Una de los comentarios más recurrentes que se producen alrededor del éxito de Paco León con su película de bajo coste y distribución sin barreras es el de que es excepcional y, por tanto, no repetible. En síntesis, una casualidad, una rareza, una carambola del destino. Se suele añadir que sin ser Paco León un actor famoso, todo hubiera sido imposible. Yo creo que esta mirada es un punto de vista erróneo, no porque sea inexacto, sino porque no tiene en cuenta el modelo tradicional, el contexto y las oportunidades de los nuevos tiempos. Diré por qué.

En primer lugar porque el éxito es excepcional por definición, cualquiera que sea la escala y los valores de producción de una película u obra audiovisual siguen fracasando casi todas y muy pocas son un éxito. ¿Siete u ocho de cada diez no funcionan? Más o menos sí, por eso es un negocio de mucho riesgo, siempre lo ha sido y seguro que lo seguirá siendo. La diferencia es que siguiendo un esquema convencional, es más fácil conseguir inversores dispuestos a correr ese riesgo tan elevado porque más o menos se conocen y se han desarrollado mecanismos de más o menos protección, cuando no de traslado del riesgo a la parte más débil. De hecho, es mucho más fácil sacar adelante un producto de alto presupuesto que otro de baja inversión. Aunque el segundo es un riesgo mucho menor en cuantía, tiene menos oportunidades de darse a conocer: el buen márketing, como veremos ahora, es una de las llaves para el camino del éxito sin descartar el valor de la buena suerte.

En segundo lugar, porque nadie prohibe que otro señor famoso decida buscar financiación y dar a conocer al público su proyecto apoyándose en su base de fans. Un señor famoso es un activo para una película o cualquier otro proyecto. Si no lo tienes, has de encontrar otra cosa diferente para llegar al público: casi todo el mundo parece olvidar que las películas hay que venderlas (y es mejor pensarlo cuando las piensas y desarrollas, no cuando las has terminado) y que de lo que se trata es saber cómo se venden. Las películas de alto presupuesto se mueven con promoción masiva, porque tienen apoyos para hacerlo. Desde dinero para hacer tanta publicidad como un coche a, como pasa con Lo Imposible, el apoyo de una cadena de televisión que pone – todos -sus recursos en marcha. Si una televisión española los pone, los pone para unas pocas películas, pero nadie dice que es excepcional. Y, en realidad, lo es a la vista de la evidencia del número de películas producidas y estrenadas (más de ciento sesenta en 2012, ¿es excepcional o no?). Han encontrado un éxito (aunque sólo se sabe después) pero han empleado los mecanismos que tenían para venderla. Paco León ha usado los que tenía y la ha posicionado (puedes verla en el canal que quieras) como mejor le convenía. Otro tendrá que usar otros.

Una tercera razón es porque se confunden los modelos de negocio de los intervinientes en el proceso. En estas críticas suele existir una especie de estado de búsqueda del santo grial que salvará al cine de su difícil adaptación al mundo digital. No va a haber uno, va a haber muchas formas y empresas que saquen adelante sus proyectos de muchas formas. ¿Qué ha hecho Paco León? Como el mismo dijo en su explicación del veinte de diciembre, ha ganado libertad: “Era mi dinero, mi película y mi madre”. En el negocio del cine, suelen ganar dinero exhibidores, distribuidores y muchas menos veces los productores que las hacen posibles. Es el distribuidor el que recolecta el dinero que finalmente llega al productor y puede verse cómo en otros casos de low cost los creadores aún no han visto un duro aún teniendo muchas salas (por cierto, en este artículo no acaban de entender la situación, si me preguntan diré por qué en comentarios). La cuestión es qué tiene que hacer cada uno para encontrar las fuentes de valor que permitan fianciar su trabajo. Para quién quiere hacerlo conservando un grado importante de autonomía económica y artística resulta que estas cosas nuevas ofrecen oportunidades mucho más amplias que el sistema tradicional. Sobre todo si no te obsesionas con que estar en los cines es el colmo del prestigio.

Es decir, en el modelo tradicional es el productor (también suele ser el creador en los modelos de cine independiente) el último que ve dinero… si lo ve. Si, por ejemplo, tropiezas con las majors en EEUU y no eres nadie para imponer ciertas condiciones (es decir, casi todo el mundo), raramente verás números negros en tu liquidación. Es decir, aquí se trata de saber quién tiene que encontrar su sostenibiliad y la capacidad de sacar partido al entorno, si los que se inventan las películas o los intermediarios entre quien las crea y el público. Estos, no se preocupen, no van a desaparecer: alguien tiene siempre mejor conocimiento del mercado y de cómo moverlo. Otra cosa es cómo evolucione el poder de negociación entre cada agente. Paco León se ha apoyado en la base de fans que ha desarrollado en otra actividad para aprovechar un éxito en un festival. Ha encontrado también los socios adecuados para estructurar su comercialización sin depender de intermediarios que no juegan en su favor (Cameo y Filmin cuidan a autores y productores independientes). Ha logrado recaudar lo suficiente para recuperar sus costes y cumplir sus objetivos con el proyecto y sus fines como artista: ¿se puede pedir más?

En definitiva, Paco León es un autor que se ha empoderado manejando su producto y su riesgo sin las restricciones que impone la ley en determinados casos ni los contratos que hacen esas distribuidoras que son las primeras en recoger el dinero trabajando más para ellas que para el creador. Y lo ha hecho para el producto que tenía, no para hacer Lo Imposible.  Básicamente en eso ha consistido la innovación, no ajustarse a un esquema de modelo de negocio preconcebido basado en la restricción temporal al acceso a la película, sino en hacer todo lo contrario. Y le ha salido bien como podría haberle salido mal y lo segundo no invalida por sí misma la bondad del proceso.

Terminemos uniendo algunos cabos: como se sabe, Netflix estrena House of Cards completa desde el primer día en internet. Vaya, Paco León no es el único. El señor Ridley Scott se dedica a pedirle a la gente que le pase material para hacer una película. De esa idea, surge Springsteen and I, el proyecto documental basado en la estrella de rock americana. Unos españolitos se hacen El Cosmonauta juntando donaciones, aportaciones en especie y desarrollando una comunidad de fans. Una televisión presume de posicionamiento en buscadores. Esa misma televisión lanza productos conocidos como trescientos sesenta grados y los más osados transmediáticos. Se lanza Tintin tras su etapa en cines y lo que se destaca es que está disponible en plataformas online, no en DVD. Louis CK lanza su propio DVD sin DRM y sin pasar por intermediarios y el público le apoya. Conan O’Brien se sustenta en su grupo de seguidores en redes sociales para llenar teatros. También lo hace Jandro, de El Hormiguero. Y Paco León se apoya en sus seguidores y en el valor de causa para sacar adelante su proyecto. En definitiva, las cosas que se prevían cuando hablamos de comunidades de fans, convergencia y desintermediación se están produciendo aquí y allá: va a ser que lo que ha hecho tampoco es tan excepcional o fuera de lo normal, haya sido éxito o fracaso y que pronto estas cosas dejaran de ser noticia para ser normales.

Todo el mundo parece estar aprendiendo a hacer cosas nuevas y a sacar adelante excepcionalidades. Independientes y establecidos están mutando mucho más de lo que la gente quiere ver. Y lo de Carmina o Revienta, precisamente por ser un éxito y, por tanto, excepcional, lo que hace es extender caminos y abrir la mente de otros para aumentar sus alternativas. Si eres artista independiente, más vale que construyas tu audiencia por ti mismo como esencia de tu modelo de negocio e internet es el sitio donde puedes hacerlo. Así que no se fijen en la botellla medio vacía. Está medio llena.