Me lo llevo diciendo sin éxito desde hace mucho. No en vano, considero que el ciclo piratería-antipiratería-piratería es un deja-vu permanente que se alimenta a sí mismo, esencialmente porque es en la pugna donde reside la resiliciencia del modelo de negocio de las industrias del copyright. Se acaba de hilvanar una nueva sucesión de diplomáticos cambiando cromos con gobiernos, intentos de reformas legislativas e informes espeluznates que tienen la virtud de ser siempre más o menos el mismo relato. Por supuesto, todo con curiosa coincidencia y con lo que llamamos periodismo repitiendo toda estas afirmaciones como verdades cristalinas. Simultáneamente, con gente competente como Antonio Delgado poniendo en evidencia, como tantas veces, el ridículo de esos estudios. Un servidor opina que toda la protesta contra la legislación antidescargas ha carecido – localmente – de una buena alternativa programática: se ha conformado en general con oponerse y no plantearse abiertamente una tarea ciertamente hercúlea: la modificación de la legislación. Curiosamente, lo que sí hace el enemigo. La cuestión es poner encima de la mesa, con la enorme dificultad que tiene algo sostenido por tratados internacionales de todo tipo, la reducción de plazos, la liberación de usos (lo del derecho de cita, que tan olvidado está y que clama al cielo), la desaparición del DRM, el rol del dinero público al financiar contenidos e innovación o confirmar con todas las letras que no es delito descargarse de una red peer to peer. Vamos lo que hasta en Suiza y Holanda pueden hacer. Los principios básicos de reforma que plantea el Partido Pirata Sueco, son una buena agenda viable para los tiempos que corren y en camino a la devolución de lo apropiado por leyes desequilibradas. Así que sí, seguramente hay que hablar de piratería pero desde el discurso continuado de una propuesta de reforma y ya no desde la reacción a las campañas de persecución.