En un intercambio de twits entre Juan Herbera, Pedro Pérez y quien les escribe veníamos a poner en perspectiva el mejor o peor estado de la cuota de mercado española. Por hacer la historia corta, la cuestión no sería que no es tan excesivamente dramático como lo pinta la prensa, ni tan estupenda la recuperación como se presenta cuando cambian las cifras por efecto del tiempo y el poder de los títulos, sino si se puede uno conformar con lo que hay. Creo que todos coincidimos en que no, pero conviene poner la industria española en contexto, para limitar su posible excepcionalidad: hace poco veíamos como en Hong Kong se quejaban de la desconexión entre público y producción un tanto a la española. Resulta que en Chile se plantean la misma reflexión tras un buen año de reconocimiento en festivales, pero mala conexión con el público local: con el 8,4% de los títulos sólo se llevan el 2,6% de la taquilla. Ya querrían el caso español. Mientras, este año la caída de espectadores en EE.UU. es del 20% y eso genera algunas cuitas, pero no existen grandes desgarros sobre una “incompetencia” estructural: mayormente se atribuye a los títulos. Por supuesto, la asistencia a salas es un fenómeno descendente en el que influyen factores de todo tipo (patrones de ocio, crisis, etc.), pero no hablamos de algo que no sea nuevo. Tampoco es nuevo que tras los problemas de cuota aparezca la fuerza del cine americano (en Chile, también cifras parecidas a las españolas). Por eso un servidor de ustedes se pregunta si un cambio de paradigma no debe ser aprovechado para invertir las reglas del juego y mejorar la posición en la partida. Dice Juan Herbera esta semana sobre estos debates: “Desde que hay datos fiables, nunca se ha llegado al 20% de cuota en recaudación. Sigo pensando que un mal año ese debería ser el listón mínimo. Por tanto, estaríamos bastante lejos de alcanzar una estabilidad satisfactoria para la industria”. En definitva, mal de muchos no debe ser consuelo de tontos. La industria española tiene muchas cosas que mejorar pero tampoco la hagamos peor de lo que es. Uno cree que hay que reinventarla (con cuidado), pero que ya va siendo hora de corregir esa idea de “excepcionalidad” en forma de maldición.