Twitter es malo para debatir y yo mismo he incumplido mis reglas personales al respecto: pero, dado que no era yo el iniciador y simplemente me he sumado a un intercambio de mensajes que ha perdido su sentido original (en el que me releo y me siento agresivo, cosa que ruego me disculpen: me escudaré en la herramienta), lo mejor es evitar el límite de espacio y explicarlo. Mi propósito al seguir el intercambio tiene que ver – y creo que se inició – al respecto de las últimas declaraciones que la prensa atribuye a Fernando Trueba y a Mariela Besuievsky criticando la no aprobación del reglamento de la Ley Sinde. Si para Trueba «La cultura es la identidad de un país, lo que permite que la sociedad evolucione» y con eso reivindica la intervención estatal para su actividad, si Besuievsky afirma que «es alucinante que no se haya aprobado, es educación y es cultura, y tenemos que ser muy conscientes de ello» nos encontramos ante un argumento que merece una discusión: si es el dinero y la regulación realizada por los ciudadanos, destinatarios en nombre de la cultura de la oferta que se financia con dinero público en porcentajes mucho más que significativos, ¿no merece la pena discutir si tienen derecho a descargárselas ya que las pagan en proporciones muy, pero que muy considerables? Es Macho, y no yo, el que dice que «si quieres ganar dinero, mejor no te dediques a hacer cine» por no hablar de que la retribución de productores y personal creativo – suicidios aparte – se produce gracias al esquema ministerio+television(es) e independientemente de la rentabilidad que, como sabemos, es casi siempre negativa si todo dependiera del mercado. Es decir: no se trata de afirmar de antemano que tenga que ser así, pero quienes viven de esas ayudas concedidas por la gracia ciudadana deberían estar dispuestos a discutir que, si lo que hacen es cultura para el pueblo, que accedan a ella por otros métodos a los que previeron no es precisamente lo peor. Tiene hasta sentido. Y eso merece un debate público abierto y no llamar ladrón al consumidor. La Unión Europea acepta las ayudas al cine como una excepción al mercado. Si es una excepción, podemos discutir si su acceso puede ser excepcional. ¿Es así en toda Europa? Pues sí. Pero el problema es el mismo. El gobierno suizo acaba de decir que las descargas no crean el daño que se dice y ha decidido permitirlas no prohibirlas. Hay todavía mucho que conciliar y esa es la idea que quería defender.
5 diciembre, 2011 11:47 PM
1. Escrito por Jose Alcántara
6/Dic/2011 a las 12:21 AM
No puedo sino sonreir ante todo el jolgorio porque «suiza legaliza las descargas». La realidad es otra: ha decidido no prohibirlas. Parece lo mismo, pero no lo es.
Es mucho, muchísimo más complicado conseguir que legalicen las descargas una vez prohibidas que ir frenando la prohibición. Porque ante lo segundo al Estado le queda comportarse como un interrogador de la gestapo. Lo primero, sin embargo, es un paso a trás que los Estados raramente se atreverán a dar aunque ciertamente lo necesiten.
Yo vivía en Zürich en 2008, y bajarse música era legal 🙂
2. Escrito por Gonzalo Martín
6/Dic/2011 a las 3:39 AM
Importante matiz, en efecto, Don José. Pero la tesis de fondo es posible mantenerla: mientras que la actitud generalizada de los representantes de eso tan vago que llamamos la industria consiste, en general, avisar del apocalipsis mientras, como en el caso de los mencionados, cada año consiguen financiar en fuentes públicas la película que se proponen (y más de una) con una notable reducción de riesgo para la supervivencia de sus emolumentos personales, resulta que hay gobiernos que pueden decir lo del suizo. Es decir: hay algo de debate abierto cuando el país más estable de Europa y, desde luego, sin una cinematografía y música dominadoras (yo a Eric Rohmer, lo pongo en Francia), pero que simultáneamente es serio con la ley y la propiedad como ninguno, no prohibe. Comparado con Francia, Reino Unido, por supuesto, Italia y los intentos españoles, la cosa es realmente muy diferente. Y permite discutir y no llamar ladrón a nadie.
3. Escrito por Isabel
6/Dic/2011 a las 12:36 AM
Umm… ¿Cultura? ¿Qué cultura?. Es lógico, hay tentaciones que no se pueden/deben resistir. Lo más cuestionable ya no es lo de la gracia de la ciudadanía, sino el criterio de quien la distribuye (¿?). Mejor lo dicho en el post anterior a este.
4. Escrito por Gonzalo Martín
6/Dic/2011 a las 5:52 AM
En efecto @isabel, querida. La madre del cordero es, también, cuando existe una dádiva pública decidir los cómos y los quiénes, porque se da por supuesto que el por qué, sobre todo en este caso, lo sabemos. Este punto de vista es de enorme calado porque lleva a una cosa esencial que debe formar parte de la discusión: mineros, agricultores, sindicatos y patronales, televisiones de todo tipo, viajes de promoción internacional y curiosidades de todo tipo (yo he visto a la comunidad de madrid subvencionar la compra de pecés) tienen todos ellos – y los que encontraremos – derecho a recibir cosas que el mercado no les da. El marco cultura/mercado/subvención debe estar en ese contexto. Bruselas lleva años queriendo retirar todo, pero una y otra vez alguien consigue salvar su chiringo. Y aquí entran las convicciones de cada uno: uno, como sucede con el asombroso caso de loterías, farmacias y estancos, cree que nadie debe tener privilegios para ganarse su existencia, especialmente si sabe leer y escribir y no tiene incapacidades mentales que le resten comprensión y razón. Pero también entiende el punto de vista, con el juicio crítico que se quiera, de quienes ven que si los demás tienen, él también. Y, en esto, hay un serio punto de discusión. ¿Por el lado práctico? Puesto que suprimir chiringos es tan complicado, la cosa debiera empezar por los métodos de asignación. A lo mejor debieran ser aleatorios.
5. Escrito por Gonzalo Martín
6/Dic/2011 a las 7:47 AM
Pero Jose: leída la nota de BitTorrent, aclara que la descarga sin ánimo de lucro es legal y que no se va a cambiar la ley.
6. Escrito por Jose Alcántara
6/Dic/2011 a las 9:06 AM
Es evidente que las diferencias son notables, yo sólo apuntaba el matiz.
Los suizos son muy policiales, el mito hace honor a la idiosincracia general, pero también descubre uno que allí se pueden hacer cosas que en otros mundos mucho menos policiales y menos «cuadriculados» y mucho más latinos y mucho más… encantados de haberse conocido a sí mismos aunque guste ir de lo contrario, están prohibidas. Por ejemplo, también era legal hacer «botellón» (usaban la palabra en español, botel·lon), que aquí estaba (y está) prohibido por ley 🙂
Ojalá tomaran ejemplo, desde los truebas del mundo a las sindes del mundo. Pero no contaría con ello 😉
7. Escrito por Isabel
6/Dic/2011 a las 10:20 AM
Pues igual si empezamos por lo del criterio y las hacemos aleatorias, el resto viene rodado. Con la lotería es distinto, se puede maldecir porque no toca pero el precio del boleto es el mismo para todos. En el caso del cine, y de otras cosas, no es así. La cosa pasaría de la comparación de costes y el “no es justo” a los criterios de calidad y de ahí a los de preferencia del público que, como bien dices siempre, es lo que realmente importa. Y ya sabemos cómo funciona eso de preferir que nos arranquen un ojo para que el otro se quede sin ninguno.
Poniendo encima de la mesa mi propia (pequeña) experiencia en esto de (ínfima) subvención para una película, pronto estaré en disposición de hablar con mi propio ejemplo para aportar mi granito de arena en este discurso tuyo que sabes que suscribo 🙂
Ahora que todo son recortes y a casi todo el mundo le duele algo, todo puede pasar…
8. Escrito por Javier Meléndez
6/Dic/2011 a las 8:55 PM
Sólo anotar que me resulta extravagante producir películas subvencionadas y no pensar en los espectadores.
Incluso hay más de una película que da bofetadas a los espectadores. Por ejemplo, películas que se ríe de los curritos porque se levantan temprano para ganarse la vida honradamente. Gente que con sus impuestos ha financiado esas películas. A estas películas las llamo películas-insulto. No me opongo a que existan, pero sí a que se financien con dinero público. Incluso hay un director –al que no quiero dar publicidad– que se considera kamikaze y que se vanagloria de vaciar las salas.
Si ha de haber subvenciones, debería premiarse a aquellos creadores/productoras que apuesten por un cine comercial de calidad.
Este debate no es nuevo. Tolstói habló en su breve ensayo “Qué es el arte” sobre el deber del artista de ofrecer su talento al pueblo.
9. Escrito por Javier Meléndez
7/Dic/2011 a las 10:04 AM
No entro el debate sobre si la cultura debe ser subvencionada o no. Por otro lado, ¿qué es cultura? Un retrete expuesto en el Reina Sofía es considerado arte. Lo que quiero comentar es que, si la cultura debe estar subvencionada, los artistas (cineastas, pintores, escultores) deberían buscar el agrado del público, puesto que paga vía impuestos, y no satisfacer egos o mostrar demonios personales.
Hay un tipo de películas que llamo película-bofetada. Tiene por protagonistas a personas que se ríen de los curritos que se levantan temprano para mantener a su familia y pagar impuestos. Es decir, personas que han subvencionado la película-bofetada.
El jurado debería ser público antes que otra cosa y pensar en el cine comercial y de calidad (¿por qué algunos se empeñan en oponer comercialidad o popular a cultura?)
10. Escrito por Jose Alcántara
7/Dic/2011 a las 10:39 AM
Sin embargo, Javier, el reparto de incentivos es justamente el contrario. Cuando uno diseña un esquema social, del tipo que sea, lo que debe recibir mayor atención es el diseño de los incentivos en cada posición, porque de esos incentivos dependerá que el sistema funcione de forma espontánea o que requiera un input constante (law enforcement).
En el caso del cine, precisamente porque la película está subvencionada (y mis riesgos están cubiertos) no necesito buscar el agrado del público, y puedo hacer una película-ego-masturbante. Por el contrario, es cuando no hay subvenciones (cuando mis riesgos no están cubiertos) que más incentivo tengo a hacer una película que agrade al público (porque si no, no pagarán por verla).
Y estoy de acuerdo en que el jurado debería ser el público, pero eso implica que el jurado no puede ser la subvención estatal, porque si la película ya está pagada, es que ya ha habido un jurado… ¿no crees?
11. Escrito por delivolicita
7/Dic/2011 a las 10:55 AM
Si tomamos como definición de cultura «conjunto de conocimientos que permite a alguien desarrollar su juicio crítico» diría que cuanto más subvención mayor dependencia, y cuanto más dependencia más trabas para desarrollar un juicio crítico, ergo cuanto más subvenciones más difícil hacer cultura.
12. Escrito por Javier Meléndez
7/Dic/2011 a las 12:27 PM
@Jose Alcantara, lamentablemente es cierto lo que dices sobre que no arriesgan. Mi comentario es una protesta por eso, porque no piensan en el espectador. Hitchcock decía que el cine eran 400 butacas que llenar y Lang que hacía películas pensando en la mirada del espectador.
Respecto a que el “jurado debería ser el público” me he expresado mal. Quería decir que el jurado que se reúne para decidir quién se lleva una determinada subvención debería comportarse como un espectador más, pensar: “Esta película me gustaría verla” en vez de “esta película es necesario que se haga por tal o cual razón ideológica, estética, etc.”
13. Escrito por Jose Alcántara
7/Dic/2011 a las 4:00 PM
Jop, desconocía lo que comentas de Hitchcock y Lang, pero sin duda algo sabían del tema. Sobre todo a Hitchcock no me cuesta imaginarlo como un ideólogo del block-buster (Lang quizá también, pero lo percibo de otra forma). Se desviven diciendo que era buen director, pero lo cierto es que hizo cine para las masas.
Y lo del jurado que comentas es completamente cierto. Pero quizá inevitable (son personas, y si pueden, arrimarán el ascua a su sardina).
Saludos!
14. Escrito por Fernando Hugo Rodrigo
18/Dic/2011 a las 2:23 PM
Javier, el problema de “pensar en el público” es determinar qué público. Hay muchos tipos. Mucho de ese público está feliz de ver Torrente 4 y Fuga de Cerebros 2. Yo a esto no lo considero cultura.
En mi opinión, las subvenciones principalmente deberían ir a aquellas cintas que no puede competir en el mercado, visto que el argumento es justo el de la excepcionalidad cultural. Cine más experimental; cine con un público potencial más reducido.
En cambio, siempre he creído que las ayudas a la amortización son injustas (no ya por las posibles irregularidades ahora puestas de manifiesto).
Almódovar vende suficiente aquí y sobre todo en el extranjero como para que haya que darle, además, dinero público.
El cine como “cultura” tendrá que responder a esos criterios abstractos que, por otro lado, rigen toda esa cultura. Esto no implica que el cine comercial no pueda ser arte, o que volvamos a la vieja disyuntiva de “Alta Cultura versus Cultura Popular”. Pero no seamos ingenuos. La gente no lee tanto a Tolstoi, Roth, Franzen, etc, como leen a Pérez Reverte o la última novela histórica de andar por casa. Cuidado porque meter (aunque en parte ya esté metida) la cultura dentro del mercado nos deja a todos viendo solamente Transformers 2, 3, 4, 5…
Sin ayudas públicas, es improbable que salieran adelante los mejores directores de cine europeos actuales.
15. Escrito por Fernando Hugo Rodrigo
18/Dic/2011 a las 2:29 PM
Por otra parte, tal vez el cine de género debiera abrirse a la posible inversión privada, dado que cierto público (ese mismo que disfruta con HBO, Showtime, AMC) puede responder bien (sea en taquilla, sea en otros medios).
Ahora bien, como ya comentaba con @manuxcristobal, para ello tendría que darse mejores incentivos a las empresas que invirtieran.
De este modo, el montante de dinero público invertido en cine español sería menor, y tal vez más centrado en el cine cultural.
Ahora bien, me resulta curioso que se cuestione tanto la inversión pública en cine y no la que recibe, por ejemplo, el Museo del Prado.
No todos visitamos sus exposiciones (que cuestan dinero, además), pero suponemos que el dinero invertido (que es mucho) se usa en beneficio de sus colecciones.
16. Escrito por Gonzalo Martín
18/Dic/2011 a las 3:32 PM
@Fernando: planteas dos cosas importantes. Una la definición de lo que es cultura. Como nos quedemos con la definición de la Unesco, tendremos muchos problemas. Sucedería que cultura es todo, vanguardia ni se sabe y la sofisticación algo que nunca se sabe a priori. La otra el rol del estado y los incentivos para invertir o producir algo.
Sobre esos dos ejes reside todo el debate sobre el cine y su regulación desde la posguerra mundial y nadie se ha puesto de acuerdo y, creo, todos los supuestos de éxito, han fracasado: en realidad, todo se hace para reducir la potencia del cine americano.
Como le he comentado a Juan Carlos Tous, creo que al final la superación de este conflicto reside en el desarrollo de la red. Creo que merece que le dedique una reflexión larga.
17. Escrito por Fernando Hugo Rodrigo Blanco
20/Dic/2011 a las 12:41 AM
Gonzalo, sin duda es un debate que debe abrirse. Lo que sucede es que debería abrirse en todos los campos, dado que, no ya el Prado (cuyo “arte” más antiguo es más sencillo de justificar), sino el Reina Sofía, también recibe subvenciones, y, sin duda, habrá expertos culturales que podrían cuestionar según qué adquisiciones o exposiciones temporales.
Yo tengo mi definición de cultura, pero esto no implica que quiera imponerla, por supuesto. Ahora bien, en la cultura siempre ha habido intermediarios, críticos o creadores de opinión.
Ignoro si la red de veras hará “explotar” todo esto. Diría que no, o no, al menos, en la industria cultural a gran escala.
¿En cine? No lo sé. Pero si el Estado decide subvencionar cierto tipo de cine, tiene derecho a elegir qué criterio estético considera “cultura”.
Como digo, es complejo, y mucho. Aunque, para que se me entienda, diría que “igualar por abajo” no es una estrategia conveniente.
La cultura, la formación y hasta el gusto nunca han sido democráticos, sea esto o no muy correcto políticamente. La mayoría de la gente no lee a los grandes.
En cierto modo, es como comentabas en otro post. Nos gustaría que lo más visto fuera La 2 y los programas culturales, pero es (al menos si confiamos en la medición de audiencias) Sálvame o La Noria.
¿Hay que creernos en el apocalipsis, y tender al pensamiento catastrofista? Yo creo que no. Creo que las audiencias crean nichos, y que Mad Men tiene su público, como lo tienen ciertas series web, más o menos artesanales, pero con personalidad.
En fin, son ideas que lanzo, que hay que tal vez (me disculpo por adelantado) agrupar y argumentar mejor, pero que son las de alguien que está en la industria. O bueno, si no dentro del círculo de privilegiados, digamos que en los alrededores: en los suburbios.
Tal vez por eso acepto y comprendo muchas críticas al funcionamiento de la industria española de contenidos audiovisuales. Pero sin llegar al extremo de creer que hay que volarlo todos por los aires. Destruir, en todo caso, para construir…
Digo yo…
[Nota de G. Martin]: Te he editado los errores tipográficos que mencionabas y he borrado los comentarios en los que lo explicabas.
18. Escrito por Gonzalo Martín
20/Dic/2011 a las 5:37 AM
Efectivamente, Fernando: si se cuestionan las subvenciones, deben cuestionarse todas. Yo creo que se deben cuestionar todas: desde la agricultura a la minería, pasando por las artes. En el fondo, es un problema de creación de incentivos y algo menos de la procedencia del dinero. Lo que sucede con la subvención como sistema generalizado es que suelen suceder, en mi opinión, dos cosas: una, no se suele evaluar los resultados acordes con los fines. Por ejemplo, tras unas cuantas décadas dando subvenciones para justificar el cine español y su poder frente al cine americano, la realidad es que todo sigue igual de bien o de mal. No sube en términos reales la proporción de público en el largo plazo y no tiene una gran cuota televisiva aunque ahora haya mejorado en RTVE sin publi. Por el contrario, la ficción de producción nacional en las televisiones ha triunfado: resulta que el imaginario español está construido por las series y no por el cine. Ergo, es planteable el éxito.
El segundo problema es que las subvenciones suelen incitar la creación de redes clientelares. “Buscadores de rentas” suelen decir los economistas. Personas cuya finalidad es la búsqueda de la subvención como medio de vida que crean un entramado de relaciones con las autoridades que las conceden, aprender a trucar el sistema y se pervierten los fines. Si miramos a algún celebre productor español, es el arquetipo de ello, que puede verse en otros sectores. Por ejemplo, en mi experiencia pasada, eso fue el Forcem que hoy día no sé cómo funciona.
Yendo al Estado, me parece muy peligroso dar como bueno que el estado tiene derecho a imponer un criterio estético: exactamente eso fue el arte soviético o el nazi. Que el estado imponga un estándar de belleza y creación y que, a fuerza dinero, o incluso de represión, se elimine eso que tanto se dice que el Estado refuerza como es la pluralidad y la diversidad, no parece lo mejor. De hecho, ese fin último, la diversidad de voces y expresiones, se protege mucho mejor en espacios de libertad de acceso y expresión como potencialmente es y puede seguir siendo internet que bajo la tutela de un gatekeeper como es el Estado.
Finalmente, tenemos el caso de instituciones como los grandes museos que mencionas que es la conservación del patrimonio. Es interesante observar como ese tipo de instituciones mantiene lazos intensos con fundaciones y patronatos del sector privado. Es un tema de alta complejidad y que nos devuelve al principio: incentivos, fines y su revisión. Sobre todo a no “dar por hecho” que el dinero público es un derecho por mi mera existencia.
19. Escrito por Fernando Hugo
20/Dic/2011 a las 9:44 PM
Ojalá se revisara el sistema de subvenciones a todos los sectores, pero eso implica una valentía politica que no veo en nuestro país. Por ejemplo, la agricultura. Tal como yo lo veo, y recuperando aquella comparación que hiciera Javier Bardem con los tomates, lo que él no afirmaba, claro es que el problema son los intermediarios. El día que los tomates valgan, en el mercado o en el supermercado, lo que de veras cuesta cultivarlos (porque se quiten las subvenciones a los agricultores), nos llevaremos las manos a la cabeza: tomates a 10 euros. Pero, igual que decía Bardem, el problema es que hay gente que vive de esa intermedicación, lo mismo que ahora, siguiendo el simil hacia el cine, hay quien vive de distribuidoras o exhibidoras.
Yo he trabajo en una productora donde, mediante tanto intermediario, se perdía casi todo el beneficio (Si quieres y tienes tiempo, escribí algo en mi blog al respecto: es el post llamado LEY SINDE (II): Imaginemos posibilidades. Distribución).
En cuanto al imaginario televisivo, merece un estudio sociológico. Que la misma gente que desprecia el cine español (sin matices), se trague muchas series españolas (con posibles similares defectos y virtudes) es algo que se me escapa.
Lo que afirmas sobre los “buscadores de rentas” es absolutamente cierto. Es un mal endémico, pero me temo que con más industrias que la cinematográfica. Cuando el Estado es el gran cliente de muchas empresas, me da que cualquier empresario se estanca.
Matizo lo dicho sobre lo de que el Estado imponga un criterio estético. Obviamente, esto suena a fascismo. Pero los comités de ayudas y subvenciones no tienen comisarios políticos, de momento: lo forman gente muy dispar y con criterios distintos. Tan cuestionables como los jurados de cualquier premio literario privado.
Aunque sin duda el extremo de este argumento de defender la cultura pública da cierto miedo, tampoco podemos ser ingenuos: la empresa privada no se caracteriza (no, al menos, en España) por el cuidado de la calidad (no hablo siquiera de un canon “artístico”, sino de calidad en guión, dirección, etc).
El cine, como, se me ocurre el cómic, es de ese tipo de artes que nacieron con el marchamo de “popular” desde siempre, y así, es más sencillo que la fundación Movistar o Saatchi and Saatchi o la Guggenheim tengan expertos en pintura u otras artes (menos populares; más “de Alta Cultura”, valga el viejo término), que apuesten por el documental creativo o el cine más experimental.
Por otra parte, todo quizá cambiaría si las grandes empresas tuvieran mejores desgravaciones para la inversión en cine (y en cualquier tipo de cultura). O no; sólo se sabrá si alguna vez sucede.
Sea como sea, Internet y el futuro (o el pasado mañana, que todo va muy rápido) es, a la vez, una oportunidad y un abismo. Spotify no acaba de funcionar; Netflix mueve dinero, compra y hasta produce series (va a recuperar Arrested Development, una serie cancelada hace años) pero, según leo, puede que vaya camino de la burbuja con cash prestado, y sin seguridad de que recupere inversiones.
Yo veo cine en filmin, y creo que su apuesta es interesante, y quizá si las distribuidoras son las que crean esas mismas plataformas, puede que se suprima un paso (un intermediario), pero tendría que ver sus cuentas, y saber de los 2 euros que cuesta ver un film, cuánto va a la distribuidora, cuánto al productor, cuánto al autor. Por desgracia, los guionistas o directores no podemos dar conciertos, con lo que el hecho de que la Red “nos dé a conocer” y nos abra nuevas audiencias no parece que tenga el mismo efecto que en los músicos.
En fin, iremos viendo. La cosa es debatir, proponer, conocer diversas maneras de aproximarse a estos temas