Una mirada detenida a las razones por las que no voy a intercambiar más de un par de twits en cualquier intento de debate en Twitter, permitirá imaginar las razones por las que no permito que las entradas de este blog se puedan menear.

Aplico un procedimiento diseñado por Menéame para quien no quiere recibir la bendición de contar con semejante aluvión de tráfico. Así que te encontrarás con que si intentas hacerlo, no se puede. La experiencia me indica que el resultado final de hacerlo es absurdo y contraproducente: cientos de visitas que ni siquiera llegan a mirar (cero segundos de estancia), sólo con mucha suerte algún comentario esporádico completamente fuera de contexto y que no entiende los temas que tratas cuando no es directamente ofensivo o perdonavidas.

Los comentarios que se quedan dentro del mismo Menéame no son mejores. En definitiva, frente a los argumentos del fundador afirmando que la aparición en este site te abre a espacios fuera de tu zona de comfort, y que eso se supone que es una forma de enriquecimiento por conocer otros puntos de vista, el resultado verdadero sólo es bronca.

Otras personas me han sugerido que no entraña en si mismo ningún coste el tráfico por el tráfico y que puede que haya alguna persona (con una bastaría) que descubre el blog y se incorpora a los seguidores. No digo que no, pero todavía no lo he visto y, especialmente, supone seguir alimentando el caldo gordo de una reflexión empobrecida: el sesgo que generan estos espacios para condicionar las conversaciones, simplemente, no me interesa. Lo cuál es contradictorio con la mera presencia en determinados espacios: a veces no hay más remedio que mantener una base en un sitio, la cuestión es que no te lleve a condicionar toda tu identidad digital (al final, tu identidad) dejándote llevar por sus reglas y tratando de extraer únicamente lo que de beneficioso puedan tener mientras tratas (yo lo trato) de invitar a interactuar de otra manera a quienes percibes tienen un interés común contigo.

Dicho queda.