Cuando Chad Hurley se presentó en Cannes por primera vez a la industria, se empeño en demostrar que YouTube no era una empresa para ver vídeos de gatos y bebés haciendo monerías. Y mostró como ejemplo los acuerdos de contenidos con las emisoras de televisión convencionales. Tiempo después, con Hollywood poco entusiasmado, juegan a presentarse como el gran sitio para la promoción de talento y la cola media, todos esos canales de nicho que ni siquiera caben en el cable. Pero no renuncian a Hollywood, han fichado un pollo de Netflix para tener “traductor” del lenguaje de Los Angeles al de Silicon Valley: no quieren peniques, quieren dólares. Es un, quizá demasiado extenso, reportaje de Fast Company a las nuevas cabezas pensantes de YouTube, ya sin Hurley y Chen. A David Simon le hubiera gustado el enfoque periodístico, pero me sobran cuatro páginas.