estructura de mercado pactada para que pueda hacerse dinero con la distribución digital. No son sólo leyes, es algo más: es reunir a los anunciantes y creadores de publicidad, a los propietarios de derechos y a sus distribuidores para crear un sector que pueda explotarse con ciertas garantías sabiendo que los hogares no parecen muy dispuestos a pagar demasiado. O, al menos, no están dispuestos a pagar como antes.
Todos debatimos sobre ello: ¿pagaría la gente subscripciones bajas por tener videoclubs masivos y una gran experiencia de uso? Por supuesto, en stream. ¿Se puede desarrollar un mercado de patrocinios y métricas útiles para los inversores en comunicación publicitaria? De momento, en el mundo tradicional, quieren prohibir el placement y toda expresión de branding asociada a contenidos. Es todavía más grotesco: se desprecia a la publicidad por intrusiva y, en cierta forma, vulgar, pero cuando busca terrenos no intrusivos y respetuosos con el espectador se la quiere dejar de lado. Y recordemos que al final de toda la cadena de financiación del contenido, aparecen los anunciantes. Siempre. Hablemos de cultura o de ocio barato: no hay festival de cine sin patrocinadores, no hay televisiones por cable sin spots o intentos de hacer publicidad contextual.
En resumen: los veinteañeros no conciben otra cosa más que disfrutar contenidos en libertad y no tienen el menor resquemor en no compensar ni siquiera voluntariamente el esfuerzo de inversores y creadores de y en contenidos. Los propietarios de derechos (y me refiero a los españoles) no aparecen muy creativos ni muy entusiasmados en desarrollar en serio las estructuras de un mercado diferente, algo que requiere alianzas, pactos y acuerdos, sin que por ello tengan que renunciar si lo creen oportuno a la defensa judicial de su propiedad. Son dos cosas diferentes: por un lado, proteger lo que han invertido y, por otro, invertir de modo diferente para el futuro. Porque al cine la gente no va a volver como volvía, haya descargas o no las haya: tanto confundir la cultura con el entretenimiento no deja pensar en que en la vida normal se debe ingresar más de lo que se gasta y que los consumidores tienen alternativas: si no descargan cine, sospecho que jugarán mucho más con su play, su PSP o su wii, pero no aumentarán sus visitas para comer palomitas con una pantalla enorme. O eso parece.
Muy buena reflexión, es muy cierto lo que dices que en la tele se sigue presentando la Campus como un nido de piratas, creo que es importante en que sean los creadores de cultura los que inicien el cambio, esperemos que no pase mucho tiempo.
Bueno, lo que realmente quería explicar es que la tele los presenta con total naturalidad y sin hacer juicios de valor. Si tiene intencionalidad, discretos han de ser, pues telefonica, patrocinador principal, es el primer anunciante del país y creo que no tienen por costumbre enfadarse con los que pagan sus gastos.
En definitiva, que se presenta una realidad en la que todo el mundo va a descargar casi con alegría.
Una reflexión muy ponderada que, como bien dices, no suele abundar: la gente suele ver sólo un lado de la historia, cuando hay muchos matices.
Lo que no veo es solución fácil, y eso me lleva a mi gran miedo: que los que habitualmente han invertido en este sector, ante la percepción de que no van a encontrar el retorno esperado, dejen de hacerlo. Y entonces nos quedamos sin películas, sin series, sin discos. Y no se trata del lema ese de «la piratería mata la música», sino de lógica de mercado: si hacían productos audiovisuales era para ganar dinero, y si dejan de ganarlo, dejarán de hacerlos.
Yo no creo que se dejen de hacer contenidos. Te diré por qué: ya no son rentables la mayoría de ellos, hace bastante. Los grandes se sostienen por la cartera de proyectosy el catálogo. Pero el inversor individual, si no hay subvenciones, suele perderlo todo. Ni siquiera recupera. Pero tras esas decisiones de inversión muchas más veces hay la ilusión de participar que un ánimo real de lucrarse.
Lo que sí hay es preguntas: el presupuesto medio ha de ser más bajo? Vamos a otra forma de entretenimiento mucho menos pensada en el consumo pasivo de historias contada en imagenes? ¿Será todo sponsoring? ¿Se debe acortar el tiempo de monopolio sobre los derechos pero forzando su cumplimiento a rajatabla?
Veremos. Porque creo que lo veremos.
Ayyy Gonzalo, que te he visto muy institucional. 🙂
Vamos a ver. Estos chavales, además de pagar religiosmanete sus cuotas de ADSl, también son consumidores de otros productos de ocio. Seguro que miles de ellos pagan las cuotas mensuales del World of warcraft (más de 15$ al mes) y otros juegos masivos en linea. Seguro que también van a conciertos, a bares, parques temáticos y compran merchandising freaky de la guerra de las galaxias.
Lo que quiero decir, es que si los videojuegos han econtrado un modelo de negocio alternativo, muy lucrativo y parece claro que el negocio de la música se traslada a los eventos, estos señores del cine deberían hacer algo. Los chicos de la Campus no son piratas. Son potenciales clientes.
La tecnología ha supuesto una disrupción en el cine. Como la gasolina para los coches de caballos. Asumanlo y busquen modelos alternativos. Vivan de cuotas mensuales con barra libre, del merchandising, bajen los billetes de cine, fomenten eventos…lo que quieran, pero vale ya de buscarle 3 pies al gato. 🙂
🙂
Estoy de acuerdo. Lo que vengo a decir es que no se mueven en crear un mercado diferente: que me parece bien que intenten defender lo antiguo pagado de una manera, pero que no tiene sentido que sigan planteando modelos de explotación basados en lo antiguo y más a golpe de decretos. Tambien digo que el derecho está desfasado. Tu sabes bien como los dueños de películas piden muchas cosas para ponerse en sitios determinados. Y que no tienen las ganas ni el conocimiento de inventarse formas de ganar dinero alrededor de ellas.
es una observación de mérito y desnuda la situación actual de la televisión. Hay cosas que ya son naturales y se ven así, salvo si le aplicas una lente específica e insistes en querer demostrar que la realidad es la que ves por el filtro o la lente. Lo natural es el Campus, dentro debe ser muy interesante ampliar estas observaciones de la nueva naturaleza. Fuera hay aún otros intentos de ver esa realidad de otra manera.
En primer lugar darte la enhorabuena por el post y el debate generado. Aunque no al mismo nivel que vosotros, dejo mi reflexión.
«…y ya no tengo que ir al cine» . Eso también me ha llamado la atención. Este chico se descargará tropecientas películas, de las cuales verá a lo largo del año unas 10, bajará música por un tubo de la que sólo podrá escuchar y disfrutar unos 6 álbums y de ellos muy pocas canciones. Descargará juegos que sin conexión y previo pago no podrá disfrutar. Y este consumo que deriva en la compra de soportes físicos también desaparecerá porque ya se pueden disfrutar contenidos online sin necesidad también de tener lo último en PCs.
Este muchacho ha pagado un mínimo de 100€ + viaje + comida y quiere bajarse todo lo que pille. Y como él más de 8000 personas (3000 más que hace unos años).
Pero lo realmente importante en estos eventos son las relaciones con otros campuseros y los talleres que organizan, que lo aproveche o no, va en relación con la mentalidad.
Ahora, yo no veo al ministerio diciéndole a Telefónica: «oye mira que me estás haciendo la puñeta con 8000 potenciales piratas». Todo lo contrario: «¿Qué quieres, más metros?»
Esto es como lo de fumar, fuma pero no mucho que es malo.
Pues yo, queridos, solo veo presuntos borreguitosde un negocio tan antiguo como el mundo..¿Que tengo que «inventar» para que los rebaños se dejen el dinerito? Que mas dá la envoltura? Lo que vale es la caja de la pasta…A que sí?