De Vodo a Teendocs: nueva distribución y no tan nueva financiación de la cultura y la independencia creativa
Un artículo llamativo en El Confidencial de hoy asegura que Hollywood se ha echado a temblar con Vodo, un proyecto de Channel Four, el Arts Council británico, el fondo Emerald y unos cuántos y reconocidos piratas: el artículo está bien, pero creo que no terminan de ver el bosque. Hollywood no teme, no puede temer, a la distribución de documentales y contenidos minoritarios independientes financiados con donaciones, lo que teme es la pérdida del control de la distribución. Eso es lo que hace el P2P al movilizar archivos que se mueven sin disponer de autorización previa del titular de derechos y que ya derrumbó a la industria musical: en la tierra de los sueños, saben perfectamente lo que es el efecto Napster.
Ese temor es muy anterior a Vodo y lo que sí mirarán de este proyecto es en qué medida hay potencial para crear un modelo de negocio interesante para ellos. La novedad de Vodo no reside en la forma de distribución, sino en cómo han juntado las piezas. Vodo es un curator, un filtrador de contenidos que selecciona (supongo que, también, convence) a una serie de autores para que dejen sus obras para descargar libremente. Ese proceso de selección lo que hace es un filtro de calidad de los contenidos: nos aseguran el conjunto de críticos que forman el núcleo duro del proyecto que lo que vamos a ver merece la pena. Desde el principio de la hiperabundancia, la insistencia en el valor de la recomendación se ha considerado decisiva. Netflix quiere un algortimo, los fans del contenido indie tienen una útil referencia en este espacio (y en otros por supuesto).
La gracia reside en que una vez producida la recomendación esos contenidos son publicados de modo preferente en las principales redes de descarga de torrents. Es decir, reciben marketing. Es como aparecer arriba en los buscadores o tener spots en una cadena de televisión antes de un estreno. La masa de descargas lo que genera es un enorme potencial de microdonaciones que contribuyen a financiar a los productores. En El Confidencial dicen muy ufanos que hacen las producciones rentables: habrá que verlo porque, como siempre, unos sí, otras a lo mejor y , la mayoría, no. Productores que, además, se han podido financiar de donaciones previas y ayudas públicas. Vodo, que no acepta todos los proyectos, lo que hace es crear un grado de escasez otorgando la legitimidad de lo que es bueno y lo que no, esquema que antes (y todavía hoy) crean los festivales y los críticos periodísticos.
Pero los cientos de miles de descargas que se anuncian deben verse con la misma prudencia que cuando Hollywood nos habla de sus increíbles pérdidas por los descensos no autorizados: no todo iba a convertirse en venta, mucha gente no llega ni a verlo. En realidad, como todos sabemos, se descargan los éxitos y no los fracasos. La esencia reside en que en un entorno donde, por resumir, no hay negocio, en un entorno de producciones donde el autor tiene como mayor satisfacción el reconocimiento y el mantenimiento de su actividad como creador (es decir, no tiene que hacer millonario a sus accionistas y, si vive de ello, es un triunfo) se está optando por la mayor oportunidad y, en realidad, el único medio donde el creador puede ser libre para crear: el lanzamiento masivo a redes sin tener que pasar por salas o por el cuello de botella de los slots de emisión de las cadenas públicas y de cable, el reino de la escasez y de los policías guardando las puertas.
En otras palabras: la existencia de redes masivas genera el máximo de oportunidades para la creación y el consumo cultural. Espero que llegue el día en el que los propios autores empiecen a desmitificar ellos mismos la ya mortecina magia heredada del cuerpo insepulto de Bogart y Marilyn: la melancolía del cine clásico que tenía en la sala a oscuras su catedral de veneración. Otro concepto de festivales y encuentros como eventos físicos para promocionar los contenidos son decisivamente más interesantes para la creación que el modelo festivales/salas, Zemos se viene preguntando por ello hace tiempo.
Los escritores, jaleados por CEDRO, siguen pensando que sus editores son los que conceden el prestigio cultural al elegirles para encerrarlos en papel y trasladarlos en furgonetas: cuando los recursos de publicación eran escasos, alguien tenía que filtrar , hoy la reputación proviene cada día más de otras fuentes. Añoran al librero sabio, ese tipo que debió existir en una de cada diez librerías, porque recomendaba y orientaba: hoy están en los blogs y los propios usuarios como Amazon sabe bien. Suspiran por el mito del editor sin comprender que la labor tan celebrada de algunos de ellos como asesores del talento no requiere convertirse en editor de bienes físicos. Hablan del marketing como si lo hicieran y olvidando que, al final, para un editor o un productor, los autores son como las vacas al ganadero: puedo amar la naturaleza, pero su destino es el matadero.
Pero el desarrollo de estos proyectos de soporte a la autoría y a la creación artística sólo confirman las vías tradicionales de financiación de este tipo de obras, los mecenas y los gobiernos. La palabra mecenas le da mucho asquito a algunos que prefieren repartir el dinero de otros (usted, yo, los que pagamos impuestos) bajo sus propios criterios estéticos que, seguro, denominarán científicos. Pero mecenas hay y habrá siempre y los procesos de crowdsourcing y crowdfunding abren la puerta para popularizar la financiación de lo minoritario. Sugerencia al Ministerio (ese ministerio): inviten a donar a sus ciudadanos en vez de hacer spots sobre ideas que han sido apropiadas. Precisamente la ausencia de urgencia comercial, permite que estas fuentes clásicas de financiación no tengan remilgos en acudir allá donde se consigue a lo que aspira la creación y el arte: a ser contemplados. Y las redes lo hacen más posible y más intenso que nunca. Teendocs es otra evidencia.
Con el soporte del American Film Institute (en cierto modo, parte del establishment), YMCA y Discovery (el establishment del todo), se ha creado un programa que invita a los adolescentes a realizar piezas documentales de menos de diez minutos para contar una historia de la vida real del mundo en el que viven. Dos piezas excelentes voy a dejar aquí, lo que no garantiza que todo sea bueno: en realidad, la mayoría es siempre malo o poco interesante. Pero ese es el drama de la creación. Lo trascendente es que este tipo de actividades ponen profundamente en evidencia uno de los aspectos que todos los que proponemos la revisión de la legislación de derechos solemos argumentar: todo el mundo se convierte poco a poco en autor. Todo el mundo tiene el derecho y la opción de narrar su vida, su existencia y sus puntos de vista y, como sucede con todos los procesos de innovación y creación, se trata de un proceso incremental a partir de lo que se ha hecho en el pasado. Reciclar el pasado, sus imágenes, palabras y sensaciones, precisamente lo que niega el copyright, que impide el uso del pasado, ni siquiera para su reelaboración libre en entornos que nunca serán un negocio, modifica la idea de autoría que damos popularmente por buena en forma de pedestal. Isabel, que se vió a Stiglitz con papel y lapicero, no ha parado de repetir desde entonces que lo más importante de la producción de conocimiento es el conocimiento en sí. La legislación de protección de derechos se hizo para estimular la creación por sí misma, no para proteger los negocios derivados de ella. Y aquí lo tenemos: creación viva a pesar de las redes tan temidas, apalancada en ellas para hacerla más extensa y más grande, sin que se pueda decir que hablamos de un negocio (o no siempre) y que tropieza y tropezará de modo recurrente y reincidente con el problema de la liberación de los derechos. Soltad a Mickey Mouse.
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Pues me lo he leído varias veces y en días distintos. Y me sigue dando mucho que pensar. Al igual que explicas que la novedad de Vodo radica en cómo han juntado las piezas, lo que me da que pensar de este artículo (o post, que se dice ahora) es la recolocación mental de conceptos.
No es nuevo el miedo a la pérdida de control de los que dominan, ni que pierdan una batalla para hacerse después con la guerra. Como tampoco lo es el juego escasez- monopolio-riqueza, el papel de prescripción o el curator del que habla Juan, el mecenazgo y la necesidad de reconocimiento.
Nada nuevo pero un resultado diferente. No hay nada que no comprenda, pero tengo la sensación de que se me escapa algo. Como si la clave de la búsqueda del modelo de negocio fuera el no-modelo. Como si tuviera un componente no medible que hará que, cada vez que los grandes den con una clave ya estará triunfando la siguiente. Una especie de juego de gatos y ratones de ida y vuelta. Y supongo que tiene mucho que ver con el conocimiento que fluye a pesar de los frenos que se le intentan poner. Y con las actuales facilidades de comunicación e intercambio, claro.
Comentas, por ejemplo, que la masa de descargas genera un enorme potencial de microdonaciones que contribuyen a financiar a los productores que, además, se han podido financiar de donaciones previas y ayudas públicas. Es decir, el potencial de lo nuevo bien combinado con las trampas de lo arcaico genera mejores posibilidades de beneficio (y para mí el concepto de beneficio es amplio, no sólo dinero, que también).
Necesito filtrarlo, y aplicarlo en observaciones concretas. Es posible que vuelva más adelante con otro comentario y desde luego se me colará la reflexión en más de un tema que aborde en mi blog. Es como haber colocado un nuevo objetivo en una cámara (o haber limpiado el que tenías).
Me gusta la sugerencia para “ese” ministerio. Podías hacer un grupo en FB, con lo que te gusta…! 😉
De los vídeos me quedo con el segundo, pero es mera subjetividad, no por el valor estético o técnico. Hay temas que cuesta más mirar de frente.
Y ahora me voy a mirar tu comentario. No he querido leerlo antes para no descentrarme de este.
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