Tengo un buen amigo que, además, dice que me lee. Insiste en que las películas que le gustan no son en las que él invertiría. No he tenido más remedio que acordarme de él cuando he leído este titular de una entrevista a Paolo Vasile: “Si yo programara lo que a mí me gusta, Telecinco habría quebrado“. Voy a decir algo muy incorrecto para la política vigente: nadie explica el negocio de la televisión como el Sr. Vasile y debo decir que es difícil para una mente racional no estar de acuerdo con él. Me perderán el respeto. Esta otra cita de la entrevista basta para resumirlo todo, ni siquiera mil páginas de blog enseñarían tanto: “La televisión generalista es comercial, su virtud es vender publicidad. Y a la gente le gusta porque damos lo que quieren. Eso debe completarse con una oferta minoritaria. Decir lo contrario es insultar al público, sentirse superior al pueblo. Mire, mire… La 2, ‘Grandes documentales: El superfelino de Kalahari’: 74.000 personas. La pública no debería meterse en competición para comprar eventos y películas americanas; usted, ciudadano, tiene que pagar para ver la Champions cuando yo se la doy gratis”. Curiosamente, esta respuesta es a la pregunta de si La2 debe existir y dice: “Absolutamente“. La pregunta de hoy día, sin embargo, y con esto verán que soy mucho más despreciable que el Sr. Vasile, es: ¿De verdad para dar servicio a 74.000 hay que mantener estructuras de ese coste? ¿De verdad que no hay forma de ver esas cosas por otras vías y liberar dinero de los impuestos? ¿No se puede incentivar la donación privada – el crowdfunding es donación privada, no sólo es cool – para cubrir los intereses de las minorías sin un aparato de propaganda de coste exorbitante?