Pero hagamos otra lectura: la nueva industria audiovisual es también la de la democratización de la producción por la reducción de costes de los medios y, esencialmente, la progresiva reducción de barreras de entrada para ser visto. El cine uruguayo, como el cine latinoamericano, español e independiente en general, no disponen de estructuras de distribución sólidas y afines que permitan que, una vez producida la cinta, se pueda acceder con garantías a la recaudación del dinero. Si las galletas se fabricaran como el cine, es decir, si hubiera que fabricar galletas a la espera de tiendas donde ponerlas, seguramente no tendríamos galletas. Pero el cine es al revés, tu produce que, majors aparte, veremos quién te lo vende: lo más comercial, lo que tiene más apoyo de dinero en promoción y reclamos para el gran público deja fuera de ese mundo escaso que son las salas a quienes no lo tienen.
Por tanto, con menos oportunidades de ser visto, el riesgo financiero es, normalmente, puro amor al arte: no llega a categoría de riesgo, es un fallido directo o San Subvención. Hasta qué punto la formación teatral de Andrés tiene que ver en este remedo de La Barraca de Lorca, espero que nos lo cuente él en comentarios, pero la idea se parece poderosamente: llevar a los lugares más recónditos de Uruguay y otros países iberoamericanos una programación de cine de películas propias, de modo grautito, con una buena experiencia visual y sonora. Debe decirse que no hablamos de Europa con su infraestructura de comunicaciones (y, por tanto, de acceso a internet, ese espacio donde ser visto es posible), hablamos de lugares donde la tecnología está pendiente.
Crear tu propia estructura de exhibición abre las puertas a poder tener una viabilidad financiera. No es el único: Rafael Tres, en Guatemala, tuvo que comprar sus propios proyectores digitales para conseguir que los cines proyectaran su película. Ahora se irá colegio por colegio con la historia de su chica futbolista: no todo es narco y guerrilla en América Latina. Mientras se pugna por abrir espacio en mercados internacionales, los reducidos costes de producción y la construcción de canales de distribución propios (véase el caso de Nigeria) son la puerta para levantar audiencias locales que, de otra forma, nunca tendrían acceso a estas producciones. Y, por el camino, tener base para invertir en las películas sin depender de otras instancias. Más detalles en el vídeo.