Una mirada rara a la causa de Pablo Herreros
6 noviembre, 2011 – 17:18 | 18 Comentarios

Ver que un puñado de anunciantes ponen los pies en polvorosa porque un blogger la lía… eso no se había visto por estos lares. De la madre de El Cuco, El Cuco y sus crímenes …

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Activismo en vídeo y otras mutaciones

Escrito por el 2 noviembre, 2010 – 10:252 Comentarios
Activismo en vídeo y otras mutaciones

En Noticias Transmedia hacemos una referencia a una modelización del uso de la narrativa transmedia como arma para la comunicación y traslado a la acción de quien se moviliza por un objetivo social o político. Más propiamente: para sumar adeptos por la “la capacidad de unificar una historia al servicio de una causa”.

Quienes me siguen habitualmente serán conscientes de mi interés y recurrencia en señalar la importancia de lo que defino como videosfera distribuida (no deja de ser una especialización del mundo blog) para lograr una comunicación en imágenes sin barreras de entrada. Una cuestión que se hace evidente cuando se trata de protestar o de defender una causa pero que es igualmente trascendente, importante y útil cuando la motivación es no ya artística sino puramente comercial. Lo comercial, tan despreciado, es aquello por lo que terminamos comiendo todos los días, así que creo que no debe ser tan malo.

Es frecuente encontrar entre las preocupaciones de periodistas y representanes de los medios de masas (¿tradicionales debiera decir?) la credibilidad de «internet» como primer problema de algo que, también te dicen, es maravilloso: aquello del salto de la humanidad pero qué miedo me da que cuestione lo que hago. Jarvis expresó este miedo aclarando a sus colegas de oficio que no se puede ver internet como un medio (es decir, editado pulcramente) sino como un sitio.

La propuesta de construcción de narrativas transmedia para desarrollar causas señala como elemento decisivo la contribución del desarrollo de la historia y las historias del público. Es un no brainer darse cuenta de que cuando se construyen relatos de modo colectivo, cooperativo o por las masas (pongámosle ese nombre insatisfactorio a crowds) la posible manipulación de los hechos cuando no la mera propaganda con falseación de la realidad, puede ocurrir con sencillez. Y entraríamos de lleno en la acusación y el temor de la falta de precisión, certeza y comprobación que a políticos y representantes de los medios que he llamado tradicionales gustan de hacer, tantas veces con tintes trágicos.

¿Credibilidad de quién?

Una primera observación consistiría en comprobar si las supuestas comprobaciones y profesionalidad de los medios institucionalizados como cuarto poder nos protegen de evitar esas manipulaciones. No hace falta remontarse a la UFA o al No-Do español, como tantos otros antecedentes, para advertir la promiscuidad de los gobiernos con los medios y comprobar con sonrojo que la diferencia con los medios públicos y privados actuales solo reside en el tono o el acento del que habla. También en los entornos que consideramos democráticos y en la conexión entre medios, sus propietarios y los anunciantes, ver cómo se dan por buenas y se cuelan historias de pura publicidad es rutinario, por no hablar de la subordinación de la agenda de los medios a la agenda marcada por su pugna con los gobiernos por más y más concesiones. Y todo eso antes de hablar de periodismo mediocre o directamente malo.

La mejor forma de combatir la propaganda no reside en el amor profesional de los periodistas «oficiales» a lo que dicen que es su trabajo, sino en la existencia de espacios de creación y distribución abierta que permita expresarse y debatir todas las sensibilidades y eso solo puede hacerse en un entorno red, no en el negocio de los medios de masas con concesiones gubernamentales e intereses cruzados con la política y el resto de contenidos editoriales.

En el artículo de referencia, se incluye un interesante vídeo donde un grupo palestino crea una especie de «Avatar» en Palestina (los palestinos son los navii, como cabe esperar) en una forma de narrar (o de promover la causa) que sólo puede entenderse siendo vídeo. Inmediatamente vino a mi mente un documental que enlazaba José Miguel Guardia hace tiempo sobre el llamado «pallywood», la creación de noticias manipuladas en vídeo en escenarios reales, dando lugar a una historia diferente de la auténtica. Como se puede comprobar al verlo, el vídeo es la mejor forma de relatar la tesis que se propone.

¿Mi memoria se vuelca en esa pieza porque cuestione la primera? En realidad, sólo tienen que ver en la búsqueda del impacto en los medios. Como en tantas ocasiones advierto, no me interesa aquí profundizar en la legitimidad de los argumentos de las causas (por cierto, dada la sensibilidad del tema, moderaré los comentarios que quieran hacerlo en clave política sobre este tema, no es de lo que hablamos), sino en cómo el vídeo muestra propuestas de contribución a debates y cómo la reunión de las diferentes piezas permite enriquecer y ampliar esos debates.

Activismo en medio de la convergencia cultural

En realidad, ambos casos son ejemplos de lo que Jenkins nos ha llamado convergencia cultural, pero en medio de la confusión sobre las credibilidades y las comprobaciones, estos ejemplos sirven para mostrar cómo se desintermedia la creación, la construcción de relatos y cómo es simultaneamente simple y complicada la tarea de contrarrestar y pulir los hechos y los relatos de cada grupo social desde entornos al menos teóricamente no intervenidos. Y eso es más sano, útil y provechoso que el espacio cerrado que nos quieren hacer consumir con la intención de protegernos de la desinformación y los errores. Después de todo, presentarse como la verdad es una osadía que solo las religiones han pretendido con sus dioses y sus cultos.

Precisamente, el mismo Henry Jenkins acaba de publicar una trilogía de entradas dedicadas a su propia investigación y opiniones sobre el empleo del vídeo en torno al cibertactivismo y a lo que él también viene a calificar de activismo transmedia. No parece el académico en absoluto preocupado por la veracidad de lo que se transmite, sino por problemas de más calado que refuerzan la idea de un acceso democrático a la transmisión de mensajes que tienen que ver con el carácter distribuido o no de las estructuras de la red. Él no lo denomina así y no emplea la nomenclatura de topología de red para abordarlo – quizá debiera – pero la relación de problemas deriva directamente de ello.

Al final, depender de grandes agregadores tiene problemas evidentes: el primero es el riesgo de censura pero, de modo muy interesante señala que la primera causa de censura no proviene de una motivación política, sino por reclamaciones de copyright por las músicas empleadas o por el tipo de contenido desagradable (ya se sabe que los usuarios pueden advertir de aquéllo que puede ser «inapropiado» para ojos de terceros y las guerras no son bonitas). El segundo, la toma de datos que pueden caer en manos de gobiernos y fuerzas de seguridad. Después de todo, es a lo que los agregadores se dedican, a reunir datos para perfilar usuarios y vender impactos publicitarios.

Los otros dos problemas vienen de una explotación del trabajo digital (es decir, lo gratuito – buscadores, redes sociales – se paga en forma de colaboración que supone la realización de trabajos que saludamos como parte del mito de la comunidad que comparte cuando el receptor/instigador no lo comparte, es decir sería lo contrario al software libre y como ejemplo puede servir la traducción de idiomas de Facebook) y, por último, por los formatos tecnológicos empleados en los agregadores de vídeo: estándares cerrados, software libre cubierto de capas de software propietario, etc. que dotan de un poder, incluídos las condiciones de uso, que precisamente muestran lo poco democrático de su estructura para lo que se supone que es la libertad de expresión. Nadie dice que fueran diseñados para ello, pero se emplean como si lo fueran en medio del discurso que todos hacemos de democratización del acceso a los medios. Y la democratización sólo resulta de la arquitectura de la red.

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