Hace pocos días Hollywood Reporter publicó un curioso e interesante artículo titulado “Por qué Hollywood está perdiendo la batalla de las relaciones públicas en la guerra contra la piratería”. Relaciones públicas debiáremos realmente interpretarlo como opinión pública. La curiosidad reside en que la argumentación es sorprendentemente parecida a la que se esgrime en el lado de los peligrosos libertarios que cuestionan los modos de hacer y las propuestas del conglomerado cultural-industrial. Son estos: a) la oscuridad de la creación de las leyes y el poder de lobby, b) el empleo de estadísticas cuestionables y la pretensión de salvar sus empleos cuando se crean en otros sectores de la economía y c) la sensación de que, a pesar de las quejas, la producción ¡sigue existiendo!. La moraleja, en mi opinión, reside en que la búsqueda de consensos nuevos y equilibrios que se reclaman desde el establishment no puede seguir pasando por estas estrategias. Las leyes de propiedad intelectual sólo se endurecen y nunca retroceden, mientras que el problema es el mismo desde hace treinta años: sin renuncia a prerrogativas y privilegios va a ser complicado encontrar una sensibilidad social que apoye no sólo la legislación, sino que desarrolle conductas voluntarias de apoyo a los creadores y las empresas que los contratan. En especial, formas que permitan una reconversión industrial más suavizada. Porque lo de dejar de copiar, lo daría por descartado: ¿cuánto tardan en llegar dipositivos de memoria pasables de mano en mano en el que quepa toda la producción de cine del siglo XX y lo que llevamos del XXI por el precio de un menú del día?