Una mirada rara a la causa de Pablo Herreros
6 noviembre, 2011 – 17:18 | 18 Comentarios

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De Fernández a Oliart: por qué se va, por qué viene.

Escrito por el 11 noviembre, 2009 – 22:15Sin Comentarios
De Fernández a Oliart: por qué se va, por qué viene.

Es evidente que existe cierta sensación de asombro e incredulidad ante el nombramiento de un señor de más de ochenta años para llevar la televisión pública, asombro que se trasluce entre los del sector porque, como ha confesado, no sabe nada de tele. Tengo la sensación de que a cierto sentido corporativo le duele el hecho de que no sea uno de los suyos el que ocupe tan distinguido puesto. Pero advierto: ni falta que le hace. Las reglas han cambiado.
Por el principio: ¿Por qué se va Fernández? En mi mejor entender y conocimiento, porque quienes reformaron la televisión pública en el terreno de las leyes no querían una televisión compitiendo contra el sector privado con sus mismas reglas, porque la gestión económica no ha sido tan buena como se quiere decir y porque, después de todo, una televisión gubernamental es una televisión gubernamental: si el Gobierno quiere, termina condicionando la gestión. Más ahora que todo el presupuesto es una gracia pública. A todo esto se le puede añadir toda la literatura y drama humano que se quiera sobre cómo se gesta el desencuentro entre Gobierno y jefe de la tele y tienen el cuadro. Pero apunten: la gestión económica y organizativa no es destacable, mucho más si el modelo que se impulsaba implicaba tener claro lo que era comercial y lo que no era.

¿Por qué viene Oliart? Primero porque las condiciones legales obligan a un consenso necesario y no hay tantos candidatos. Lo segundo, porque quienes impulsan el perfil del sucesor quieren cambiar de un modelo clásico de profesional televisivo a un modelo de gestor de servicio público, a un modelo que tiene que contactar con la sensibilidad de la sociedad, transmitirlo al Parlamento y asegurarse de que los principios que marcan Estatuto y Contrato Programa se cumplen en su letra y en su espíritu. Algo que no pasaba plenamente. Encontrar un candidato de alta talla y experiencia política, con experiencia de gestión en los entornos públicos para responder a la sociedad no es nada fácil y el único que debía quedar era un caballero de ochenta años que es, además, un gigante del servicio público español. Lean sus memorias, que son excelentes.

Estamos ante un hombre que no tiene nada que demostrar ni nada que perder, con una hoja de servicios y preparación intelectual excelentes: perfecto para ser independiente. El negocio de la tele no es tan complicado, en serio, lo que tiene que aprender lo aprenderá y tiene todas las condiciones para hacer lo que de verdad tiene que hacer un servicio público financiado con impuestos en una sociedad democrática. Además, para todos los que bramen por su desconocimiento, que tengan en cuenta que ya no tiene que responder a la audiencia, que es lo que requiere enorme experiencia, sino al servicio público. La publicidad terminó y la necesidad de ser el mejor para recaudar más también terminó.

Otra cosa es que el modelo de televisión pública que se intenta de nuevo hacer bien siga siendo un modelo del siglo XX, por mucho internet que tenga. Plenamente prescindible como saben los que me siguen. Los ochenta años de Oliart seguro que contienen una muestra de sabiduría, experiencia y, como he dicho, independencia que pocas personas pueden dar. Pero tiene riesgo de ser presa fácil de las trampas de las mutaciones del tiempo y de las críticas de los contemporáneos. A ver qué tal le sale. Otro caso apasionante.

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