El destino tiene coincidencias fabulosas: mientras Pirate Bay cumple diez años y sigue viva a pesar de los ataques, un ejecutivo de HBO vuelve a decir en privado que la piratería no les hace daño: primero fue que no perjudica sus ventas de Juego de Tronos (oh, my god) y ahora dicen que es mejor que un Emmy. La piratería (y aquí viene lo interesante, porque es de forma histórica, desde que la gente tiraba cables por la casa del vecino) les termina generando nuevos subscriptores. Cuando surgió Canal+ en los noventa, pronto se descubrió que emitir un poco de tiempo en abierto mientras el resto se emitía codificado (la leyenda dice que había más espectadores viendo el porno de los viernes que se entreveía por la codificación que abonados a la cadena), terminaba por generar nuevos abonados. El modelo de subscripción es fantástico: ingresos recurrentes cada mes vía banco o tarjeta de crédito, ausencia de presión por la audiencia (mucha por evitar el churn) y la posibilidad de doble ingreso por la vía de publicidad. Echen una mirada a las webs de porno, esta vez por oficio y no por placer: piratería a mansalva, montones de oferta gratuita y toneladas de sitios que generan subscriptores a pesar de que es inmensa la oferta en abierto. Hay quienes están preocupados de salvar el cine, los periódicos y a los editores de libros. Pero no hay nada que salvar: la narración con imágenes sigue su curso a pesar de las plañideras, la información crítica no se detiene, la gente publica a pesar de las editoriales (sí, a pesar de) y montones de nuevas y pequeñas empresas -de contenidos- encuentran su camino para hacer lo que les gusta. No, no es el fin del mundo. Es mejor.