Ayer Nico Alcalá me pasó un enlace con una entrada de Brian Newman con una larga explicación de por qué, ejem, el cine en las salas es, simplemente, algo del pasado. Suelo comentar y discutir con Juan Herbera la cuestión de la supervivencia de las salas o su necesidad para una comercialización completa, lógica y casi impepinable. Hoy, lo es. Pero para mi es una cuestión de tiempo e infraestructura tecnológica el hecho de que lo que llamamos “cine” se lance – o estrene – de modo predominante en entornos que no son o serán salas. Sobre todo, es una cuestión de realidad de consumo: ni la experiencia en el cine – a pesar de que se dice que está hecha para el cine – es tan alucinante ni, sobre todo, el espectador se comporta como si lo fuera. En algún lugar que no encuentro dejé escrito que ya hay generaciones enteras incluyendo cineastas que han visto todo el cine clásico en el televisor y no les ha pasado nada, y que vienen generaciones enteras que, lo que han visto (hay gente que no ha visto nada anterior a los noventa), lo han visto en… ordenadores portátiles. Newman dice: “soy un converso”. Porque era uno de esos cinéfilos que estaban convencidos de que el cine como debe verse es como fue pensado, para una pantalla grande en un recinto público. Pero lo cierto es que son financiadas para venderse en múltiples formatos y que el público termina viéndolas mayoritariamente en otro sitio. Hagamos un ejercicio de prospectiva: imaginemos un mundo donde todos los hogares se conectan por fibra…
29 diciembre, 2011 9:29 AM
1. Escrito por Juan Herbera
29/Dic/2011 a las 10:25 AM
Hola Gonzalo: Sabes que estoy abierto a todo tipo de debates al respecto. En éste caso, es una opinión muy respetable pero, a mi modo de ver, un tanto sesgada. Puedo entender perfectamente la incomodidad de tener malas experiencias una y otra vez en la visita a las salas. Y coincido con el autor en que eso acaba cansando. Pero son cosas que tiene solución: mejorar la gestión de la atención al cliente. No es fácil en éstos tiempos (suele suponer invertir más en personal y formación) pero es posible. Problema identificado. Lo grave (para mi forma de verlo) sería que el autor se decantara por el cine en casa no por esas incomodidades sino por la calidad de la experiencia. De hecho, el sigue valorando muy positivamente la posibilidad de ver las películas en festivales o pases privados. O sea, en salas de cine. Eso sí, sin las “incomodidades” de un multiplex un domingo por la tarde. Le entiendo pero no comparto su decisión final: yo sigo prefiriendo la sala de cine si bien apuesto por un mejor servicio.
2. Escrito por Isabel
30/Dic/2011 a las 9:29 AM
A revisión todo, empezando por lo que significa “experiencia” (con ejemplos varios contados en esta casa). Y, además, ¿no quedamos en que una cosa es querer que te vean y otra el encontrar modelo de negocio? Si algo me ha ido quedando claro es que sin difusión lo del modelo de negocio ya ni plantearlo.
3. Escrito por Gonzalo Martín
31/Dic/2011 a las 10:59 AM
Hola, Juan. Gracias por tu reflexión. Lo importante es que, cuando planteo estas cosas, no es por tratar de que el mundo vaya a ser así como una norma obligatoria, una especie de vindicación de que “hay que acabar con esto”. Lo que me parece, y me puedo equivocar, es que cuando las cosas se pueden hacer y alcanzan su punto crítico y tienen lógica y sentido (yo creo que hasta económico en el largo plazo) ocurren.
Por ejemplo, ¿te acuerdas lo que decían los directores y los directores de foto cuando empezó el digital en la proyección y en los rodajes? El mantra era que el digital nunca iba a igualar al químico y bla, bla. Miremos la realidad inexorable y el avance de un formato técnico que es, al final del día, superior en casi todos los órdenes si ya no lo es en todos. La pregunta es si el espectador nota la diferencia y si mejora los procesos de trabajo. Sobre el primero, no tiene ni idea sobre si esas luces y ese color han quedado mejor y, en lo segundo, la copia no se deteriora. Creo que fue George Lucas el que dijo que estábamos tan acostumbrados a los defectos del químico en pantalla que los dábamos por buenos y la nitidez digital se rechazaba a pesar de su limpieza evidente. Hoy ya, me temo que todos estamos de acuerdo.
Por tanto, la queja sobre servicio y el hecho de que haya gente y haya circunstancias donde se prefiera la sala por encima de todo no quita un hecho: la mayoría de la gente ve las películas de modo personal en entornos privados de manera constante, y que el desplazamiento fuera del hogar cada día exige más razones para hacerlo y que eso es probable que ocurra para menos películas. Miremos las toneladeas de adolescentes educados en tuenti viendo series hechas a medida en ese canal, mercenarios en sus gustos y opciones de consumo.
Yo creo que a Newman le pasa como a mi: cada vez me aporta menos el diferencial sala en todos sus componentes. La intensidad del cine “de autor” (o, clasificado de otra manera, “sin efectos especiales”) es igual o mejor en tu casa con una buena tele si la tienes y, si no la tienes, pues se puede decir que también. Ver a Julia Roberts en Comer, Rezar, Amar, que es tan mala y que justifica poco el tiempo invertido, sin nada más espectacular que algún plano de Bali, te hace resistente a correr al cine: yo creo que todos los espectadores nos hemos o nos estamos entrenando en saber cuándo hay materia para invertir tiempo, porque tenemos muchas opciones y hay desplazamientos que no compensan: crecí en una casa con televisión en blanco y negro y con dos canales, mis sobrinos crecen sin límites y los deciden ellos a la hora de ver y consumir. No les gusta Bamby y adoran el Rey León, pero sobre todo juegan, juegan y juegan… en el salón de casa. Y su consola se conecta.
Al cine en sala le queda esencialmente el prestigio, la excusa para el ruido mediático y la espectacularidad de una serie de producciones, que no de la mayoría. La lógica inexorable es que el entretenimiento derive al hogar de forma personalizada y que las experiencias sociales en público sean breves y para cada vez menos productos. A medida que la infraestructura crece, el incentivo de los autores para prestigiar otros espacios y el del público para reducir sus costes y controlar la experiencia es mayor. Por ejemplo, puede ver los primeros cinco minutos y, si no le gusta, dejarlo. Por limitador que sea desde un punto de vista llamémosle cultural, es lo que hacen miles de descargadores: probar para decidir si siguen. Hay mucho “riesgo emocional” en ver algo que no te guste y no poder escapar, un sábado por los aires.
En definitiva, de lo que trata Newman (o yo creo que trata) es de los sesgos que imponte la evolución de la tecnología y el consumo no sólo del cine, sino casi de cualquier cosa.
4. Escrito por Juan Herbera
31/Dic/2011 a las 11:09 AM
Hola Gonzalo.
Coincido en buena parte de tu reflexión. De hecho es bastante más recional que lo que Newman transmite en la suya.
Aún con todo, yo confío en que esa experiencia social que seguirá siendo el cine te invite a participar de ella más a menudo de lo que tu esperas (y no niego que tengas razón en pensar que así va a ser en un futuro no muy lejano) y que sean más quienes se apunten. Sería señal de que desde los creadores de contenidos se han dado cuenta de que con pelis como la que mencionas de Julia Roberts el futuro del cine en salas se complica. Si además atrayesen a algunos adolescentes de los que ven series en tuenti ya sería a re…pera!
Gracias por éste espacio de reflexión y muy feliz año.
5. Escrito por Gonzalo Martín
31/Dic/2011 a las 11:33 AM
Gracias a ti. Efectivamente, la experiencia social es todo: pero pensemos que los cines sirven ya y servirán para casi todo: transmisiones de fútbol (que, teniendo en cuenta que está dejando de ser gratis en la tele, le da valor), opera o lo que sea. Las salas pueden ser centros de ocio completamente diferentes con múltiples experiencias. No olvidemos que, probablemente, el mayor factor que reduzca el espacio en salas es la propia rentabilidad de la instalación. Y esa se va a conseguir con pocos productos y, creo, mucha especialización. Pero sin duda el mundo será más abierto y las salas que sigan más polivalentes.