Una mirada rara a la causa de Pablo Herreros
6 noviembre, 2011 – 17:18 | 18 Comentarios

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Esa penitencia que se da en llamar cine español

Escrito por el 20 octubre, 2008 – 8:004 Comentarios


Para mí, esta es una de las frases del año:

…creo muy desafortunada tu comparación entre TVE y el documental sobre Buñuel con si el Prado no compra un Goya o el Reina Sofía, un Tàpies. TVE no es un museo ni los directores del documental, por muy buenos que sean, son Goya o Tàpies.

Javier Pons, RTVE, versus Ángeles González-Sinde, presidenta de la Academia del Cine Español. No estamos nada acostumbrados a que el directivo de una televisión pública sea tan rotundo y diga tanto con tan poco sobre el subyacente de la polémica eterna que rodea al «cine español». Un par de sus más afamados representantes han conseguido volver a poner en pleno candelabro un problema que ya es absolutamente cansino y, en mi opinión, de la peor forma para sus intereses. Y es que el tema del cine español está podrido en sus bases conceptuales.

Se queja González-Sinde de la miserable cuota de mercado que el cine hecho en español ocupa en los países que lo hablan. Por un momento, se puede llegar a pensar que la Presidenta de la Academia está concernida por la solvencia de las empresas que lo hacen, cómo mejorar la distribución de sus películas o cómo captar más espectadores, incluso espectadores no hablantes de español. Pero no, efectivamente no era así, la Presidenta de la Academia de lo que está realmente preocupada es por nuestra identidad y nuestra cultura asolada y dejada de la mano de dios todopoderoso. ¿También ellos, los del cine, como los políticos, se creen con derecho a decidir nuestra identidad?:

El problema de la cultura es que no es sólo de la cultura. Acaba salpicando a otros sectores. La cultura dibuja nuestra identidad. Y nuestras identidades, nuestro imaginario y nuestros deseos se están viendo brutalmente invadidos por deseos ajenos, los de la industria anglosajona.

Es curioso observar como cuando hablamos de nosotros se habla de cultura, y si se habla de ellos, marditos gringos, se habla de industria anglosajona. El primero de los pilares podridos del cine español queda a la vista: los que lo hacen están preocupadísimos por hacer y salvar la cultura – el cine – mientras que en el resto del mundo a esto se le llama industria del entretenimiento. No he visto y no sé si estaba (creo que no) la Señora Presidenta en Cannes esta última semana en MIPCOM, la feria de televisión más importante del mundo. Una feria que este año tenía como país protagonista a España (Focus on Spain, se llamaba). ¿Saben una cosa? Allí no he escuchado la palabra cultura en cuatro días y sí hemos visto, como bien relata Albert García Pujadas, que la televisión sigue siendo el dominador del entretenimiento, justo el medio que tiene que comprar las películas que los académicos de González-Sinde quieren hacer (que no fabricar) y que en el caso español, por narices, hay que comprarles.

Creen por tanto los académicos que el dinero público directo e indirecto (aunque se llame compra de derechos, lo que gastan las televisiones públicas en cine español no deja de ser un subsidio tan subsidio como las ayudas de taquilla) está para que ellos hagan cultura, y pretenden que las empresas que tienen como objetivo ganar dinero o cumplir su servicio público entreteniendo a la gente, deben adquirir sus películas independientemente de sus expectativas de resultado. Me agradaría mucho estar equivocándome, pero no tengo consciencia de que el lenguaje generalizado de los productores de cine español contenga los siguientes interrogantes cuando se sientan con las televisiones para que les compren sus productos: ¿qué estrategias de audiencia persiguen? ¿cuáles son los slots de cine? ¿de qué forma se pueden programar mejor para que la televisión tenga su rentabilidad?, ¿cómo puedo concebir el producto para interesar a los grupos demográficos que busca cada cadena?, ¿cómo puedo concebir el producto para atraer audiencias de más de un país?.
Estas preguntas generarán, dada la inversión de valores que he comentado, el que en el lado de la cultura se desprecie el planteamiento pues, ellos sabrán por qué, se asocia la concepción de la película como producto para una aud¡encia que desea consumirlos como algo inevitablemente vulgar, pobre, y sujeto a restricciones creativas inaceptables. En el lado de la industria del entretenimiento, la falta de respuesta a preguntas tan obvias genera otro resultado: no sé qué hacer con lo que usted me trae. En otras palabras, ¿dónde lo pongo?, ¿cómo lo emito?, ¿qué rentabilidad le saco?. Ojo, una vez que se les pasa el discurso cultural y están a solas con sus presupuestos y contratos, tanto los productores, directores y artistas en general que participan en una película, están seriamente preocupados por sus sueldos, lo que van a cobrar y el retorno que les da la obra. Es decir, muy legítimamente velan por su retorno personal. La pregunta es por qué no es legítimo que las televisiones velen por el retorno del dinero que ponen, Sra. González-Sinde y Señor Trueba. Curiosamente, el retorno les viene de una cosa que se llama audiencia, nombre que le damos a lo que cualquier otra industria llama clientes.
Y si hablamos de audiencia y clientes, llegamos como quién no quiere la cosa al segundo pilar podrido que sustenta el cine español. Esa letanía permanente de que los espectadores españoles no van a ver películas españolas. «Nuestras cuotas de mercado se tambalean», nos dice González- Sinde. ¿Somos los espectadores culpables de que a pesar de existir un sistema de protección (sí, sí, el dinero que da el Gobierno español al cine se llama fondo de protección) la gente no quiera pagar la entrada? ¿Quieren que vayamos y las veamos obligatoriamente? ¿Van a pasar lista?. Mujer, es usted guionista y directora, cuéntenos qué va a hacer para que vayamos a ver sus películas, cómo se va a retorcer la meninge para que mis sobrinos también quieran, convénzanos de que nuestra escasa atención merece detenerse un rato en sus creaciones pero, por favor, no ponga el carro delante de los bueyes: no hay que quejarse de que no vayan a las salas, hay que preguntarse qué hay que hacer para que vayan.
Este discurso, por supuesto, tiene mala prensa. Decir que la audiencia cuenta (como el tamaño, pero es que una audiencia sin tamaño no da para pagar lo que vale esto), tiene una pésima prensa porque parece presuponer que se desprecia e ignora la cultura. Con las peculiaridades propias del folcore patrio, esto supone nada menos que ser representante de aquéllos que cuando oyen la palabra cultura se llevan la mano a la pistola. Y, claro, lo dejan a uno acongojado y con sentimiento de culpabilidad. Pues va a ser que no, y creo tener argumentos.
Para empezar, el público sí va a ver cine español. Bueno, va a ver películas que le gustan. No es un problema de cuota de mercado, sino de cuánta gente ve tu película. Sí fue a ver El Orfanato, sí fue a ver Mar Adentro, sí fue a ver Volver, sí fue a ver El Laberinto del Fauno y hasta fue a ver una mala como Alatriste. Es verdad que hay espectadores, muchos, seguramente demasiados, que tienen prejuicios sobre el cine español. Pero, vaya, los que los tienen no son los que han hecho las películas. Digo yo que algo se podrían plantear los que las hacen sobre su cuota de responsabilidad en el desprestigio. Y si merecía la pena destruir la reputación del cine descaradamente comercial y vulgar (¿qué tiene de malo? ¿es obligatorio ir?) de eso que han supuesto tantos representantes de la familia Ozores o las secuencias de Alfredo Landa en calzoncillos. Lo digo porque ahora las vulgaridades de Torrente (que también han ido a ver los espectadores) no generan tantos desgarros de vestiduras y en nuestros días consideramos que tanto Alfredo Landa como José Sacristán, que tantas películas de esas ha hecho para vivir (es que todos nos ganamos la vida), los consideremos eximios representantes de la cultura española y, en el caso del segundo, un intérprete muy respetado por aquellos que cuando algunos sospechamos del falso discurso cultural piensan que llevamos revólver.
Pero es que es más, la ficción española para televisión se exporta pero que muy bien y resulta que Un Paso Adelante, esa serie de danza, amores y actores de treinta años vestidos de adolescentes triunfa en Francia de manera rotunda. O que esa españolada (lo llamábamos así, ¿verdad?) que son Los Serrano se vende país tras país. Por cierto, Caribevision, la cadena que se ha comprado Telecinco en USA, está emitiendo hasta Escenas de Matrimonio. Parece que sí hay gente capaz de hacer que el iberismo en forma de jamón se convierta en imágenes que alteran la conciencia de ciudadanos de muchos países cuyos representantes culturales deben tirarse de los pelos ante este choque transformador de sus imágenes. Que se anden con ojo, que las brutalidades de Jesús Bonilla en la serie corren el riesgo de ser vistas como atentados a la liberación de la mujer y llevar a diversos grupos a pedir su retirada.
Tengo la costumbre personal de añadir que a Chaplin, Griffith, John Ford, Kubrick y juraría que hasta a Buñuel, les pagaron su sueldo como directores porque la gente pagaba la entrada y, horror, porque quienes financiaban las películas esperaban que se llenaran los cines. También lo hicieron con Orson Welles aunque palmaran pasta y ahora tengamos algunas referencias icónicas imprescindibles en la cultura occidental. Lo que sucede es que esas imágenes de las que habla González-Sinde no se pueden prever nunca de antemano y surgen con el paso del tiempo. Precisamente, este es el argumento que la exministra, Sra. Calvo, empleó en un famoso debate televisivo para argumentar contra la posición de un participante que protestaba por el uso de su dinero como contribuyente para financiar magnas obras culturales como las realizadas por Santiago Segura. Lo que sucede es que no se puede montar toda una industria (¿sí? ¿es industria?) pensando que su misión es la cultura y no los espectadores, pues es el paso del tiempo el que lo dirá y no nuestra querencia a sentarnos a la sala de montaje pensando que se está transformando la conciencia del hombre europeo.
En mi particular visión, los hombres y mujeres que tan preocupados están todos los días por nuestra cultura (¿sus medios de vida?), tienden a confundir proyectos minoritarios y proyectos personales con a) la cultura y b) la exigencia imperiosa de que sean financiados. El cine, el audiovisual en general, es un trabajo costoso, esforzado, de muchísimo riesgo financiero y en el que atribuir a una única persona el éxito es una de esas simplificaciones injustas que el concepto de autoría asociado al cine trae consigo. Un escritor puede consumir tanta tinta y papel como quiera sin que nadie vaya a la quiebra, luego enfocar su producto poniendo por delante sus preferencias estéticas y artísticas no hacen ningún mal a nadie y él sabrá cuál es el compromiso con su obra. Pero cuando el dinero lo pone el estado o un inversor particular y no el receptor de los billetes, parece razonable el que haya más de un criterio para decidir qué producto se hace sin que sea ningún delito, aunque no coincida con los gustos personales de una determinada gama de público que, por ejemplo, puedo ser yo. Otra cosa es cómo se gestiona la creatividad y cómo hay que hacer para sacar partido a los artistas elegidos para sacar adelante el proyecto. Un amigo mío productor dice que no invertiría en el cine que a él le gusta como espectador.
La ficción para televisión y la publicidad española han demostrado que pueden hacer productos de gran aceptación de público sin desmerecer ningún nivel internacional. Curiosamente, en ambos casos existe una presión por parte de quienes lo financian para obtener resultados: las cadenas de televisión tienen el barómetro de la audiencia, los realizadores de publicidad trabajan para seducir con sus piezas a los compradores. Sin perjuicio de que es cierto que, dado que existe una estructura pública de televisión y financiación de obras audiovisuales, el dinero se destine a proyectos que de otra forma no se podrían hacer. El problema es saber, con recursos limitados, qué es lo que no se puede hacer de otra forma y debe hacerse. Lo que no quiere decir que eso lo tengan que hacer las televisiones privadas ni exonera al promotor del proyecto de su obligación de buscar gente que le pague el desarrollo de sus intereses (clientes, inversores…), aunque sea, como tantas veces, duro, difícil y a base de favores. Yo me pregunto por qué los cineastas españoles no han sido capaces de convencer de modo recurrente a las obras sociales de las Cajas de Ahorros para financiar esas obras culturales de excepción que Ángeles González-Sinde nos asegura que están ahí. Pagan pintura y de todo, así que yo creo que ya tiene una tarea para hacer cuando se siente en su despacho. Por no hablar de unas cuantas fundaciones privadas.
Haberse olvidado de que, desde que la proyección de películas se inició con los inventos de Edison o los Lumière, siempre se trabajó para que los espectadores desearan pagar una entrada, es el pecado original del cine español. Enfangado en la herencia de imágenes que ha dejado lo que se llamó séptimo arte sólo después de ser un espectáculo de carromato de feria, nadie es capaz de pensar que son los espectadores los que dan sentido a que existan las películas, y que sólo habiendo espectadores alguien querrá poner el dinero para hacerlas. El mayor favor que se pueden hacer los creadores a sí mismos es sentarse con los que tienen el dinero, preguntarles lo que necesitan y brindarles las mejores respuestas. Sólo triunfando en ese menester, puede uno ganarse el derecho a reclamar que le dejen arriesgar el dinero de los otros buscando más libertad y la expresión personal. Es al final del Soldado Ryan cuando Tom Hanks, después de haber perdido a todo su pelotón para salvar a un único hombre, le dice moribundo a Matt Damon earn this, gáneselo. Haga de su vida algo que merezca la pena este coste en vidas humanas. En el cine, la gente muere de mentira, pero los billetes de las televisiones y los que pagan impuestos son de verdad.

4 Comentarios »

  • Anonymous dice:

    Plas-plas-plas-plas-plas-plas. Una larga ovación a un artículo rotundo y sin fisuras…Problemas del cine español? varios…1.-lo hacen unas pocas familias de elegidos o enchufados.2.-si hay subvención, para qué vamos a invertir un euro en un proyecto en el que no creemos. 3.- mientras criticamos la paja en el ojo ajeno (cine anglosajón) dejamos que nuestros cerebros emigren al extarnjero en busca de oportunidades. 4.- los productores españoles, son ratas de despacho ministerial, siempre a la sombra del poder político, y del poder de la SGAE. 5.- el plagio es un deporte múy rentable para el ventajista «artista», pseudo-intelectual e hijo de papá, a menudo «grupi» con rastas o andrajoso pasado de moda metido a cineasta. 5.- las películas casi siempre se hacen con el montante de la subvención y ayudas de las televisiones, es decir que el productor no invierte nada.6.-cine español=cine mafia. 7.- comparen el vigor de nuestro cine: «Miguel y William» versus «Shakespeare in love». 8.- la corrupción del departamento de cine del ministerio de cultura, intolerable.9.- Cómo se cumple el nadie es profeta en su tierra.-10.-La señora gonzález sinde, hija del que fuera director de cine, director de telemadrid, sobrina del montador de Garci…y es que el nepotismo es un cancer de nuestro cine , aparte dela falta de honestidad e ideas.11.- qué ha hecho el señor trueba después de ganar el oscar?colocar a su hijo en el mundo, cenar con el psoe y el pp, para ver qué pica, reirse de penélope cruz llamándola «la princesa de alcobendas», y es que el cien español, sus huestes, todo lo que les falta de talento, les sobra de mala baba…se me olvidaba, trueba sigue colocando con calzador a su cuñada, ariadna gil, quizá la «actriz» más inexpresiva del orbe, después de madonna, claro. UFF¡¡¡…no sigo porque me enveneno.

  • Txaber Allué Martí dice:

    Se le ocurre comparar a los directores con Goya. Anda que…

  • Alvaro [doocomo.com] dice:

    Estaba pensando: ¿llegará un día que el cine en sala sea gratis?. Te vas a los multicines y escoges qué ver sin pasar por taquilla…

    No me parece tan descabellado:

    – la peli podría ser patrocinada y/o con anuncios, vinculada de mil formas a promociones, etc…

    – la sala saca más de las palomitas y demás que de las entrada. ¿Porqué no centrarse en lo que de verdad les da dinero y maximizar el número de espectadores y de facturación por esos conceptos?.

    ¿Significaría esto que los cines se llenasen?. No tengo ni idea de las cifras que se mueven, pero ¿aumentaría esto exponencialmente el numero de espectadores?. ¿Podría salir a cuenta?.

    En un centro comercial cercano a mi pueblo natal ya han cerrado los multicines. El problema es que ese cierre prácticamente mata el negocio del food court… y todo esto reduce el tránsito para las tiendas y demás… quizás lo que digo no es tan descabellado.

    Y ahora voy al tema del cine español 😉 ¿llenaría el público las salas si fuese gratis?…

  • . dice:

    EL tema del cine gratis… puede que sí, pero no lo veo para todo el cine.

    El caso es que para el productor es un porcentaje bajo de los ingresos, pero, el hecho es que reparte la entrada con el exhibidor que quiere dinero.

    La sala es un lanzador de películas y eso condiciona el ingreso de televisión.

    Además, hay que pagar copias y con distribución digital no está claro que no haya coste de copia.

    Tendría que diseñarse el producto desde el origen.