Los teóricos de redes podrían explicar la preeminencia de Mediaset y Antena3 en la televisión en abierto española como el típico fenómeno por el que el nodo más antiguo atrae más enlaces que los nuevos. Sea como sea, lo cierto es que los nuevos entrantes no pueden resolver el círculo virtuoso (o vicioso, según del lado del que se esté) que permite su preeminencia: en un modelo basado en publicidad, lo que cuenta es la generación del mayor volumen de audiencia comercial; el mayor volumen se consigue con los mejores derechos para ese fin, derechos que son caros y que se financian gracias a ese mayor volumen de audiencia. Puesto que tienes más dinero, te aseguras acaparar el mayor volumen posible de derechos realmente valiosos impidiendo que los demás puedan acaparar un pedazo de audiencia suficiente. Así, sólo LaSexta, con su posición tan costosa en grandes derechos deportivos ha tenido cierta opción de hacerse una posición con posibilidades de ser eso que en inglés llaman un player. Para los demás, no queda nada decente, no hay dinero para inventarlo o no queda imaginación suficiente para encontrar pequeños nichos rentables. Así que se realquilan los canales a quien tiene derechos fuertes para esos nichos (Disney, MTV, etc.) o… se hacen tertulias políticas y, si no se puede más, pues se cierra. La TDT se organizó como una extensión del modelo televisivo analógico multiplicando los canales hasta un cierto infinito técnico en el que todo se debía financiar con publicidad o impuestos y con un concepto raro sobre lo sostenible. Las opciones de pago no eran algo entusiasmante en el primer entorno político de la reforma, la presentación ideológica de la TDT como el salto para romper la brecha digital no dejó de ser un chiste basado en una interactividad imposible y, de repente, internet adquiere impulso y todo aquello de las mil licencias basadas en consumo lineal se torna como un anacronismo: ¿para tener un contenido interesante al día hay que mantener veinticuatro horas de emisión constante? En estos días pasados El Confidencial se hizo eco del enésimo ataque de ASTRA al modelo español de TDT aludiendo a futuras reformas del uso del espectro y a la localización preferente del vídeo en redes de cable, internet y satélite. Lo divertido es que se presenta como “la defunción” de la TDT. En fin, casi nada muere o muere del todo, pero incluso descontando el efecto de una tarta publicitaria menor que puede volver a crecer, la convergencia de medios (televisor conectado incluído) y la hiperabundancia de oferta está ya encima de la mesa con la tendencia a personalizar el momento y la forma de ver una amplia gama de contenidos. La TDT que se hizo, tendrá que ser otra cosa, como está resultando ya la dichosa interactividad. Por lo demás, parece interesante que pueda ser posible la configuración de un mercado audiovisual mucho más abierto donde cada vez haya menos gatekeepers y más gente pueda correr riesgos por su cuenta.
8 agosto, 2011 5:50 AM
1. Escrito por Miguel A.
8/Ago/2011 a las 10:33 AM
No hay tal circulo vicioso/virtuoso, da la casualidad que los nuevos canales empiezan en una situación de ausencia de liquidez (imposible la inversión) junto con una publicidad menguante (mayor dificultad para obtener una parte de la tarta). De infinito técnico nada, pues sigue habiendo licencias sin contenidos y contenidos sin licencias…
2. Escrito por Gonzalo Martín
8/Ago/2011 a las 11:04 AM
Bueno, hago uso de metáforas: si se empieza sin liquidez y cada vez más los grandes derechos están en manos en contratos de varios años por parte de los mismos… ¿no estamos ante un círculo virtuoso que favorece al que está en la parte alta de la cola y perjudica al que está en la baja? Es decir: si no quedan demasiados derechos para sumar audiencias con masa crítica y no puedes invertir en crearlos, pues mal vas: progresivamente las empresas que sí tienen esos derechos concentrarán la audiencia que genera el dinero que permite seguir comprándolos: ¿ves a alguien más poniendo quinientos millones para quedarse con un 5% de audiencia? Sobre el “infinito técnico” me refiero a que el cúmulo de licencias disponibles dan para muchísimas opciones que, casi seguro, no pueden ser financiables todas con publicidad: contenidos sin licencia hay? Desde luego, pero ¿cuántos capaces de pasar de permitir una explotación razonable?. Venga, ponemos Fox en abierto: pero no me refiero a eso.