Mientras unas instituciones norteamericanas piden leyes capaces de prohibirlo y convertirlo todo en un delito, su propio gobierno está trabajando en tecnologías “cuyas implicaciones son tales que retira la capacidad de las autoridades centrales de infringir el derecho fundamental de las personas a comunicarse“. Son dispositivos y redes “fantasma”, “paralelas” que se están construyendo para socavar el poder de países autoritarios, en un fascinante relato que realiza hoy The New York Times. En definitiva, se impulsa la tecnología para hacer la comunicación entre seres humanos más distribuida y menos dependiente de los gobiernos, diga lo que diga Sarkozy. Tecnología que, por mucho que se use ahora para combatir el movimiento talibán, terminará usándose para ver películas si hace falta, que nadie lo dude. Este discurso no es nuevo – como no son nuevos los proyectos para hacerlo: los Tor, Anonymouse, Freenet – y sería el abrazado por la ética hacker y los discursos utópicos sobre la red: no importa lo que hagan, la tecnología se impondrá y es una cuestión de arquitectura de la información. Simultáneamente, pregúntenle a David de Ugarte en qué trabaja ese mismo gobierno y otros gobiernos: en adquirir tecnologías para mapear las redes y conocer los vínculos entre nodos, es decir las personas. La recentralización que supone el éxito masivo de Facebook, Twitter y las de fuera del entorno occidental, lo favorecen. Pero la pugna tecnológica de los bits por ser libres se mantiene con todo vigor. Y si son libres, los archivos circulan libres.
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Por qué el control del copyright (seguramente) no puede volver
Comentarios desactivados en Por qué el control del copyright (seguramente) no puede volverEstá dando vueltas, muchas vueltas, una información que al parecer parte de la Asociación de Internautas (AI) y que luego ha recogido El Economista en la que esencialmente se titula que Holanda suprime el canon. Lo que, de momento, no es cierto. La AI tiene el detalle de enlazar la fuente original, y podemos encontrar muchas cosas interesantes. Lo primero, es que estamos ante una propuesta (gubernamental, eso sí, y eso es muy importante) de reforma de las leyes de copyright, no de una simple supresión del canon. Telegráficamente: la razón de la reforma es el estímulo de la creatividad y la innovación, verdadero propósito de la legislación de copyright (algo que, permítanme, se saluda como una fiesta por algunos comentaristas, cuando ese es el debate real desde hace tiempo, no las descarguitas ni el canon); no se suprime en absoluto el copyright sino que se pretende hacer cumplir, curiosamente haciendo ilegal la descarga, pero no punible; sí, se desea suprimir la compensación por copia privada por obsoleta – en dispositivos y conexiones – y a cambio de no incluir DRM sobrecargar el precio de la copia; los creadores podrían exigir de los productores la distribución digital; se amplía el fair use; se pueden cerrar sitios con contenido ilegal; más transparencia de las sociedades de gestión; facilitar la licencia europea. Lo interesante es que, frente al caso español, lo que se explora es un equilibrio diferente porque “el desarrollo actual de la sociedad exige tomar decisiones sobre la política de copyright”. Está lejos de otras propuestas, pero al menos aspira a reducir el ámbito de protección al tiempo que se pretende hacer cumplir el que exista sin criminalizar y centrándose en la función real del privilegio (es un privilegio) que es la propiedad intelectual.
“Los derechos de propiedad intelectual no sólo tienen que ver con la Ley Sinde”, termina un artículo en El País sobre patentes de genes y diagnósticos basados en la genética. Está muy bien que, al fin, alguien en los medios generalistas lo diga. Los problemas del sistema de propiedad sobre las ideas cada día muestran más evidencias de no cumplir con su función: promover la innovación. “El problema ahora es que, a diez años vista, no está claro que las patentes hayan logrado su objetivo. “Hay muy pocas evidencias de que hayan promovido las innovaciones en el diagnóstico”. Merece leerse entero. El paralelismo con las artes es absoluto: “Cuando hay miles de genes con un sinfín de propietarios, ¿cómo nos abriremos camino en el entresijo de patentes resultante para facilitar la aplicación de genotipados múltiples, o para analizar genomas completos?“. El mismo problema de Pandora, el distribuidor de música digital que no puede extender su servicio por la fragmentación por territorios, la ruptura del concepto de copia de la era analógica y los altos costes que hacen inviable la extensión del negocio. Como no hay forma de saber quién es el autor de La Macarena de Los del Río, una composición que se ha gestado como pura remezcla y recreacion de los trabajos de unos sobre otros: el mismo proceso de la innovación científica. ¿Quién puede atribuirse moralmente la propiedad completa? ¿Quién puede decir que puede generar actividad intelectual sin acudir a lo que ya existe?
Radio y derechos de transmisión
Comentarios desactivados en Radio y derechos de transmisiónMe produce una tremenda curiosidad poner en contraste dos fenómenos. Asumiremos que las dos fuentes dan información correcta. En la primera de ellas se narra que las emisoras de radio españolas se niegan a acudir a Lituania porque se les piden tres mil euros para retrasmitir. Por lo visto, se ponen de acuerdo en bloque y deciden no ir. ¿Van a dejar de dar el partido? No, se emplea la televisión para narrar y listo. El segundo fenómeno es la decisión que se atribuye a la Cadena SER de no transmitir el último All Stars de baloncesto al adelantarse la COPE y adquirir los derechos. Se añaden en el texto cosas curiosas (siempre según los redactores): que pueden retransmitir el partido siguiendo las imagenes de la televisión pero que no quieren molestar a la NBA, por cierto suministradora de sus partidos para los canales de televisión del mismo grupo de empresas. A mí me parece (no tengo la confirmación) de que en EEUU todos los equipos deportivos venden sus derechos de radio. En España hace años escuché la argumentación de que aquí primaba el derecho a la información y que los clubes aceptaban ¿encantados? con la publicidad gratuita. Es curioso que las teles no reclamen derechos por el uso constante de sus imagenes para generar otro flujo económico en la radio. Lo interesante sería si alguien pudiera estudiar el impacto del dominio público de facto en las transmisiones radiofónicas de fútbol (vía presencia directa o vía tele) y qué consecuencias económicas tiene esto: ¿se venden más entradas en los campos? ¿Más camisetas y balones? Difícil, seguramente, pero me parece un campo exploratorio. Me encantaría tener opiniones y más datos sobre esto.
Llego a través de Enrique Dans a una crónica sobre el trabajo de Joel Waldfogel en la Universidad de Minnesota analizando la evolución de la música desde el nacimiento de Napster. Lo que me interesa no es si las descargas han restado ventas de grabaciones sino el acento que pone en el sentido del copyright: un monopolio que se justifica para generar estímulo para la creación de nuevas obras o, dicho de otra manera, un mecanismo que se legitima en que, en su ausencia, disminuiría o desaparecería la creación. Sus conclusiones se vienen a unir al sentido de las de muchos otros que ya hemos mencionado otras veces: la concepción actual de la propiedad intelectual – vista en conjunto, a la manera anglosajana, incluyendo las patentes – está creando el efecto contrario de lo previsto: menos innovación o menos creación. Como señala Joseph Stiglitz, premio Nobel de Economía, la razón de este mecanismo es la innovación misma. Es decir, no los modelos de negocio que se sustentan en ella. Como recuerda Juan Urrutia, catedrático de Economía jubilado en la Universidad Carlos III de Madrid, no es la cuestión si los beneficios son menores, sino si seguirían existiendo flujos de caja positivos en ausencia de este monopolio y la respuesta científica actual se inclina al sí. Waldfogel dice en su abstract que la distribución vía P2P puede verse como un experimento de gran escala para saber si una menor protección pone freno a la disponibilidad de nuevos trabajos. Y resulta que no lo ha hecho. Otra vez música que, en mi opinión, tiene los caminos hallados a pesar de los tumultos, y no películas ni libros que tanto gasto de saliva generan ahora. De hecho, el autor hace esa advertencia en sus conclusiones. La esencia de la discusión social radica en esto: cómo se genera producción cultural independientemente de los modelos explotación que puedan surgir. Especialmente, cómo se crea una transición a un mundo de ¿menos? derechos asumiendo que hay inversiones legítimas realizadas en un marco jurídico que, aún viéndose superado, es el que es.