Una mirada rara a la causa de Pablo Herreros
6 noviembre, 2011 – 17:18 | 18 Comentarios

Ver que un puñado de anunciantes ponen los pies en polvorosa porque un blogger la lía… eso no se había visto por estos lares. De la madre de El Cuco, El Cuco y sus crímenes …

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Elogio y refutación (de la gestión) de Luis Fernández

Escrito por el 18 septiembre, 2008 – 8:24Un Comentario


Halcones y capitostes de todos los colores y tendencias se juntaron ayer en el Ritz para escuchar a Luis Fernández, el presidente de RTVE. Tantos y tantos podían verse, que es fácil decir que un terremoto súbito hubiera terminado con el audiovisual español enterito y hasta con el Nuncio de Su Santidad, que también estaba presente. Sobrecogedor. Expectación en las gradas. Digamos que el equipo de casa, no defraudó: Fernández habló de la televisión pública, la defendió, hablo de su gestión de esa televisión pública que defiende, y también la defendió.

¿Puede esperarse otra cosa de quien tiene en sus manos ese maravilloso juguete y durísimo hueso que es la tele oficialmente de todos? Evidentemente, no. Es su papel, es la razón de ser de su trabajo: por eso la intervención, labrada con finura y construida con habilidad, resultaba un juego de espejos, en el que diciendo verdad, las cosas no son lo que parecen.

Iñaki Gabilondo presenta a Luis Fernández con el cariño de los viejos camaradas. Con esa elegancia tan suya, tan ordenada y tan cordial, es capaz siempre de nadar y guardar la ropa para, sin quitar un ápice de mérito y afecto al presentado, llamar la atención sobre lo que cree cuestionable. No fue Gabilondo quien dijo que con el ERE de RTVE, el ilustre hombre ex RTVE, de la SER y faro de PRISA de toda la vida, hubiera sido jubilado. Pero el protagonista de la anécdota se refirió en su presentación al efecto de pérdida de talento que la jubilación – voluntaria, explicó Fernández – de tantos profesionales históricos está provocando en esa casa que constantemente fue referida como propiedad de todos los españoles. Los mitos, son necesarios para vivir, queridos amigos.

Es este ángulo de la cuestión el que sirve perfectamente de introducción a la paradoja aparente de por qué creo que Fernández hace una buena gestión de lo que es un mal concepto que él mismo promueve hasta sus límites. Un gestor de organizaciones tropieza todos los días con elecciones difíciles, que generalmente implican elegir entre lo malo y lo peor y asumir que ninguna opción que elija por buena que sea está exenta de costes. Es decir, si RTVE necesitaba una reestructuración de plantilla, o si impepinablemente había que enfrentarse a ello, es normal que no todo sea bonito. Porque no se puede. Siempre va a haber gente insatisfecha, pérdidas de talento no esperadas… lo importante era que había que tomar una decisión de transformación de plantilla y se ha tomado. Más o menos acierto es posible, pero con las generosísimas condiciones que todos los españoles vamos a pagar a los beneficiados – que no damnificados – del ERE, también es más fácil reestructurar.

Posiblemente las palabras de Gabilondo tienen más que ver con las críticas que se han producido a la contratación de directivos procedentes del sector privado y a la consiguiente sensación de marginación y apartamiento de personas históricas de la casa que, lo hayan hecho bien o mal, les esté yendo bien o mal con sus audiencias y sus reputaciones, tropiezan con el espíritu, el estilo y los deseos de los nuevos gestores. Gente de fuera. Sin duda, cuando estas transiciones se producen, aparecen diferentes grados de injusticias o conflictos con los méritos y la hoja de servicios de muchos. Pero también es inevitable que ocurran.

En el fondo, si la decisión del «accionista» (¿el Estado?), a través de su Consejo de Administración y su Presidente (Luis Fernández) es que hay que cambiar la cultura y la orientación de la televisión pública, lo que ha hecho Fernández es de libro: cambiar toda la cúpula directiva, profundizando hasta segundos y terceros niveles y echar abajo la sede física de toda la vida para llevársela a otro lado. Eso lo saben bien las gentes que analizan fusiones y adquisiciones de empresas: muchas veces, has de erradicar los sentimientos de pertenencia hacia una organización que ya no funciona. Que las personas y las instalaciones sean otras, crean un nuevo mundo. Si no tienes prestigio, se lo devuelves más rápido.

Y luego están los resultados. No cabe duda que la programación de Televisión Española se ha hecho más consistente y que sus resultados de audiencia son mejores, que una compañía que se mantenía lánguida y sosa, se ha convertido en agresiva y colorista. ¿Pero por qué todo esto no está del todo bien, si está haciendo lo que tiene que hacer? Porque a pesar de sus palabras y argumentos en favor de la televisión pública y en favor de su gestión, en realidad se está comportando como una empresa privada con un poco de mejor gusto que los privados más vulgares. Todo ello, por supuesto, amparado en la ley y en los mandatos que tiene. Como dijo él, «no disparen al pianista».

Creo que el punto débil de su intervención residió en la necesidad de justificarse. La pléyade de argumentos que exhibió terminó con una confesión más o menos implícita, desde luego no tan ruda y directa que como la voy a expresar yo: esto es lo que hay. Es decir, si el Parlamento me da independencia, si el estado me pone 500 millones y yo tengo que recaudar 700, y si me creo los argumentos de otras televisiones públicas europeas (que ahora vamos con ellos) acerca de lo que debe hacer en sus contenidos una tele pública, los defectos y virtudes son los que son y vienen implícitos. Si se quiere otro modelo, que se diga. Y mencionó el del PBS, el de la BBC, etc. para decir que lo que cambie el Parlamento si esa es su intención. Yo me permito aseverar que por mucho que envolviera en buen paño sus argumentos sobre las virtudes del modelo, es notorio que la mona sigue siendo un simio.

Si mi memoria no flaquea, la cosa es como sigue:

En Francia parece opinarse que la televisión pública debe pujar por todos los grandes contenidos artísticos y deportivos por una razón vamos a llamar de conciencia colectiva: en definitiva, que la televisión pública estatal se encargue de que lo que han hecho las televisiones públicas europeas durante décadas, que es construir y defender una identidad cultural. En mis notas no está el hecho de que dijera nacional detrás de identidad, pero es obvio que trasluce la concepción de la televisión pública como un objeto, en realidad, de propaganda (dicho en el mejor sentido) de los conceptos y valores que el estado ve como necesarios de promover, tanto en lo que se refiere al espíritu político de una nación como a los valores sociales y culturales que quiere consolidar. Éste, claro, es un debate difícil, porque depende de las preferencias políticas de cada uno, en una sociedad que se divide en bastante intervencionistas y en poco intervencionistas. Por simplificar. Me mojo: yo no sé por qué los Gobiernos tienen que ser mi padre diciéndome que quiera a mi país o promoviendo una identidad determinada. Mi identidad es cosa mía y me la resuelvo yo.

Resulta también, que RTVE es tremendamente barata. Según nos dijo, a trece euros por habitante y año frente a los 85 de la BBC, resulta que es más económica que las europeas que mencionó (no sabemos qué pasa en Polonia) y que las autonómicas españolas, lo que era de esperar. Ya saben que hay mentiras, malditas mentiras y estadísticas, y aunque no tengo datos para manejar me puedo hacer algunas preguntas rápidas: ¿el cálculo se hace antes o después de la subvención? ¿se compara con respecto a la renta per cápita o con respecto al coste por hora de emisión?. Incluso hay dos trampas conceptuales: la primera es que en el caso de la BBC es voluntario. Es decir, y por grotesco y realmente poco factible que resulte, si no tienes tele en casa no pagas. O sea, que la BBC tiene los ingresos de quienes la pagan voluntariamente, no lo que dice el Parlamento en una negociación que la mayoría de turno hará con el señor Presidente de RTVE. La segunda trampa es algo que los economistas saben bien: los usos alternativos del dinero. ¿A qué puede dedicar la sociedad ese dinero en vez de a televisión? Haciendo esto, podemos comparar si lo que gasta el gobierno español por cabeza en sanidad es lo mismo que en el Reino Unido y nos puede servir, de paso, para tener comparaciones más justas al tratarse de monedas distintas y países con PIB’s diferentes.

Afirma Luis Fernández que su televisión pública (vean que omito el la) no compite sino que coopera con el sector privado. Y el caso de la puja de por los derechos deportivos es palmario. Fernández hace una descripción de la pugna por esos derechos tratando de demostrar su prudencia y responsabilidad en los precios que paga sin darse cuenta de que está hablando como el directivo de una privada: compito hasta donde me llega el dinero. La pregunta pertinente, creo yo, es ¿si lo dan las privadas tengo que hacerlo yo? ¿es mi función dar lo mismo que lo que el ciudadano obtiene gratis total y obtendría aunque la televisión pública no pujara? La respuesta se la da él mismo con la explicación que dábamos de la doctrina francesa y de algo que mencionó y que está desde hace tiempo en el centro del debate sobre lo público en televisión: si te dedicas a lo minoritario que lo privado no da, entonces no te ve nadie. Si no te ve nadie, ¿por qué cuestas lo que cuestas?. Si, por el contrario, te ven muchos, terminas haciendo lo que una privada. Y si haces lo que una privada, ¿por qué no dejar que lo hagan ellas sin que nos cueste un duro? A cambio, dicen que se ocupan de los deportes minoritarios. Supongo que será en teledeporte y me conduce a dos consideraciones: que se ocupen sólo de los minoritarios y, posteriormente, preguntémonos si en un mundo de deporte profesionalizado tiene sentido que se ocupe el sector público de lo que es un negocio privado (el deporte, es negocio, señores: un espectáculo) en lugar de quienes tienen que hacerlo, que son los dueños de los clubes. Que las ligas de deportes pequeños le vendan los derechos a Eurosport, que no le cuesta un duro a Juan Español y ponen billar y esa cosa nórdica de las piedras que se resbalan por el hielo y que nunca lograré entender por qué gusta. En fin, que la expresión cooperación es inaplicable: compite o genera efecto expulsión.

Pero la diferencia esencial, por reiteración en el argumento, reside en los informativos. Y la explicación es cualitativa. Se basa en que sus telediarios tienen unos porcentajes de información nacional, internacional y cultura infinitamente superiores a los de las privadas que, además, tienen un alto porcentaje de sucesos, cosa en la que no entran (es verdad). Y que esto, sumado a una línea editorial que considera de probada neutralidad, independencia e imparcialidad (esa quimera, como si la elección de temas y personas no implicara una elección de sensibilidad), les hace esencialmente diferentes y necesarios. De nuevo, creo que es un espejo deformado. Una línea editorial vamos a llamar seria, no es patrimonio exclusivo de Televisión Española. El sector privado la da, incluso en esta era de periodismo de tan baja calidad, en otros medios; y es posible encontrar una cadena de noticias 24 horas que no cuesta un duro de la que se puede decir que mantiene un trabajo editorial profesional, por mucho que tenga sensibilidades conocidas: se llama CNN+. Por si no les vale el de Antena3, que ya se sabe que tiene mucho suceso. Es decir, que en un mercado como éste, tenemos varios canales 24 horas de noticias, que el sector privado es capaz de dar al menos dos y tenemos que pagar para que haya otro. Hay quien dice que la existencia de una alternativa genera pluralidad y, por tanto, otros puntos de vista. Es cierto, ¿pero que lo haga el sector público no conlleva el que ponga muy díficil, por mercado y costes, el que lo intente un tercero? También hay una radio de noticias 24 horas propiedad de RTVE. Pero, en la era de la información electrónica, esta obsesión de que los medios de comunicación son sólo noticias ¿a qué viene? ¿Tiene algún condicionante el que la formación y pasión periodística de Fernández y tantos otros les lleve a pensar que son las noticias la razón de ser de los medios? Si la información está diseminada por todas partes, ¿qué tiene de milagroso o efectivo que haya una radio o una tele de noticias de veinticuatro horas – todas repetidas – pagadas con fondos públicos? Insisto en los usos alternativos del dinero.

La irrupción de internet es, además, estupendo para lo público. Creo que se confunde. Es estupendo para todo el mundo, no sólo para lo público. Pero frente a la opinión que esgrime Fernández y que toma de los jefes de la BBC (sancionada por su abuso en los medios digitales) de que la irrupción de los nuevos medios son una gran oportunidad para ellos, en realidad lo que confirma es su presencia cada vez menos necesaria. Diré por qué: lo que ha hecho internet es democratizar la publicación de contenidos por coste y poder de distribución. Es decir, que permite la pluralidad máxima a la hora de que cualquier ciudadano, sin barreras de entrada, pueda poner a disposición de los demás toda la información existente e inimaginable. Si otra de las tenidas como virtudes del sector público es la atención a lo minoritario (por carecer de medios y de escala) resulta que lo minoritario hoy vive por sí mismo. ¿Por qué nadie lo tiene que intermediar? La sociedad, va por su lado. Pero el efecto de su presencia es terrible: competirán por la publicidad en internet, un bien verdaderamente duro de conseguir para todos los pequeños promotores de contenidos en la red. No es, en absoluto, justo.

Sólo ellos atienden la cultura. Literalmente dice Fernández que sólo en televisión española puede verse un programa de libros. Y que van a lanzar, cómo no, cooperando con el Ministerio de Cultura, un canal cultural. Fantástico. ¿Quién puede negarse a tan loables intentos? Es otro biombo: ¿por qué se entiende que todo aquéllo que existe en el mundo tiene que tener un programa de televisión para ser algo? ¿O por qué tiene que tener un programa de televisión aquéllo que consideramos importante? En realidad, no se puede decir que no haya información sobre libros de gran calidad y fácilmente accesible por el ciudadano. No sólo internet, sino que existen revistas de divulgación de gran calidad. Pero no, tiene que tener televisión. ¿Y cuántos lo ven? En sus tiempos, también Sogecable hacía sus pinitos en los canales de Digital Plus y por ahí andaban Javier Rioyo y Manuel Rivas haciendo sus cositas de libros y de la vida. Han desaparecido, ni siquiera en el mundo de las audiencias minoritarias era soportable. Paradójicamente, lo que viene a decir es que probablemente, la forma de consumir información sobre el libro no sea la de la televisión tradicional (por favor, no me hablen de Apostrophes, ese milagro). Hay quien dirá de la poca cultura general de los españoles, pero eso no hará que se vea más el programa, ni el programa porque se lea más. Con todo, la sobreabundancia de televisiones públicas con contenidos no comerciales en sus segundos canales, generalmente desarrollados y comprados al peso, generan la imposibilidad de reunir esas audiencias por un operador privado interesado en hablar de libros: si los hay de revistas, ¿por qué no iba a haberlos de televisión? Pero con todo, el argumento más demoledor es que para tener un programa de libros… no se necesita una televisión comercial que recaude setecientos millones mientras que eso de los libros, teóricamente, se hace con los otros quinientos. Es decir, que para estos menesteres, el modelo necesario no es el modelo que se gestiona.

En definitiva, Luis Fernández es una persona que hace bien (diría que muy bien) un modelo que le conduce por inercia a las mismas claves competitivas que las del sector privado (Chikilicuatre, Mira quien baila, etc.) y que él explota más a fondo: la forma de emitir publicidad en los Juegos Olímpicos no ha sido, desde luego, la esperada y tradicional en tantos años de Olimpíadas en «la de todos». No se interrumpía tanto ni tan frecuentemente. Y que reduce al mismo tiempo las debilidades de esa programación minoritaria para que no le lastren audiencia y recaudación. Porque los ejemplos son también muy opinables: aseguró que emitir Tengo una pregunta para usted le supone la pérdida de algún punto de audiencia y, por tanto, también de recaudación y que, pese a ello, lo han hecho por ser servicio al ciudadano. Bien, en primer lugar, el formato no es precisamente sesudo, sino más parecido a las claves del entretenimiento y no a las de la precisión periodística, aunque es muy decente.

Pero en segundo lugar y más importante, no es únicamente la audiencia lo que cuenta, sino el coste de generar esa audiencia: ¿cuánto cuesta producir ese programa? Deberían decirnos su rentabilidad y no sólo sus puntos: puede que menos puntos, pero mucho menos coste, deje mucho más márgen en la cadena. Y esa es una lógica responsable, pero plenamente comercial. La pregunta es por qué no hay debates de los complejos, aunque los vean pocos, además del entretenimiento en forma de polémica ordenada. Véase esa cosa de 59 segundos… si eso es informar al público con orden y precisión periodística, en vez de una orgía de prebostes del periodismo (¿qué fue de la gente que tiene conocimiento de las cosas? ¿se acuerdan de La Clave? hoy nadie la vería, es cierto), que será entonces una línea editorial de calidad. La verdad es que aquí ni siquiera hemos sabido copiar bien el Crossfire de CNN. Y es privada.

¿Y todo esto a qué viene? A que el Foro de la Nueva Comunicación montó un desayuno muy rico para que se explicaran estas cosas. Lo que ocurrió está bien contado en varios sitios:

En El País, que pone el acento en los costes del fútbol.

– Orden económico e independencia en Expansión.

– Más de fútbol en El Mundo.

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