Las paradojas del cine europeo
La publicación anual que realiza el Observatorio Audiovisual Europeo de los datos del comportamiento de la recaudación y asistencia a salas en Europa es una muestra de las interesantes paradojas, con la debida cautela con la que se deben tomar las series estadísticas, que aborda el mundo del cine ante la convergencia tecnológica y la personalización del consumo. Les planteo mis inquietudes, pero antes debo insistir, aunque lo haré en todo momento en el texto, en que hablamos sólo del mercado de salas, y no de una mirada completa a la explotación de las películas, es decir, las ventas de DVD y el importe de los derechos pagados por las televisiones (es clásico en el discurso español confundir recaudación de taquilla con explotación). En esa mirada completa, la piratería tiene un efecto pero, como solemos decir algunos, tiene más de síntoma del cambio del mundo que de una hecatombe cultural: la gente sigue viendo películas y, asómbrense, se siguen produciendo.
Cuesta mucho encontrar una correlación clara entre piratería y recaudación de salas y asistencia de espectadores: el ascenso de precios del 3D permite subir la recaudación de forma que compensa una leve caída de espectadores: más 6,1% de subida en recaudación, un descenso de 1,6% de espectadores. Cuando se mira la serie de asistencia a salas país a país entre 2005 y 2009, lo que se ven son altibajos, si ir al cine está en decadencia, no se corresponde con claridad con la brutalidad atribuida a los años del P2P. Cabe plantear la hipótesis, vistos los datos a ojo, de si el sostenimiento de la asistencia se debe especialmente a los países europeos provenientes del antiguo telón de acero y, si esto es así, profundizar en las causas. Sin ese análisis cuidadoso (por lo que pueda tener de menor acceso a las redes, por ejemplo, aunque dudo que no hubiera redes de top-manta), las conclusiones serían dos: una, existen mecanismos de negocio para mantener el espectáculo frente a un descenso de personas que aceptan ir (a todo esto, es la síntesis europea, país a país hay movimientos de un lado a otro, pero nada se me antoja extraño) y, dos, el espectáculo cine es, cada vez más yo creo, muy dependiente de los títulos y la capacidad de generar espectáculo en un mundo de ofertas de ocio amplísimas. No se va probablemente al cine sin saber qué se va a ver y puede haber cosas mejores que hacer. Como hemos advertido, otra cosa es ver lo que sucede con el DVD, en lo que sí sería un síntoma evidente de que el cambio de la distribución física a las redes termina con una forma de hacer las cosas. Lo malo para el negocio es que parece muy difícil poder cobrar lo mismo en un alquiler digital que por una venta en DVD. Y parece que la gente ya no quiere poseer.
El cine americano sigue siendo el dominador y los europeos reducen su cuota de modo puntual: las películas europeas se quedan con el 25% en un episodio más de business as usual, la serie del último lustro sólo muestra variaciones entre este 25% y el 28%: no cambian tanto las cosas. Sólo hay unos ¿europeos? capaces de ganar a la industria norteamericana: los turcos, que mantienen una cuota del 52%. Me encantaría profundizar en este mercado para saber si se trata de proteccionismo o de una preferencia del gusto más conectado con la audiencia local, seguramente con referencias culturales distintas. Es evidente que la oferta basada en las 3D es capaz de mantener el negocio americano y cuesta competir con la oferta tradicional. Una más de la sospecha sobre la capacidad de la fragmentada industria europea para concebirse como negocio en vez de su sistemática orientación cultural, que ofrece una nueva paradoja:
A pesar de sus problemas de mercado, el cine europeo sigue aumentando su producción año tras año: lo evidente es que, a pesar de las alarmas y los gritos desesperados, la cultura, tal y como la retratan los histerismos antipiratería, no se muere. Otra mirada es si eso no es un síntoma de desconexión con la realidad del mercado creada por la protección. Entre ficción y documentales, el último año hablamos de 1.203 producciones, lo que es más o menos un 20% más que en 2006. Más obras, sin contar lo que la gente hace solo para la red (que se supone que debiera valer) y a pesar de la laxitud del copyright. Es intelectualmente legítimo, pues, seguir planteandose preguntas sobre el discurso oficial acerca del mal pirata. Una industria basada en la implicación intensa del sector público (tanto a niveles locales como en la Unión Europea) no parece tener que temer demasiado a que sus financiadores – el público al que se suponen que van – las consuma por la vías que sean, precisamente porque es una cuestión cultural ¿correcto?. Es decir, si la incapacidad industrial para convertirse en un negocio de entretenimiento capaz de competir de tú a tú con el verdadero generador de la industria mundial (los EEUU) es crónica y seguramente imposible de resolver (por eso nos inventamos la excepción cultural), si la respuesta a eso es el soporte público intenso, no parece demasiado necesario reforzar el control legal de las obras (qué decir de la extensión de plazos) cuando, visto desde una manera pragmática, el único beneficiario es tu peor enemigo en el mercado, el que sí demuestra una orientación a negocio pura y dura. Dicho con otras palabras: antes de la piratería por las redes, ya existía un problema de rentabilidad estructural. Como poco, el cine español no puede presumir de haberla tenido en décadas.
Una vez más, el cine español no es excepcional: su cuota de mercado, más reducida este año, es minoritaria, como la de todos los países europeos, donde hay muchos con mucha peor cuota. Ni siquiera el mito francés es capaz de pasar del 35%, aunque más de uno lo quisiera para aquí. La cuestión, por supuesto, no es conformarse si eres el regulador o un participante de este mercado, pero no cabe alegar una desgracia genética española, esa tendencia a creerse que Spain is different para todo, ni siquiera a un mal propio e intrínseco de nuestro cacareado sistema de subvenciones, el no poder con los americanos.
Por favor, las opiniones contrarias son mejor que bienvenidas. Una observación más detenida de los datos, también, especialmente para contradecir o extraer conclusiones más sutiles.
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