En las paredes de la Escuela de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños (Cuba), una pintada en los pasillos recuerda a Fernando Trueba: «La vida es una película mal montada (con un final de mierda)». Si no me mienten personas que han pasado por aquí, la ex-ministra con nombre de ley también ha pasado por estas aulas transmitiendo su conocimiento. Se acaba de crear una cátedra de Televisión y Nuevos Medios y su seminario de apertura para la especialidad se abre con la presencia de Stéphane Grueso, Alberto Tognazzi y servidor de ustedes dentro del cupo español. Varios de nosotros desarrollamos duras críticas al sistema de derechos imperante: al acabar, en esta escuela y en este país precario, al que las opciones que explicamos de nuevos proyectos basados en la red resultan apasionantes pero imposibles al carecer de infraestructura, se me acerca una alumna: me cuenta que hacen películas y que se las pasan unos a otros en discos duros y que quiere imaginar un sistema para ganar dinero con ello. Complicado. Descubro que la audiencia ha visto y ve las series más atractivas del mundo y que todo eso pasa por la isla de disco en disco. Los alumnos del futuro se educan ya, incluso ante la carencia de red, en el acceso a la copia indiscriminada. Los colombianos, argentinos y brasileños que están aquí hacen todos lo mismo. Hay algo de ironía en todo esto: quienes tienen que desarrollar el audiovisual de mañana, son los piratas de hoy.