Una mirada rara a la causa de Pablo Herreros
6 noviembre, 2011 – 17:18 | 18 Comentarios

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Jiménez y los cosmonautas: del cine como museo y las perspectivas de los costes en el mundo digital

Escrito por el 31 octubre, 2009 – 23:01Sin Comentarios
Jiménez y los cosmonautas: del cine como museo y las perspectivas de los costes en el mundo digital
En el viejo mito griego, Jasón, en el barco de Argos y acompañado de sus navegantes, los Argonautas, salían en busca del vellocino de oro, hazaña que le reportaría el trono de Yolcos. La expedición está, por supuesto, repleta de peligros e incertidumbres, es un viaje a lo desconocido. Le decía a Joan Jiménez que cuando contemplé su pequeña película Tokyo (Tokyo se contempla), que me había conmovido lo bastante para generar en mi cabeza el germen de un texto que reflexionaría sobre los costes de producción, el talento y su relación con la creación de vocación personal y artística en la era de internet. Es éste. Apurando unos cócteles del elegantísimo y sabrosísimo acervo de Fernando del Diego con los inventores de El Cosmonauta, las ideas se asentaban más. Aunque no dejo de percibir niebla a cada paso.
Pocos recordarán que Joan Jiménez es el creador de un largometraje disponible para quien lo quiera en la red que se llama Sophie y el Cambio Climático. Una aventura estética tierna y personal, su manera de reflexionar sobre el presente. Fuera del interés como creación que merezca a cualquier espectador, el elemento industrial interesante es que la película se hace enteramente en casa y, salvo la ayuda de la actriz protagonista, completamente a solas. La mera contemplación de la obra permite extraer una conclusión obvia: no es el producto limitado y artesano de lo que cabe esperar de esos cortometrajes y películas hechas en régimen de supervivencia y penuria de cineastas y amigos que quieren rodar. Es un producto de factura plenamente profesional y exhibible en cualquier medio: cine (le aguantará el kinescopado), televisión o lo que sea. Independientemente de ser un producto minoritario y, sobre todo, fuera del sistema.
Joan tiene algo de hombre renacentista: compone, escribe sus guiones, rueda, monta, etalona y crea sus efectos. Amenábar es casi lo mismo. La tecnología que cabe en su Mac y la accesibilidad de sistemas de grabación asequibles y solventes, hacen lo demás. Sí, me aparecerá algún técnico que me dirá que está muy bien, pero que no se puede hacer todo así. Por supuesto que no, no es ese el tema. El tema lo redondea la aparición de El Cosmonauta. No es estrictamente original recurrir a las donaciones y a las aportaciones en especie del equipo técnico y artístico de una película (así se suelen hacer los cortos), hay webs y otros proyectos que lo pretenden o lo hacen, pero es esencialmente nuevo el que un grupo de creadores españoles lo hagan con toda una estrategia de redes sociales detrás: el ejemplo de Obama en la política, que tiene que llegar a la creación.
Elegir distribución online (tanto Joan como los Cosmonautas, Riotcinema) implica asomarse a ese vacío que los Argonautas tenían que sortear, asumir los peligros de pioneros y voluntades olímpicas (de los señores del Olimpo, me refiero). Porque no hay madurez como para tener claridad y rotundidad acerca de si es un modelo, no estrictamente de negocio, pero sí de financiación de la producción que va a quedar inevitablemente fuera de los circuitos de la gran inversión en entretenimiento, de los creadores de franquicias de contenido que movilizan dineros equivalentes a la facturación de muchas empresas de las que llamamos grandes. Pero al lado de ellos, están los costes. Y todo esto dejando ahora al margen el desarrollo de la marca personal como fuente de ingresos futuros. El Cosmonauta aspira a hacer un largometraje (vaya, denominación de celuloide) con sólo seiscientos mil euros en un momento en el que el Ministerio de Cultura nos dice que apoyará las películas de más de dos millones y que, el resto de iniciativas, deberán ir por otra ventanilla.
El coste mínimo no es sólo cosa de los Cosmonautas de Riotcinema, lo es también de Joan Jiménez o Malviviendo, cerrando una trilogía de talentos, iniciativa y búsqueda de salidas que crea un enorme interrogante acerca de la legitimidad del sistema de creación y financiación del audiovisual español y, por supuesto, europeo. La cultura no la salvarán las subvenciones, la salvarán los artistas. La industria no la salvarán las subvenciones, la salvarán los empresarios. Mientras el reparto de dinero público ha vuelto a generar páginas de periódicos – y de éste blog – en lo que para este autor no es más que una batalla propia de un siglo, una tecnología y unas formas de consumo que se ha marchado: la insistencia en separar cine (una forma de exhibición) de creación audiovisual en su conjunto, la retahíla proteccionista de la identidad cultural, son excusas que sirven para mantener un sistema de producción que es, ya no sólo un fracaso comercial y empresarial, sino un fracaso como representante de una manifestación cultural como es la creación audiovisual.
Mientras los creadores verdaderamente rupturistas, los de la red, tratan de inventar modelos de contenidos, distribución, financiación y recuperación del dinero preciso acudiendo a los usuarios finales, la regulación y los grupos de interés trabajan por mantener el statu-quo de un sistema que, francamente, ni ofrece nada novedoso en la forma de construir contenidos para los tiempos que corren ni parecen dispuestos a ello mientras cuentan con la protección cariñosa del estado en forma de cuotas obligatorias de inversión, créditos blandos y ayudas directas. Y lo peor es que están forzando la existencia de una creación demasiado cara para lo que pueden obtener de retorno en un tiempo que demuestra que se puede hacer ese trabajo personal y tan propio de la identidad cultural que se defiende por varias veces menos.
Resulta que el planteamiento verdaderamente industrial lo hacen otros off nada bohemios: Zed Multimedia (Planet 51) o la esplendorosa Zinkia (Pocoyó) y hasta tres amigos y clientes míos han decidido que hay que trabajar rodeando el sistema para poder tener libertad y sensatez a la hora de hacer productos para el mercado, el mercado de verdad que es el mundo y no la finca ibérica. Los sistemas de ayudas e incentivos sirven, pero no condicionan la producción: si no sirven para llevar al mercado el producto se prescinde de ellas porque son un incremento de la rentabilidad y no la condición para la rentabilidad. Exactamente a la inversa que el colectivo promotor e influyente en la legislación española (seguramente en la europea también).
He compartido con algún interlocutor la creencia de que la producción se va a concentrar en los extremos: proyectos muy caros de una complejidad de contenidos y financiera extremada (en busca de las franquicias de contenido y la difusión multiterritorial y multiplataforma) y proyectos radicalmente más baratos que los actuales destinados a la clase media del consumo local, independiente, alternativo y con vocación transgresora, íntima, reflexiva o artística. Sentencias tan radicales son desmentidas siempre por una realidad repleta de grises, pero la facilidad y democratización para sacar contenido con factura profesional y audiencias más difíciles de monetizar a los precios clásicos tienen que conducir a algo de esto: a simultanear villas de lujo y refugios modestos. El interlocutor me relataba los grises. Terminábamos pensando que algunos sueldos de productor ejecutivo se van a ver comprometidos. Pero también pienso, y esto le interesará a Tíscar Lara, que igualmente forzará el entrenamiento de los autores en muchas más disciplinas simultáneas, a ser más renacentistas visto desde el lado romántico o a elevar mucho su productividad visto desde el lado economicista.
El periodismo digital está llevando a que las personas asuman muchas tareas que antes se descomponían en muchas otras: grabar una entrevista de audio o vídeo, redactar, fotografiar, subir todo eso a la red y retocar las plantillas de los gestores de contenidos son tareas que, hoy, gracias a la tecnología, una única persona asume con relativa facilidad y que suprime o reduce la hiperespecialización de la era analógica, una era en la que hasta los mecanismos para hacerlo eran físicamente pesados. Hombres-orquesta como Joan Jiménez terminan el largometraje sin salir de casa, equipos pequeños muy multitarea, enormes recursos compartidos gracias a la redes…
Al final es de lógica aplastante: si se paga menos por el contenido ofrecer la misma factura visual tiene que pasar por el incremento de productividad. En nuestra cultura laboral, habrá quien lo vea como explotación u otro tipo de argumentos negativos, pero yo no puedo ver más que el progreso de la capacidad de las personas: aprendemos más idiomas y más habilidades cada vez en nuestra vida cotidiana, el audiovisual no puede ser diferente. La gran producción requerirá grandísimos especialistas capaces de dar valores verdaderamente diferenciales a ese nivel de sofisticación, pero la distancia entre esas especializaciones y las pequeñas residirá en la entrada de un circuito determinado que podrá pagar ese nivel de especialización y eso sólo puede ser una parte reducida en número, amplia en volumen, de la producción audiovisual.
A fin de cuentas, la reducción de costes de los productos audiovisuales tiene como límite la alta intensidad en mano de obra que tiene: al final, sólo pueden reducirse los costes si en la combinación tecnología y habilidades personales una persona hace lo que antes hacía más de una. Y volviendo a las subvenciones y la creación artificial de corralitos protegidos: sostener niveles de costes artificiales para productos que no podrán competir en el verdadero gran entretenimiento sólo puede servir para mantener especializaciones y sistemas de distribución poco rentables además de, probablemente, sueldos hinchados en materias que no lo requieren. ¿Dónde se está viendo ya claramente el proceso de concentración de habilidades y la sinergia de equipos multidisciplinares? El mundo del vídeo para usos industriales y corporativos, con su exigencia de precio y resultado ya lo está forzando. Son mis amigos, pero no me acusen de favoritismo ni simplificación: Agoranews es un ejemplo claro de los muchos que están brotando que aprovechando la potencia de la tecnología y las capacidades amplias de las personas. Joan Jiménez, también brilla en ese campo. Las web tv’s que tanto luchan por encontrar viabilidad, no tienen más remedio que exprimir sus capacidades.

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