Le divierte a un magazine del colorín que Bigas Luna opte por presidir la Academia de Cine. Entrecomillan una vieja entrevista realizada por ellos mismos donde el director, literalmente, afirma que él pondría “una alfombra roja a quienes se descargan mis películas. Yo sólo quiero que la gente las vea. Ir contra las personas que se las descargan es una hipocresía brutal”. Después añade, también con comillas, que el malo de la película son, claro, las telecos “que se forran” y no le pagan nada. La tristeza de este debate descargador es que sigue centrado en cómo me dan dinero a mi (excusemos, de momento, que el director, como director, ya cobró su sueldo por realizar la película) y no qué clase de relación entre comercio y creación debemos tener. Si le plantamos un canon a la teleco, volvemos al mismo problema: la creación de una tasa que no se sabe quién gestionará y de qué forma y que desvincula al creador de su creación y su comercio – cuando sea comercio – generando sopas bobas y, por supuesto, trasladando el precio al usuario sin que este tampoco sepa cómo se reparte su dinero. En una lógica devolucionista algo hay que hacer para gestionar una transición a otro mundo con, al menos, menos propiedad intelectual y este esquema – algo a las telecos – podría ser un formato de discusión. Así, los Bigas Luna de este mundo parecen guais cuando son titulados por la prensa (vienen a decir que a la ministra le crecen los enanos) pero en realidad siguen exactamente la misma lógica. De hecho, la lógica más deseada por lo que rodea a la ministra: págueme y no cuestione. Discutamos el dinero, pero no discutamos la base de su legitimidad.