Hablan de crear cultura como si estuvieran pintando la Gioconda o dando los últimos toques a Madame Bovary, pero encended sus televisiones o mirad su lista de publicaciones. Después se van en el Audi con chófer que les espera en la puerta en un sitio donde los demás no pueden aparcar. Al empezar, te plantean sus magníficas y elevadas intenciones para dialogar sobre la cultura y el papel de la propiedad intelectual. Pero, por si cabían dudas, el capitoste de Atresmedia, al terminar su presentacion de Jeff Jarvis y una señora de Bertelsmann que iba de telonera en términos del espectáculo – pero que, en realidad, era el único mensaje que les interesaba – aclaraba que veníamos a dialogar sí, pero que de la propiedad intelectual no se toca nada. Es decir, nosotros tenemos razón y ustedes no: un debate abierto y sensible a todas las opciones. Si del operativo por el bien de la humanidad que organiza Atresmedia teníamos la terrible sospecha (y el plural es deliberado porque creo que no era este triste blogger a tiempo parcial el único en pensarlo) de que se trata de una operación propagandística en toda regla, la realidad, tozuda ella, se empeña en demostrar que sí. La osadía mayor al teatro del diálogo consiste en sentar a Jarvis que sí es un pepito grillo en términos de adaptación digital de los medios de comunicación, pero que no tiene en su agenda principal la reforma del copyright: después de todo de lo único de que hablamos – tan 2007 – es de si gratis y descargas. Las dos únicas notas verdaderamente fuera del tiesto fueron la espontánea pero elegante y breve crítica a la tasa Google relatada con espléndido humor por el señor Jarvis y su recomendación a la industria, a una pregunta del público, de que aceptara una reducción de plazos de la propiedad intelectual. En medio, aquí sólo interesaba la forma en que la entidad organizadora salvaba su presuntamente amenazada cuenta de resultados (que, francamente, no es tan mala) pero desde luego no importaba nada serio: si os ponéis trascendentes, al hablar de cultura, habrá que profundizar en cómo se genera la creación, los porqués de la manifestación artística (vaya, que la cultura es algo mucho más amplio) y qué mecanismos tiene para que florezca en su máximo esplendor para la sociedad que la ampara. Si se gana dinero con ello o no, es secundario. O, si creen que es lo prioritario, al menos tengamos las narices de salir a discutir las bases de nuestro (su) paradigma: es que luego se pondrán intelectuales y te hablarán de la revolución digital como si fuera un cómic y no el proceso de cambio desde un modelo de estructura social y relaciones económicas a otro. Quizá piensen que en la práctica sólo consiste en que tienen que comprar equipos nuevos y eso genera amortizaciones. Horror. Susana todavía cree que el experimento es positivo, servidor lo da por perdido. Hagan caso a Rodrigo Cortés: “No hay que salvar la cultura, no es necesario. No hace falta protegerla. Basta con no molestar.”