En mi experiencia, una de las cosas más complicadas de explicar o exponer ante los conflictos de paradigma que supone la sociedad digital, informacional o como la queramos llamar, es la cuestión de los bits. Te sientas a exponer tu postura sobre la cultura o los derechos razonando en torno a una realidad que, por lo menos como la veo yo, se cae por su peso, y te encuentras con que esa realidad puede ser algo muy duro de aceptar: si las cosas se hacen de bits, los bits son copiables, imparables y tremendamente baratos. Esta semana en La Red Innova he visto mi primera presentación puramente comercial de la impresión 3D en un evento para lo que en un tiempo hubieran sido geeks y ya hoy es gente corriente. Hoy Antonio Ortiz compartía un artículo de Wired sobre las primeras demandas por colgar archivos para imprimir figuritas de juegos, con lo que podemos decir que ya estamos en el mainstream y que esto va a ser otra oleada de enormes conflictos con leyes mucho más porosas que las de copyright. El artículo llama la atención sobre la potencia de lobby de las empresas de manufacturas, como si los lobbys de las industrias del copyright fueran a su lado las madres mercedarias del convento de al lado de mi casa. Conviene recordar que la industria del entretenimiento construye mucho y modeliza mucho por lo que también nos divertiremos profundamente con la cuestión: cadenas de hamburguesas que, a lo mejor, no quieren pagar licencias de merchandising porque los nenes se han impreso la figurita. O porque este o aquel autor independiente ha clonado decoración y atrezzo. ¿Quien dijo que las guerras del siglo XXI serán o son las guerras de la propiedad intelectual? ¿El conflicto por fabricar a tu medida desperterá otras valoraciones sobre estas protecciones sobre el ciudadano medio atolondrado ante un problema filosófico y económico complejo como es de la propiedad de los conocimientos y que suele reducir a quiero una canción ya y sin pagar? En todo caso, la violencia legal de todo un mundo puesto en cuestión por otra lógica económica va a ser extremada y será interesante ver cuánto presunto cinismo aparecerá: un fabricante de impresoras 3D necesita archivos que le den sentido a la compra de la máquina tanto o más que el operador de telecomunicaciones para vender banda ancha. Y ya saben lo que opinan algunos sobre la razón para tener tropecientas megas en casa.