Una mirada rara a la causa de Pablo Herreros
6 noviembre, 2011 – 17:18 | 18 Comentarios

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Una de lecturas recomendadas

Escrito por el 14 enero, 2009 – 6:13Sin Comentarios

Mi amiga Ana Mireles tiene una mirada inevitablemente cubana de las cosas: es lo que tiene nacer, crecer y diría que escribir en un entorno geográfico. Muy probablemente, y si es verdad que la patria es la infancia, uno conserva siempre un territorio mental. Sus proyectos para cine, televisión y entretenimiento tienen una sutileza de puntos de vista que los que hemos estado relacionados con la isla no podemos dejar de captar. Mantiene su blog (Dperlas te viene el arte) y acaba de entrevistar a los creadores de Real Flow, un software para la creación de efectos visuales que representan fluidos que, entre otras cosas, les ha hecho ganar un oscar por su contribución a la industria del cine. Y bien españoles que son: aunque tienen probablemente el más importante de todos de los oscars celtibéricos, es el de los menos alardeados y vendidos a la opinión pública.

Un pequeño secreto: nos conocimos todos en la ya archifamosa y legendaria experiencia de Bombay (que sigue teniendo idas y venidas como pueden ver) y el relato es un exponente magnífico de las relaciones entre arte, tecnología e industria del entretenimiento. Uno no sabe si decir tensiones en vez de relaciones porque las dimensiones, posibilidades y perspectivas de unos y otros actores colisionan entre sí con más frecuencia que lo contrario: la tecnología pone límites a la creatividad, la creatividad se choca con la rentabilidad y el riesgo industrial no encuentra todo el talento que necesita ni la tecnología que le resuelva todo.

Exponente de esas tensiones es una serie de artículos que Jonás Trueba publica en «El viento sopla por donde quiere», uno de esos blogs que organiza la prensa convencional y que, siendo interesantes muchas veces, no tiene la esencia de lo que nosotros llamamos blogs: la obsesión por enlazar, la lista de enlaces recomendados y de amigos, la pasión por integrarse en una conversación a lo largo de la red. La serie se llama Cine Contra Televisión, tiene cuatro entregas cuatro, y es un interesante muestrario de un mundo que nada entre dos aguas: la nostalgia por la sala oscura, la constatación de que la tecnología (internet) está aquí y mejora nuestro acceso y nuestra relación con las imagenes – y la cultura – y la mirada alejada del negocio del espectáculo y sofisticadamente intelectual que lleva a mirar a la ficción televisiva con cierta compasión por una especie de inferioridad genética.

La serie es brillante y, aunque peca ligeramente de nostalgia por una forma de consumir las imágenes que se va, como se van los tiempos para que lleguen otros nuevos, está narrada excelentemente y con reflexiones apasionantes. Ya no hay escribanos copiando libros a mano y dibujando esas miniaturas formidables de los libros mediavales: son una expresión bellísima y desomunal de la cultura pero nadie puede esperar en su sano juicio que en nombre de la cultura nos dediquemos todos a copiar y embellecer libros a mano.

La constatación de que «encontrar una película de Chaplin, Buster Keaton o los hermanos Marx en la programación de las cadenas estatales es más que improbable», nos lleva a olvidar que a todos esos les pagaron por llenar cines y que eran el mismo entretenimiento masivo que las series de prime-time de hoy encarnan. Y que esos directores/autores/personajes tenían la mirada personal que Trueba les atribuye como creadores de cine, «una mirada personal que inventa un mundo por medio de su capacidad de concretar, dentro y fuera de la pantalla, la realidad» se olvida de que todo ese cine se ha hecho en equipos multidsiciplinares como lo hacen las series, grandes series de hoy.

Al final, reconoce:

«Lo bueno es que el cine ha encontrado muchas otras maneras de llegar al espectador. Ahora ya no tenemos por qué resignarnos a los gustos de programadores y exhibidores. Internet es una magnífico rastreador de películas. Tenemos pantallas más pequeñas pero de mayor calidad. Lo importante es que seamos capaces de mirar las películas con la misma concentración de siempre, ya sea en el salón de casa, en el teléfono móvil o en un nuevo aparato que nos llevemos a la cama, como nos llevamos una novela. El cine puede convertirse en una experiencia más íntima de lo que nunca lo ha sido»

¿Y una serie por qué no? Yo creo que no ha visto bien el Ala Oeste o la versión inglesa de The Office, la genuina, como hay que verlas para encontrar la renovación de lo escénico y lo cinematográfico en la televisión. Si Ricky Gervais y Aaron Sorkin no tienen mirada personal, yo me tiro de un puente. Pero ese reconocimiento llegará, se tardó mucho en pensar que Buster Keaton era la cultura.

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