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Hace 30 años que El País dijo que la industria musical estaba acabada: al hilo de la caída de Pirate Bay, Series Pepito…

Hace pocos días recordábamos el fracaso de Aute como explorador del futuro: la música, que no iba a existir, existe.

Mientras los sospechosos habituales nos regocijábamos, alguien recordó que no sólo era el aniversario del fracaso del Aute profeta, sino que se cumplen también treinta años desde que El País tituló que “La Piratería acaba con la industria discográfica“. Spotify está ahí, saquen ustedes sus conclusiones. Y recuerden que en la fecha de autos – la de la predicción – internet no formaba parte de nuestras vidas.

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Aute no sirve para profeta: cinco años después la música sigue viva

Hace dos años (es decir, con éste es el tercero) empecé a publicar en esta misma fecha (uno de diciembre) un recordatorio de que una profecía (las cursivas son perentorias aquí, nadie quiere decir que Aute sea un chamán) por la cuál la música habría desaparecido por culpa de los piratas. Ha llegado el uno de diciembre posterior a los cinco años de la declaración en cuestión y la música sigue aquí. Evidencias rotundas de que no, de que la cultura no tiene nada que ver con la propiedad intelectual. Por lo demás, Aute es un gran artista. Eso tampoco tiene nada que ver con la propiedad intelectual (¿Y si se lo cuento a los de Antena3?).

Corolario al síndrome de Aute

La clave es observar esto: “la escasez en la que crecí”. De la escasez a la abundancia, al cambio de reglas y al cambio de la forma de organizar tu cerebro. La antísesis del camino de reflexión de Aute al que tanto hemos atendido. Entrevistan a Diego Manrique:

El acceso gratis a toda la música no está trayendo un mayor interés por esta, salvo en aquellos que ya lo tenían. ¿Y entonces?
No lo veo así. Hay todo un underground de fans, co­leccionistas, estudiosos que cuidan de preservar el legado de artistas y tendencias. Son verdaderos curators que están adquiriendo responsabilidades que antes estaban en manos de las discográficas y revistas. Comparado con la cultura de la escasez en la que crecí, esto es el paraíso. Seguramente no se puede sostener (aunque Jeremy Rifkin lo discute), pero la vida ahora como consumidor consciente resulta más fácil.

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Argumentos para discutir paradigmas (o para que sí haya debate)

Ahora que hay quien nos propone debatir mucho cuando, en realidad, quiere discutir poco, nada más recomendable que airear el pensamiento y acudir a quienes sí se plantean discutir paradigmas. Un interesante paper de Javier de la Cueva (El Derecho como paradigma de conocimiento libre) para Argumentos de Razón Técnica y un par de comentarios del propio Javier en su presentación del texto que son perfectos recordar por qué hablar de descargas o de carreras de fórmula uno visionadas en servidores chinos es el camino absurdo para resolver este conflcito social de nunca acabar:

 

...es falaz la correspondencia que se realiza habitualmente entre propiedad intelectual y calidad de una obra

[…]

…debemos repensar críticamente instituciones como la propiedad intelectual y evitar la deriva de una regulación que, con tal de proteger las inversiones de la industria del entretenimiento, se está mostrando tóxica para el conocimiento científico, haciendo que sea más relevante el circo que el pan.

 

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“Crea Cultura” es, definitivamente, un foro inútil

Hablan de crear cultura como si estuvieran pintando la Gioconda o dando los últimos toques a Madame Bovary, pero encended sus televisiones o mirad su lista de publicaciones. Después se van en el Audi con chófer que les espera en la puerta en un sitio donde los demás no pueden aparcar. Al empezar, te plantean sus magníficas y elevadas intenciones para dialogar sobre la cultura y el papel de la propiedad intelectual. Pero, por si cabían dudas, el capitoste de Atresmedia, al terminar su presentacion de Jeff Jarvis y una señora de Bertelsmann que iba de telonera en términos del espectáculo – pero que, en realidad, era el único mensaje que les interesaba – aclaraba que veníamos a dialogar sí, pero que de la propiedad intelectual no se toca nada. Es decir, nosotros tenemos razón y ustedes no: un debate abierto y sensible a todas las opciones. Si del operativo por el bien de la humanidad que organiza Atresmedia teníamos la terrible sospecha (y el plural es deliberado porque creo que no era este triste blogger a tiempo parcial el único en pensarlo) de que se trata de una operación propagandística en toda regla, la realidad, tozuda ella, se empeña en demostrar que sí. La osadía mayor al teatro del diálogo consiste en sentar a Jarvis que sí es un pepito grillo en términos de adaptación digital de los medios de comunicación, pero que no tiene en su agenda principal la reforma del copyright: después de todo de lo único de que hablamos – tan 2007 – es de si gratis y descargas. Las dos únicas notas verdaderamente fuera del tiesto fueron la espontánea pero elegante y breve crítica a la tasa Google relatada con espléndido humor por el señor Jarvis y su recomendación a la industria, a una pregunta del público, de que aceptara una reducción de plazos de la propiedad intelectual. En medio, aquí sólo interesaba la forma en que la entidad organizadora salvaba su presuntamente amenazada cuenta de resultados (que, francamente, no es tan mala) pero desde luego no importaba nada serio: si os ponéis trascendentes, al hablar de cultura, habrá que profundizar en cómo se genera la creación, los porqués de la manifestación artística (vaya, que la cultura es algo mucho más amplio) y qué mecanismos tiene para que florezca en su máximo esplendor para la sociedad que la ampara. Si se gana dinero con ello o no, es secundario. O, si creen que es lo prioritario, al menos tengamos las narices de salir a discutir las bases de nuestro (su) paradigma: es que luego se pondrán intelectuales y te hablarán de la revolución digital como si fuera un cómic y no el proceso de cambio desde un modelo de estructura social y relaciones económicas a otro. Quizá piensen que en la práctica sólo consiste en que tienen que comprar equipos nuevos y eso genera amortizaciones. Horror. Susana todavía cree que el experimento es positivo, servidor lo da por perdido. Hagan caso a Rodrigo Cortés: “No hay que salvar la cultura, no es necesario. No hace falta protegerla. Basta con no molestar.”

 

 

Una coda sobre “Crea Cultura” a raíz de la opacidad legal

El punto esencial del comentario de Antonio Ortiz a la campaña Crea Cultura de Atresmedia es la idea de framing o de enmarcamiento del espacio de debate de cara a la opinión pública. Es decir, la tesis es que pretenden que discutamos sobre esto de esta forma determinada. Mi comentario, creo, partía de ese punto para extenderse mucho más en modificar ese marco asumiendo también el propio marco sugerido por Antonio: ¿por qué no debatimos, en realidad, sobre esto otro? O, dicho de otra forma ¿aceptaría Atresmedia poner como puntos de discusión otros cuadros – frames – más amplios?

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Volver a discutir el copyright en inferioridad de condiciones

Antonio y Susana ya lo han contado. Ayer a unas cuantas personas algo significadas con internet y el mundo audiovisual nos invitaron a conocer el por qué de una campaña de Atresmedia en favor del modelo de propiedad intelectual vigente y con una insistente preocupación por hacernos saber que se quiere dialogar y no asustar, insultar o amedrentar al usuario con campañas y argumentaciones similares a las de la malparada SGAE y otros tonos considerados del pasado.

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De Sinde a Wert y del amor, la nostalgia y la innovación

En un diario digital nos explican que “el amor romántico siempre ha tenido portavoces poderosos que le han ayudado a mantener su prestigio pese a las evidencias”. El amor al cine tine algo parecido: Ken Loach afirma ufano que “el celuloide es algo mágico que los que hacen cine con ordenador se pierden”. Pese a las evidencias, y no es el único. Mientras, otro gobierno nos lleva a un nuevo déjà vu sobre la propiedad intelectual y batallas perdidas como la de pretender que Google le pague por los contenidos a los periódicos (a los blogs no). Galli o Arrola ya hablan de derrota y de freno (o desprecio) a la innovación que supone sostener industrias nostálgicas (y los bolsillos de quiénes cobran de ellas). ¿Hablar de innovación audiovisual exige terminar con la nostalgia? Yo creo que, efectivamente, la nostalgia suele ser regodearse en el recuerdo de algo que no es como se cree que fue: como la supuesta superioridad del celuloide rallado y con ruido de proyector que mitifica cualquier cabecera de programas de cine en televisión, ese sitio donde la mayoría de la gente ve lo que se supone que era para salas en el centro de las ciudades. Eduardo Prádanos me invita a que participe en su nuevo juguete que se llama así: “innovación audiovisual“. Le digo que me da pereza, que creo que repetiré lo mismo que ya he dicho aquí y que eso tiene que ser aburrido. Ahora que la revolución digital se ha transformado en un discurso que consiste en decir que las redes sociales echan humo y en poner anuncios en Facebook, pareciera necesario volver a hablar de pensamiento radical. ¿Es radical o sorna creer que el año que viene o puede que el otro volvamos a hablar de otra LPI para sostener la nostalgia de quien no puede o no sabe ganar dinero con otras armas y otros mercados? Algo de militancia hacker hay tras esta pregunta en una red que cada día está más controlada, lo que seguramente también es nostálgico. Pero uno cree que volveremos a tener que decir lo mismo mientras Google, Netflix y Amazon se llevan por delante a señores y señoras que no han innovado nada, al menos disruptivamente. Aunque, desde un punto de vista libertario, o de cuestionamiento de propiedades intelectuales no resulten estos negocios especialmente ejemplares.

Del día del dominio público a la pugna por la piratería en China

Pedro Jiménez nos recuerda todos los años que el uno de enero recién terminado es el día del dominio público y aprovecha para recordarnos qué derechos destacados vencen. Si le unen esta historia que publican en El Diario sobre Qué Bello Es Vivir y este otro relato de Versvs sobre la mutación cinematográfica de Sherlock Holmes en el día que vencen los derechos de Conan Doyle, comprenderemos que la propiedad intelectual como está formulada está frenando la creación en muchísimos aspectos. Pero al tiempo que se produce este fenómeno, la persecución de la piratería en China (Baidu, condenada) está haciendo que la industria de televisión norteamericana monetice sus series a pasos más veloces de lo esperado. La competición cultural entre China y Occidente (Shall I say the U.S.?) se hace cada vez más interesante.

Mirando con perspectiva el millón de usuarios de wuaki.tv

En un post en plenos festejos, Wuaki anuncia que tiene un millón de usuarios. Novecientos mil en España y cien mil en el Reino Unido. Si miramos las cifras de los abonados a servicios de televisión de pago que proporciona la CMT para el tercer trimestre de 2013 , veremos que esos novecientos mil son más de los que tienen ONO o Telefónica en sus servicios y que cualquiera del resto de telecos vistas una por una. Los abonados de gasto fijo en estas plataformas están descendiendo con la crisis, las conexiones de fibra siguen subiendo, Canal Plus anuncia precios de entrada a su servicio increíblemente baratos (algo más de cinco euros vi en una promoción ayer)… Por su parte, Hulu anunció también con el año que tiene cinco millones de subscriptores de pago: muchos menos que Netflix en un mercado muchas veces más grande que el español, pero pone en perspectiva el millón (que son usuarios y no necesariamente subscriptores) de un Wuaki que está jugando la liga europea. En fin, como tantas otras cosas que eran emergentes no hace tanto, se van consolidando por una lógica aplastante de la digitalización: consumo bajo demanda, descenso de precios, nuevos demandantes de contenido original, unbundling… P.D.: Es interesante comprobar las dificultades de Wuaki para que le renueven los derechos de Breaking Bad: bravo por sus titulares, que luego se quejarán de la piratería y otros males infinitos.

Cómo ha cambiado todo en dos anuncios de prensa (profesional)

Las semivacaciones de navidad me sirven para leer (¡y en papel!) muchos números atrasados de revistas más o menos técnicas. Los números de diciembre de Hollywood Reporter me sorprenden con anuncios a doble página de las dos series que ha lanzado en streaming Amazon: Alpha House y Betas. No, no es nuevo el hecho de que se haga producción profesional y de alta gama destinada a internet y no lo habitual, ya saben que eso lo revolucionó Netflix. No son nuevos los Amazon Studios. Pero son interesantes varias cosas: puedo ver desde Madrid los episodios gratuitos sin esperar a que la compre ninguna cadena española. Amazon es tan disruptivo o más que Netflix en la historia de la digitalización y, como Netflix, está cambiando las reglas para decidir qué se produce: en vez de focus groups, se le muestra el piloto al público, a las pocas semanas de lanzarse la serie completa se decidirá la renovación. Como sucede con los libros, está desintermediando al talento (es decir, reintermediando) y ya tiene lista la maquinaria para seguir adelante. Mientras, los editores de libros y el productor local de medio pelo lloran por no saber en qué mundo viven: digitalizar es transformar procesos, pero quienes suelen fracasar en esa tarea suelen ser los establecidos y no los outsiders. Los outsiders vienen a por tu queso y no tienen herencias que abonar ni soportar. P.D.: Alfa y Beta… las dos seguidas. Y eso que lo decide la gente… Ya he visto cuatro episodios de Alpha House y está estupenda.

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Sólo queda un año para saber si la profecía de Aute se cumple: y pinta mal

Hace un poco más de un año localicé una premonición de Luis Eduardo Aute. De modo resumido, aseguraba que en cinco años no quedaría música por culpa, ya saben, de los bucaneros. El inicio del mes de diciembre trajo el cuarto aniversario de la declaración: como se puede comprobar, la música sigue. Hasta el extremo de que Spotify no se detiene y llega a Colombia además de decidir que la ofrecen gratis en los dispositivos móviles (¡pardiez! ¡gratis!). En un año, veremos si celebramos el hecho de que todos los cataclismos anunciados sobre la cultura se producen o no. Mientras tanto, Avatar, la película que el nada sospechoso diario La Razón, entre otros, califica como película más taquillera y más pirateada de la historia, se emite en Telecinco con desbordante éxito (¡gratis!). Su flamante Director General de Contenidos, el Sr. Villanueva, proclamaba exultante el éxito de su cadena y daba seis millones de gracias por cada uno de los espectadores que Kantar dice que tuvo, nada menos que un 32% de share en lo que han considerado el largometraje más visto en los últimos trece años. De verdad, la piratería es fatal.

Barreras psicológicas al remix

En Blog de Cine se muestran inquietos: en jolibú van a producir una película entera sin siquiera rodar una sola secuencia. Estrenarán una nueva vida de Jesucristo con la particularidad de que se trata de escenas y descartes de una miniserie que se llamó La Biblia y que debió emitir aquí Antena3. Mi amigo Felipe G. Gil suele decir que él lo que quiere es remezclar a Godard, pero la visión de Blog de Cine es mucho más tenebrosa: “a mí me parece una idea demencial únicamente justificable desde el punto de vista económico, y sé que éste es esencial en Hollywood, pero todo debería tener unos límites y éste es un buen ejemplo de lo que no debería hacerse”. Ciertamente, desde la mirada artística suena a priori a un producto inferior, ¿pero por qué es demencial proponérselo y hasta hacerlo? ¿por qué no puede resultar mejor que el original o, simplemente, darnos un producto nuevo y diferente? Las económicas son excelentes razones para reutilizar materiales y no debiera existir ningún prejuicio por ello, pero las artísticas y/o narrativas también lo son. Además, son un signo de los tiempos y una lógica coherente con los medios técnicos disponibles. Y debieran ser precisamente los defensores de la narrativa audiovisual como expresión cultural los que más empujaran la idea de que no hay nada terminado y que el mismo material puede contar varias historias diferentes. En cierta forma, la resistencia emocional a que se aproveche este contenido de esta forma parecería sostener la visión sagrada del cine del siglo XX como formato cúlmen de la cultura audiovisual. A mi me parece que la realidad lo ha desbordado.

Pues no, no hay porno en netflix

Decenas de visitas diarias llegan a este blog por culpa de este post, y todas ellas desde América Latina. Con preguntas a google del tipo “hay porno en netflix”, “netflix xxx” y todas las variantes que imaginen. Me acabo de abrir una cuenta en Colombia y les comunico a los visitantes que ya pueden dejar de buscar: no, no lo hay.

PD: El SEO de este blog va a seguir mejorando con gente sin ningún interés por el resto de temas. Qué le vamos a hacer, consecuencias de ser pedante.

¿Cuando una película deja de ser cine o televisión para ser, simplemente, vídeo?

“En un tiempo lejano, las películas y los programas de televisión eran indistinguibles de cómo se experimentaban, tanto si se trataba de la pantalla de un cine o un televisor doméstico. Esos días están terminando.” Título y cita provienen de un artículo que leo en Filmaker Magazine. El artículo toma como punto de partida la idea de MacLuhan que tanto se ha repetido de que “el medio es el mensaje” para venirnos a decir que ya no más. La revolución digital “finalmente separa dispositivo y ubicación de lo que se ve, el medio, de la programación, del contenido, del mensaje“.

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Transmedia pasado por agua

Ésta es una nota divagativa y especulativa. De verano, vamos. En sub-genre publican un artículo que titulan Transmedia: por qué no lo compro. Como un servidor ha publicado muchas cosas sobre la palabreja – hasta del cansancio sobre la palabreja – y ha sido llamado por bastante sitios para hablar sobre este asunto de trascendencia aún por determinar, parecerá que me traiciono a mi mismo. Pero no. Porque el señor autor de su no compro resume bien cosas que creo haber dicho de otra manera y que resume muy bien todo el desquiciamiento de los miles de intrépidos autores/creadores que ansían, como en el éxodo, un maná que les lleve a un nirvana creativo financiado por los demás. Lo aclaro: lo que resume es lo que hay que hacer si quieres hacer eso y que es de una vulgaridad sencillamente maravillosa, por oponerlo a obsesionarse con crear mundos y universos y plataformas de extensión narrativa. Dice: “céntrate en construir lentamente y con dolor tu base de fans.” Lentamente y con dolor, es decir, como toda la vida con la única y trascendente diferencia de que no hay que esperar a que lo decida un ejecutivo de tele o un funcionario. Y añade que aprendas y copies de lo que hacen las estrellas de YouTube – oh, anatema – a lo que puedo añadir yo – oh, nauseabundo individuo – que también se copie lo que hacen los tipos y tipas más listos del porno. Quítesele lo de base de fans, llámele audiencia (que sí, que ahora no es pasiva y todo eso) y hay que fijarse lo sencillo que es. Buena suerte en todo caso. (PD: dice este señor, no da fuente pero en algún lado debe estar, que cada año se envían 40.000 títulos a festivales: el que se siga preguntando dónde está la piedra filosofal para hacer su peliculita y se siga quejando de la muerte de la cultura es que no se ha enterado de nada).

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Una diferencia de opinión y una alternativa de trabajo sobre RTVE

Durante una comida me ponen la televisión llamada pública y descubro que el hijo de Isabel Pantoja tiene problemas sentimentales. Sucesivamente, me relatan un montón de circunstancias más de lo que en un tiempo se hubiera llamado vida social y que ahora es una industria de telerrealidad. No tengo ningún problema moral con ello ni me escandaliza que se hable de gente sin mérito conocido aparte de su cuerpo y su genética. Tampoco me escandaliza – por sí mismo – que se emita en esa televisión pagada por el contribuyente. Lo que es escándalo es que eso se haga cuando la oferta privada ya lo hace con mucho detalle: no hay necesidad de que gastemos dinero público en ilustrar y aumentar el capital social (ese que se emplea para monetizar por otras vías: bolos, pregones, perfumes…) de la familia Ubrique y otras tantas. Mucho más cuando esos dineros tiene usos alternativos.

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Hollywood aprende español, aquí viendo cómo pasa el tiempo

Las motivaciones de las políticas estatales audiovisuales, cinematográficas y televisivas, se basan en la razón de estado. Defender la identidad, la propuesta de valores, el desarrollo de una industria local, etc. etc. Sin perjuicio de los muchos elementos falsos y propagandísticos que contienen estas cuestiones (es una tema clásico en este blog), lo cierto es que quienes diseñan políticas industriales se supone que deberían hacer un ejercicio de búsqueda de oportunidades para desarrollar una estrategia que cree un espacio de negocios viable y de crecimiento. También es habitual en esta página el que insistamos en por qué no hay un diseño de estado para abordar el mayor activo cultural del país (¿no dicen que es la lengua y la tradición?) a la vista del auge de lo que supone la población latina en EEUU y su demoledora influencia en el mercado cinematográfico y televisivo. Hace unos días el Wall Street Journal titulaba un artículo de manera que hace pensar que puede que la ventana de oportunidad haya pasado. O no. El título: “Hollywood aprende español al tiempo que los latinos acuden hacia los cines“. El texto constata la evolución de dos fenómenos: la incorporación de personajes y temática de la vida cotidiana norteamericana pasada por su población hispana y el modesto inicio de producción específica para ese segmento de población. Ya es algo más que tendencia. Algunos comentarios de próceres del cine local dan algo de risa en su pretenciosidad. Mientras, quienes se dicen responsables de la agenda pública, los políticos que piensan por nosotros, están discutiendo problemas tristes del pasado sin un solo viso de hacer cosas diferentes: puede verse en esta entrevista al señor Wert en la que el ministro queda mucho mejor de lo que intenta el periodista pero en la que, al final, ninguno de los dos termina de mirar al siglo XXI.

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La diferencia de expectativas entre el público español y sus cineastas en una sola frase.

Guillermo Ortiz, hace ya unos cuantos meses en Unfollow: “Durante años cubriendo festivales de cine, acabé descubriendo que el problema no era que al público no le gustara el cine español sino que al cine español no le gustaba su público, principalmente, por no ser francés”.

Dejadnos discutir y replantear la propiedad intelectual

Usualmente, la tentación es denominar ladrones a quienes pensamos de otra manera. Pero hay elementos, muchos, del ordenamiento de lo que llamamos propiedad intelectual que, como mínimo, y sin necesidad de ser abolicionista (uno, filosóficamente lo es, el camino para hacerlo es un debate nada trivial), merecen discusión y debate social serio. Por ejemplo: “en Estados Unidos todo conocimiento que surja de una agencia gubernamental es del dominio público excepto los delicados para la seguridad y defensa. En España no es así y es costoso que instituciones culturales basadas en dinero público liberen sus datos para que estén disponibles para todos.” Cineastas, recordad quién ha pagado el NO-DO, que queda mucho documental por hacer.

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Pirate Bay y Juego de Tronos, vidas paralelas

El destino tiene coincidencias fabulosas: mientras Pirate Bay cumple diez años y sigue viva a pesar de los ataques, un ejecutivo de HBO vuelve a decir en privado que la piratería no les hace daño: primero fue que no perjudica sus ventas de Juego de Tronos (oh, my god) y ahora dicen que es mejor que un Emmy. La piratería (y aquí viene lo interesante, porque es de forma histórica, desde que la gente tiraba cables por la casa del vecino) les termina generando nuevos subscriptores. Cuando surgió Canal+ en los noventa, pronto se descubrió que emitir un poco de tiempo en abierto mientras el resto se emitía codificado (la leyenda dice que había más espectadores viendo el porno de los viernes que se entreveía por la codificación que abonados a la cadena), terminaba por generar nuevos abonados. El modelo de subscripción es fantástico: ingresos recurrentes cada mes vía banco o tarjeta de crédito, ausencia de presión por la audiencia (mucha por evitar el churn) y la posibilidad de doble ingreso por la vía de publicidad. Echen una mirada a las webs de porno, esta vez por oficio y no por placer: piratería a mansalva, montones de oferta gratuita y toneladas de sitios que generan subscriptores a pesar de que es inmensa la oferta en abierto. Hay quienes están preocupados de salvar el cine, los periódicos y a los editores de libros. Pero no hay nada que salvar: la narración con imágenes sigue su curso a pesar de las plañideras, la información crítica no se detiene, la gente publica a pesar de las editoriales (sí, a pesar de) y montones de nuevas y pequeñas empresas -de contenidos- encuentran su camino para hacer lo que les gusta. No, no es el fin del mundo. Es mejor.

Iniciando la era post Kickstarter: crowdfunding más allá de plataformas y servicios de moda

Pensaba José Alcántara hace pocos días que “urge” atender el vacío legal que rodea al crowdfunding. Me sumé a esa opinión. Algún comentarista nos razonaba que existen figuras suficientes ya en el derecho por las cuáles se puede desarrollar esta modalidad de financiación. Sí, efectivamente, pero la sensación para el lego es que existen limitaciones propias de un sistema que no se imaginó para la creación de comunidades y audiencias en red. Si hace falta y como hace falta, es un debate que no vemos ni José ni yo, pero que tendrá que llegar. Miramos con admiración la aprobación en su día en EE.UU. de la Jobs Act, que lo que hacía – es, creo, lo que habría de hacerse aquí – revisar las limitaciones para la oferta de participaciones sociales en público y otro límites que en su día debían proteger a los inversores pero que ahora son un freno para hacer crecer la inversión. Acaba de publicar Hollywood Reporter un interesante reportaje con un título tremendamente sugestivo: Olvídese de Kickstarter, de cómo la nueva ley de Obama puede cambiar el crowdfunding de Hollywood. Ahora que, como sabemos, ha alcanzado el favor del público profesional. La primera de las mejoras previstas en la ley entra en marcha en septiembre de este año: esencialmente, de lo que se habla es de un proceso progresivo de habilitar nuevas posibilidades de inversión hacia patrimonios cualificados que se irá abriendo hacia cantidades menores de patrimonio – ahora un millón de dólares según una serie de requisitos – lo que llevaría a mercados de inversores que calculan en varios miles de millones de dólares. Si esto termina siendo algo de entusiasmo para el público o no, se verá. Ahora nos interesan dos cosas: la intensificación del número de oportunidades con mayores cantidades en juego (está claro que solo con donaciones de menos de cien dólares o euros todo es más duro) y la reducción de la necesidad de plataformas como Kickstarter. Obviamente, eso no implica que las plataformas vayan o morir o que la susodicha pase problemas. Significa, sobre todo para las críticas clásicas al crowdfunding, que de lo que se trata de entender es que los mecanismos de red y comunidades en red transforman los procesos y que las plataformas (repito: las plataformas) son lo de menos. Es decir: la gente socializa y desea entrar en contacto con otras personas, hoy usan Facebook, Linkedin o Twitter pero lo que importa es que los mecanismos de conexión están por encima de servicios concretos que pueden durar o no en el tiempo: ya lo hicieron con otros servicios extintos o adormecidos en los años con pocos usuarios de la red. Es decir, los sistemas crowd son una característica de lo que ya vivimos y un Kickstarter es sólo un medio. Mientras, el tradicional conservadurismo local, esa resistencia a buscar y probar las innovaciones (con sus riesgos, problemas y cuestiones por resolver), deja de lado la oportunidad de correr más que los demás y generar un know-how y  una oferta nueva antes de que madure en otras partes. Pero luego nos quejaremos del poder de mercado de otros.

Cómo ha cambiado todo en una promo

Creo que prácticamente todo lo que veo lo hago bajo demanda. Así que cuando veo los episodios grabados de mi iPlus suelo hacerlo con retraso. Me detengo en llamar la atención de que ¡estoy pagando! a pesar de que sé descargármelo todo y no dejo de hacerlo por remilgos legales antes de explicar que, al ver los episodios con retraso, veo con retraso (aunque sea mientras me salto la publicidad) las promociones de nuevas series a las que suelo dedicar algo de atención frente a la publicidad. Vamos, que paro el avance rápido. Este mes veo las promos de The Bridge en Fox (uf, está estupenda) y me da muchísima risa el enunciado: estreno simultáneo en 120 países, cuarenta idiomas, dos canales temáticos a la vez, bla, bla, bla. Resulta que la lógica técnica que supone el clásico de que la gente ve y va a ver lo que quiere y cuando quiere, la lógica que dice que con los bits el negocio de los territorios se vuelve líquido o inoperante, va saliendo sola. Uniendo los puntos: es esencialmente lo que desde otro lado, artesano y heroico, ha hecho El Cosmonauta. Mad Men se ha emitido directamente con subtítulos en España sin esperar al doblaje y la han vuelto a poner otra vez una vez doblada. Vaya, los piratas se quedan sin trabajo porque sus innovaciones las adopta el sistema. Como decía, produce muchas sonrisas recuperar unas palabras de la directora de Fox en España hace solo cuatro añitos completamente despreocupada por el cambio de conducta de sus espectadores que, ahora, su cadena ha adoptado. En fin, el desarrollo de estrenos globales no es nuevo, pero creo que está adquiriendo una dimensión que tiene tintes de transformación.

El irresistible encanto de lo establecido

Un biógrafo de Buñuel, declara: “Hace un año, terminé una primera versión, la ofrecí a varias editoriales, no interesó y, al acercarse el 30º aniversario de su muerte, el 29 de julio próximo, me decidí a publicarlo en Amazon y montar un blog con lo que era un apéndice del libro.” La necesidad de muchísimos artistas por buscar la satisfacción en el mundo industrial cultural a pesar de la obviedad de que el rechazo es infinitamente superior a las luces verdes a los proyectos, no puedo evitar que me parezca asombrosa. Sí, cierto es que conseguir ser conocido y visto (estar en la parte alta de la cola que sería el lenguaje propio de eso que dimos en llamar dospuntocero cuando era un término digno) no es un asunto fácil. No lo será nunca porque la inmensa mayoría de los contenidos raramente serán interesantes para las masas de público que dan dinero con substancia. Pero tu obra viva y accesible, a uno le parece que es la pulsión máxima de todo artista que se precie. Luego, ¿por qué esperar?. Nadie dijo que sea fácil. Acaba de llegarme el lanzamiento de Álzate, una plataforma de crowdfunding descremado. Es decir, esperan a filtrar proyectos, apoyar con conocimiento técnico (léase márketing) a aquellos que se les ve posibilidades interesantes y lanzarlos al mercado haciendo que el público pague el coste de sacar adelante la primera copia. Es excelente: se baja el riesgo de promover nuevos artistas con potencial de cierta masa. No es nuevo: algo así intentó John de Mol o una plataforma como Filmaka. Ambos son puros fenómenos de red: por un lado el potencial de no esperar a los intermediarios, el otro el de que el intermediario clásico reduzca sus riesgos testando en la red el producto que va a funcionar para dotarle de otra escala. Lo establecido, aprende a jugar con las reglas digitales, pero de nuevo no habrá sitio para todo el que quiera intentarlo en ese tipo de reglas. Lo cual no tiene nada de malo, sólo es necesario tenerlo claro. (Para nostálgicos anarcoides como servidor, estos textos hacen sentir una decadencia de la mística de la red como transformadora del mundo: “¿Y sabes lo mejor? Tú no pierdes los derechos de autor ni la propiedad intelectual” ¿Lo mejor?)

¿Brotes verdes cinematográficos?

Se dice que las crisis son higiénicas: retiran lo obsoleto, no sin dolor, y dan vida a lo mejor, lo nuevo y lo más inteligente. La hecatombe de recaudación de la semana pasada no es únicamente producto del aumento del IVA (llamémoslo puntilla): hace muchos años que el precio de las entradas ha subido de modo desproporcionado y, me parece, existe un consenso bastante amplio alrededor de la idea de que el precio excesivo es una cosa cierta. Seguramente por eso se ha puesto encima de la mesa la estrategia de descenso, que requiere del acuerdo de las distribuidoras importantes: es decir, la crisis, que al final sólo pone de manifiesto quién lleva bañador cuando baja el agua, parece conducir a terminar ciertos tabúes sobre la política de precios de los cines.

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¿Cambiarán los hashtags de Facebook la televisión “social”?

Ya en la tercera línea del post en que Facebook explica la introducción de etiquetas (hashtags) para ordenar conversaciones en la red más ubicua, aparece la palabra televisión. Basta con contemplar la televisión convencional cada noche para observar que se ha convertido en un elemento central en la mal llamada televisión social (haciendo un reduccionismo algo extremo pero no descabellado,  sería más correcto llamarlo televisión con twitter). Para Enrique Dans es un movimiento defensivo. Sin duda. Una pregunta que se abre es cuán trascendente es ésta cuestión defensiva por una pura cuestión de números: son muchos más los usuarios de Facebook que los de Twitter. Que la misma etiqueta sirva para seguir conversaciones en ambos mundos, parece indicar que veremos algo de enorme potencial en el juego de la televisión mainstream: más opciones, más datos, más alcance y probablemente mejores posibilidades de combinar estrategias de contenido – en Facebook – para los operadores televisivos. P.D.: al hilo del asunto de la televisión social, y para quién le interese, he subido las slides de una charla que dí sobre el tema compartiendo mesa con Jordi Guix hace pocos días en unas jornadas de la Fundación Audiovisual de Andalucía.

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La convergencia digital de las televisiones, en una nota de prensa

Ayer Mediaset remitió una nota de prensa que titulaba: “Divinity estrena una nueva línea gráfica que fortalece la sinergia entre televisión, internet y redes sociales”. En ella, se dicen cosas como ésta: “La nueva continuidad incluirá pastillas informativas para redirigir a los espectadores a las redes sociales y a Divinity.es para comentar el contenido del canal con el objetivo de fortalecer sinergias entre la antena, Internet y los social media”. No es la primera vez, Antena3 hizo algo de tintes similares, pero no en un contexto social media masivo. Cómo ha cambiado todo. Aunque también hablan de “estrategia 360º”, lo que sugiere que, como tantas veces, manejamos los mismos conceptos ante circunstancias diferentes.

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“Aún no escarmentamos” (Toon a ville, otra vez)

Alfred Sesma siempre me invita a Toon a Ville. Y yo llevo desde la primera edición tratando de ir. Me manda el programa y me coacciona diciendo que si no tengo ganas de ir (este es el plan) y, sí, me muero por ir. Me lo cuenta con estas palabras: “Nuestro proyecto avanza pese a todo. Quizás lo hace precisamente porque este es el momento en el que proyectos  sin complejos y sin herencias tienen margen de operación. Resulta reconfortante ver como en algunos lugares el sentido común y empieza a ser considerado. Aun queda mucho pero algo percibimos que nos hace seguir siendo optimistas. Love is in the Air.  Cada día está más cerca el momento en el cual Toon a Ville tenga suficiente fortaleza y valor como para que los proyectos en los que estamos trabajando puedan seguir su camino. Quizás un festival difícilmente sea un buen negocio pero no tenemos ninguna duda que cada día es mas valioso.” Toon a Ville es un invento de alguna de esas gentes que se preguntan cómo deben ser los festivales en el mundo contemporáneo para no vivir de la nostalgia como otro nombre para la decadencia. Miren qué cosas dicen: “Toon a Ville parte del sector del ocio audiovisual infantil para convertirse en atractivo y útil para sectores esenciales en la economía que participan de los ejes sobre los que se ha construido Toon a Ville: los niños y el ocio. Toon a Ville es turismo, gran consumo infantil, cultura, formación, tecnología, ocio …”

Oficio con tinieblas

“Este es mi oficio y yo aspiro a pagar con él las facturas”, dicen que dice Gracia Querejeta. Yo pensaba que hacíamos cultura. Un poquito más allá, le atribuyen: “Lo que fue la obligación de las televisiones de financiar el cine es algo que se ha vuelto en contra de todo y ahora solo hay un cine, el que quieren las televisiones y eso limita el espectro muchísimo.” Ya tenemos, por tanto, una de esas contradicciones deliciosas que – seamos justos – todos tenemos: las televisiones, como la realizadora, también aspiran a pagar sus facturas. Vamos, que es su dinero. Lo que no quita que esas televisiones conformen un oligopolio de licencias sin duda hoy día cuestionables, sobre todo el método con el que fueron obtenidas: es decir, que mezclando unos aspectos y otros, siempre generamos confusión. La cultura es una cosa, cómo te ganas la vida es otra, tener privilegios merece discusión, que alguien te diga cómo tienes que usar tu dinero es terriblemente cuestionable.

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Deliciosas contradicciones sobre las que nadie parece pensar

Antonio Ortiz me decía a la salida del Meet the Experts dedicado a cine y televisión que me veía algo aburrido: el argumento era que, en el fondo, siempre terminábamos hablando de lo mismo pero que, me señalaba, había mucha gente para la que los temas eran nuevos. Es posible. Es muy posible. Un servidor se debate entre la duda de seguir hablando de lo mismo o terminar de una vez por todas porque la argumentación es un bucle infinito en el que está todo dicho. Es más, y perdón por la petulancia, pero las ideas esenciales se van cumpliendo: la piratería no se detiene (y no porque los gobiernos no regulen, sucede lo previsto cuando se dijo que no iba a funcionar), las ventanas se reducen, los precios del mundo físico son una invitación al consumo irregular, los productos se extienden fuera de su plataforma inicial se quiera o no… y el pensamiento público de la industria es el mismo, repleto de contradicciones sobre su propia ineficiencia pero cargando contra lo imposible. Hoy me encanta ésta: es del dueño de los Verdi. A saber: primero la culpa es del empedrado (“no cree que el precio sea un elemento disuasorio a la hora de acudir a una sala y centra sus críticas en el IVA y en la falta de política del Gobierno contra la piratería”) pero después se niega el efecto: “El documental Searching for Sugar Man lleva 13 semanas en cartel y no ha perdido público, incluso viene más gente a las sesiones más caras”. Y está simultáneamente en Filmin, es decir, en internet – legal y más barato – y en salas a la vez. Ah, es el valor percibido del producto lo que, en el fondo, podría ser la razón final por la que la gente acude a determinados consumos. Ustedes dirán.