¿Una guerra Cope-SER en medios sociales?
Ver a Pepe Domingo Castaño defendiendo los colores de una cadena que no sea la SER, se hace completamente extraño para personas que vamos alcanzando esa edad que hay quien denomina de la madurez (risas, pitos y chuflas, se lo ruego). Yo, en cambio, creo que es la del inicio del deterioro: descontando los días en que tendré que ponerme gafas. Uno lleva escuchando o teniendo referencias de este señor desde que era cantante y hacía radio y televisión musical casi siempre unido a esa empresa radiofónica triunfadora por doquier: ha construido y asesinado estrellas al tiempo que, al menos de momento, nunca ha destrozado cuentas de resultados.
El predominio de mis relaciones profesionales – y, en tantos casos, personales – con personas absolutamente vinculadas al mundo de la red y de la euforia de los medios sociales, lleva a diversas conversaciones (tertulias, si lo prefieren) sobre este gran tema del momento: ¿quien ganará la guerra SER/COPE por el deporte? Quizá más concretamente por el fútbol en directo, pero para una emisora como la COPE la reforma de sus espacios «generalistas» asociada al chorro de audiencia y anunciantes que va a provocar la fuga de cerebros desde la emisora rival la guerra seguramente es contra sí misma: si consigue recuperar la caída que supuso la salida otra estrella, el denostado Federico Jiménez Losantos, logrando consolidar una programación en todas las franjas que eleve el efecto del fútbol por encima de su propia audiencia natural y les devuelva el brillo a la cuenta de resultados. Dejo para otro momento consideraciones de si los futboleros que vienen de la SER se sentirán afines ideológicamente a la línea editorial de la COPE.
Un apartado del análisis de estos partes de guerra con los cafés es quién triunfaría en medios sociales. Y aquí conviene plantearse seriamente en qué consiste el verbo triunfar. El negocio de la radio se rige por una cosa muy sencilla: EGM. Como saben los conocedores, una encuesta en la que la gente dice qué es lo que ha oído, nada parecido a eso de los audímetros de la televisión. Como toda encuesta, tiene un trabajo de campo y hay que creerse lo que dice la gente. Por eso las campañas publicitarias en vallas y prensa de las emisoras de radio procuran desarrollarse con cierta intensidad en las semanas en las que a la gente le preguntan a quién ha oído. Se espera con ello influir en la respuesta. Los críticos del método de encuesta señalan – con acierto, seguro – que al tratarse de una interacción social la respuesta del encuestado está condicionada por factores diferentes y, a menudo, no dicen la verdad: el caso de las encuestas políticas es muy conocido. La querencia social a «quedar bien» no puede desdeñarse.
Por tanto, una competición en medios sociales por la supremacía en la red tiene, a mi juicio, y más allá de los aspectos simbólicos y estéticos, de los egos y de la posible y necesaria intimidación del enemigo o la distracción del anunciante, un solo fin: influir en las respuestas que potencialmente se puedan producir entre internautas en el dichoso EGM. Crear un estado de opinión que conduzca a respuestas favorables, sean del todo ciertas o sólo simuladas, porque la gente se apunta al caballo ganador. O eso dicen. Queda otra opción, claro: generar enlaces a páginas web o podcasts monetizados por las emisoras, pero sospecho que la rentabilidad de las emisoras, hoy por hoy, no se decide en la publicidad de internet, un ingreso cuasimarginal.
En las notas que van apareciendo con los detalles de los movimientos militares de las cadenas enfrentadas, aparte de alardear de los anunciantes que tienen unos y otros (esas son las auténticas colinas a tomar y no tanto el número de fans de Facebook), se ha publicado una que habla del orgullo de los nuevos coperos por su éxito en la red: habrían conseguido ser trending topic de twitter ¡a nivel mundial!. Señalan también el número de personas que se requiere para esto – presuntamente, mil usuarios diferentes y mil novecientos mensajes con el tema – y se resaltan los, ciertamente destacados en ese entorno, 18.000 seguidores en Facebook.
Mucha gente me dirá aquéllo de los influyentes, los jóvenes, el futuro y todo esto. Efectivamente, son cosas importantes. Pero un negocio que tiene como vara de medir los millones de personas y cuya rentabilidad no se discute en Facebook ni en Twitter, ni siquiera en internet, sino en una encuesta de masas, lo que puede tener en medios sociales, hoy por hoy, son escaramuzas. Si tenemos en cuenta que el twitter oficial de la Cadena Cope, cuando lo miro en este momento, está atascado en 1.218 seguidores y parece que nadie lo ha actualizado desde junio, no sugiere que nadie esté temblando en la Conferencia Episcopal por lo que pase en la red con la emisora.
Una mirada a las múltiples cosas que hace la cadena rival en la red bastaría para darse cuenta de que la presencia es mucho más activa y rica que la de los contrarios. Incluso que la del resto de competidores. Con todo, toda la presencia de emisoras convencionales privadas en medios sociales parece más teñida del esfuerzo individual de las redacciones y los experimentos que de una estrategia integrada. Abrir el foco de las radios en el entorno de las redes hacia el resto de medios de comunicación o al propio mundo del espectáculo (los que crean que esto es periodismo me parece que van de ala, que se dice) permite ver otras realidades: si la competencia es por el numero de seguidores, medios escritos como El Pais – del mismo grupo – o Muy Interesante, por no hablar de Andreu Buenafuente o el denostado Calamaro van muy por delante. Extraordinariamente por delante y, creo yo, con más capacidad para crear valor de sus masas de seguidores.
Las llamadas redes sociales son un medio utilísimo para las redacciones de los programas en su manera de relacionarse con la audiencia, obtener feedback y enriquecer sus contenidos, probablemente es tan absurdo no trabajar en ellas como el hacer televisión en blanco y negro, pero en lo que se refiere a la esencia del negocio, a la esencia del triunfo, la batalla no se va a decidir en una página de Facebook ni en el número de re-twitts. La batalla es el liderazgo de audiencia tal cual se mide y el resultado en rentabilidad que se cree. A lo mejor, ganan las dos: la fuga de profesionales ha provocado una reducción de costes salariales que seguro que compensa una parte considerable de los márgenes perdidos y no depende su estructura de ingresos tanto de los fines de semana de fútbol. Para la otra, volver a ganar dinero razonablemente bien y consolidar una programación y recuperar influencia es una victoria. A largo plazo, las estrellas suben y bajan. Las emisoras, al menos en el mundo analógico, quedaban.
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Das en el clavo, Gonzalo. La radio es un extraño medio publicitario que vive a partes iguales de publicidad local, que depende de la agenda social de los comerciales, y de la publicidad de la cadena, que depende enteramente de las cifras mágicas del EGM. Apenas tres oleadas anuales, en una macroencuesta omnibus donde lo mismo te preguntan si usas maquinilla de afeitar que si escuchaste ayer la radio.
Viendo las discrepancias entre los resultados del EGM y los audímetros para la TV es para deconfiar. También es para desconfiar qye una encuesta (ICP) telefónica que preguntyaba por la escucha del molmentos se parecía como un huevo a una castaña al EGM.
Tiene la red capacidad para generar recuerdo de marca suficiente para mover los resultados del EGM? Siempre habrá gente que afirme seguir escuchando a Castaño, EN LA SER.
Más datos para el debate,
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