El punto esencial del comentario de Antonio Ortiz a la campaña Crea Cultura de Atresmedia es la idea de framing o de enmarcamiento del espacio de debate de cara a la opinión pública. Es decir, la tesis es que pretenden que discutamos sobre esto de esta forma determinada. Mi comentario, creo, partía de ese punto para extenderse mucho más en modificar ese marco asumiendo también el propio marco sugerido por Antonio: ¿por qué no debatimos, en realidad, sobre esto otro? O, dicho de otra forma ¿aceptaría Atresmedia poner como puntos de discusión otros cuadros – frames – más amplios?

Por resumir la tesis de mi texto, la cuestión no sería si tenemos que debatir cómo hacer que la gente respete la propiedad intelectual entendida en su forma actual, sino si lo que debemos discutir es si esa propiedad intelectual entendida desde esas bases le da servicio a la sociedad de modo adecuado para, en vez de cambiar las leyes para reforzar lo que hay, transformar lo que hay. Y un punto esencial, dije, es la misma legitimidad del proceso de cómo se discuten y se reforman esas leyes que luego, propaganda mediante, se nos dice que se tienen que cumplir.

Apunten esta tesis: la llamada industria ganaría mucho más y lograría más aceptación y prestigio social en problemas como el pago si aceptara efectuar concesiones sobre las bases tenidas por inalterables del modelo clásico para generar nuevos consensos y transacciones de equilibrio. Después de todo, en Suiza y Holanda han dejado claro que intercambiar archivos no es perseguible: ya tienen por donde empezar.

Tenemos, también, por dónde seguir: se acaba de publicar el informe sobre España de Transparencia Internacional. En él se relacionan una serie de casos que avalarían con los criterios de esta organización que la gestión del lobbismo en España (cabildeo, decíamos en castellano) es poco elegante por utilizar un término estético que añado yo de mi cosecha. ¿Saben qué dos casos aparecen? Sí, uno es la reforma de la ley de propiedad intelectual (textual: “como un ejemplo de la opacidad del lobby en España, así como de intentos de influir en las decisiones políticas de forma desequilibrada y fragmentaria, presentamos el proceso de modificación de la Ley de Propiedad Intelectual”) y el otro son las concesiones de licencias de TDT (también literal: “la concesión no ha sido nunca técnica y apolítica”). Si releen mi artículo verán la mención explícita a estos asuntos y su conexión con el caso que nos ocupa.

Así que ésta es la cuestión: si se nos pide contribuir a un debate (al menos a este escribidor), el debate no puede descompensarse desde el origen poniendo encima de la mesa una batería mediática diciendo que todo es un problema de presuntos empleos perdidos – que no se dice si vuelven a ser creados en otro sitio – o planteando que la cultura sólo se crea desde un esquema determinado – un servidor está esperando a ver los ríos de dinero de la poesía. La cuestión a discutir es si las leyes que se quieren promover, en fondo, forma y proceso, sirven al conjunto de la sociedad y no si sirven para que la cuenta de resultados de grupos como Atresmedia se quede intacta o mejore, que es algo que puede coincidir o no. Otro framing.