Ofrece esta interesante información sobre los trabajos de la ESCAC en Barcelona un par de sugestivos detalles: el largometraje fin de curso de sus alumnos – Puzzled in love – se ha producido con solo 12.000 euros y los derechos musicales empleados han supuesto el gasto de 80.000 más. Dos cuestiones a tener en cuenta: en los costes de producción no se han computado con toda seguridad las horas hombre de los alumnos ni los medios que haya aportado la escuela. Además, como toda información periodística, puede estar carente de todos los elementos y contextos. Pero, con todo, sí parece suficiente para ilustrar algunas cuestiones sobre los costes de la propiedad intelectual: si la entendemos como un mecanismo de fomento de la creatividad, es bastante razonable pensar que esta proporción de costes para un proyecto teóricamente experimental, puramente artístico y, sin embargo (el azar de los contenidos), de sorprendentes posibilidades económicas para su inversión, no parece razonable. Esta imposición de costes, especialmente para la creatividad en las fronteras del comercio y en el espacio de las minorías, es uno de las críticas clásicas al vigente modelo de derechos. En las páginas de Larry Lessig y otros autores hay buena cuenta de ello. Envueltos siempre en los debates sobre descargas, el uso y acceso a la tradición y su transformación para crear nuevas obras (es decir, la pura idea de autoría) queda fuera del debate.