Sólo vi un fragmento del discurso de Macho. Cosas de la vida, es a todo lo que llegué: se quejaba. Del estado de RTVE, del poco dinero que tienen y de las pérdidas de la piratería. Esto siempre va a ser escabroso. A saber: lo dice el presidente de una institución con una sede que se ha pagado con el dinero de los españoles, en una ceremonia retransmitida por una televisión pagada con el dinero de los españoles y con unas cifras de pérdidas por los piratas sorprendentes viniendo de un exhibidor cinematrográfico: ¿cómo explica que haya sido el 2012 un año donde las cifras de taquilla han sido récords en España y el mundo si los piratas son tan malos?. Falta alguna pieza. ¿Cuánto derecho tienen a lamentarse los que viven gracias a la consideración de los que pagan impuestos? En descargo del sector cinematográfico la evidencia de que no son los únicos y mal de muchos consuelo de tontos, suele decirse. O el que no llora no mama. La tendencia a creer que las opiniones sobre la sociedad viniendo de un actor tienen más valor que viniendo de un barrendero. La verdad tiene muchos ángulos y la vida no es nada simple. En fin, otro año más.
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enrique gonzález macho
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El mantra «todos somos internautas» hace tiempo que se emplea desde el establishment, parece ser, como forma de romper ese tipo de generalizaciones tran frecuentes en la prensa en las que se toma la parte por el todo. Así que las opiniones de cuatro en internet son las de todos los blogueros, los tuiteros o los internautas. Por tanto, en principio, bien por la precisión. Pero, precisamente por eso, se debe insistir en que no todos los internautas son iguales. Entendámonos: hay gente que tiene una relación esencialmente pasiva con la red. Es la de la gente que se tabletiza y sigue mirando el periódico como antes sólo que en una pantalla electrónica. Y hay gente que necesita enlazar, extraer fragmentos y combinar muchos elementos para hacer una cosa nueva y comunicarla. Este texto es breve y quizá esto es demasiado sutil, pero dice mucho: en el fondo, cuando uno empieza a razonar en los términos de inmediatez y reelaboración de contenidos, la mente empieza a funcionar de otra manera. No digamos cuando se hace algo más que clicar un ¡me gusta! o retuitear la inteligencia – a veces sí – de otros. Uno piensa que parte de la defección de Alex de la Iglesia a los postulados más o menos oficiales de los capitostes del entretenimiento tiene que ver con eso, con que su lógica interna choca con la realidad que se quiere mantener. Pero, seguramente, el viaje que viene es más radical: hablar de “ventanas” es todavía, creo, quedarse a la mitad, aunque sea una expresión para entendernos al referirnos a caminos de ingresos. La lógica de la tecnología nos dirige a que no las haya en su idea básica: crear restricciones de acceso. Por eso, pensar que el vacío es la ausencia de un Netflix es quedarse corto: Netflix es la misma lógica de la televisión por cable y el videoclub sólo que más conveniente. El cambio de paradigma es mucho más profundo y la esencia de la experiencia Netflix (que no resuelve el problema de las ventanas) es hacer lo de siempre por otros medios. Para el creador puro, la red es mucho más. Aunque, por supuesto, las experiencias de videoclub online son mecanimos intermedios diría que necesarios. Pero el vacío se sentirá, en el fondo para beneficio de creadores, cuando una marca decida lanzar entretenimiento masivo fuera de los canales tradicionales. Algunos seguirán sin haber pensado un segundo en lo abierto que es el futuro mientras ven pasar a los que ya recaudan millones en Kickstarter. Y estaban avisados: en realidad, ya ha ocurrido. Y, en realidad, los que piensan en el lado del talento, no tienen ningún problema en imaginarlo. Los que no tienen nada que perder, tampoco. Uno sigue pensando en que todo reside en cómo se desmantela el entramado actual de una forma razonable: los periódicos y los telediarios se llenaron de fotos de glamour goyístico: qué buena publicidad para películas que prácticamente ya no pueden verse. Pero no pasó ni medio día y ya se dejó de hablar de las películas para volver a hablarse de que la sociedad parece ir por otro lado.
El discurso de Macho en los Goya es correcto: la lectura completa del texto dice cosas ciertas y de sentido común que, generalmente no se resaltan bien. Para la mirada internauta habitual, tremendamente ofuscada porque sólo se ve el discurso negativo de gente muy inteligente – Macho, lo es – lo que dice debiera ser leído con cuidado: es cierto que internet no es una alternativa económica a la producción de cine actual (tal y como se hace ahora) y es cierto que el cine español (que, como bien dice y suele recordar Manuel Cristóbal, no debiera ser un género y malo es cuando el público piensa así) logra situar su talento año tras año en Hollywood, algo que pocas o casi ninguna cinemtografía consigue. Pero dentro del discurso, creo que es hora de introducir elementos diferentes: ¿cuál es el único sitio donde se puede intentar competir en igualdad de condiciones con la industria americana que todo lo puede y ocupa entre el 70 y el 90% de todos los mercados donde hay otro cine además del americano y, encima, hacerlo en más de un territorio? Esto supone la valentía de mirar al futuro pidiendo fibra óptica por todas partes, pensar en modelos de financiación más televisivos que de venta de entradas, potenciar los géneros y formatos que sí viajen fuera y el aún-hay-más de superar el dolor de asumir que, para un futuro mejor, la sala no es el mejor sitio para competir ni llevar a la gente: van pocas veces al año, frente a noches perpetuas ante pantallas teóricamente pequeñas. Supone olvidar el concepto de productos separados según su destino de estreno para concebir la batalla industrial y cultural en los nuevos canales. Supone el dejar de pensar en producir y mucho más en qué, cuánto y cómo se puede vender. Y, para eso, el sistema de incentivos no puede estimular la permanencia en el siglo XX ni en lo local, algo que incluye hasta cómo se conciben premios como los de anoche. La batalla cultural e industrial (ya) está perdida en este esquema. El gran entretenimiento mundial y globalizado tiene muy complicado producirse aquí, pero tiene mecanismos para repartir la tarta en más sitios, mucho más cuando puedes canalizar talento vinculado a la minoría cultural que más rápido crece en el país que todo lo domina. En definitiva, y dicho todo muy simple, asumir el presente no implica dejar de preparar el futuro, sobre todo hay que tener claro que el futuro no puede ser el intento de conservación a toda costa de una capa profesional y empresarial que ahora sabe cómo explotar un sistema que es más una circunstancia que un modelo de negocio: ni el cine es lo único audiovisual que hace cultura, ni es el mejor mecanismo para competir, ni los espectadores masivos crecen con él: están creando sus propias historias en sus máquinas de videojuegos y sólo salen corriendo al cine para ver vampiros y cosas por el estilo que volverán a aparecer en sus máquinas de juegos y en sus perfiles sociales en teléfonos móviles cargados de música.
Soy consciente de que la pregunta tiene enjundia técnica: un hacendista vendría bien en la sala para ver qué dicen los estudios académicos. La cuestión viene por esta frase de Enrique González Macho: “Es igual recibir dinero que no tener que pagarlo” al respecto del sistema de incentivos norteamericano, una industria de la que, asegura, “es la más subvencionada del mundo” y, sólo al final, introduce un matiz seguramente más apropiado: “Estados Unidos es absolutamente proteccionista con su industria cinematográfica y la subvenciona a fondo”. Por el bien de la brevedad diré que, en mi opinión, los incentivos a rodajes y a inversores privados que se dan en diversos estados de EE.UU. no se parecen en nada a nuestra idea de las subvenciones: recibir dinero es bastante diferente a no tener que gastarlo, pues lo segundo exige disponer de tesorería y otra relación con el crédito bancario que basaría su decisión en la perspectiva de ingresos del mercado y no de un pago del estado, que se da por seguro. O se daba :-). Lo cierto es que, salvo excepciones contadas, uno considera que las decisiones de producir en España se toman en función de las subvenciones, mientras que en el cine llamémosle americano se hacen por escenarios de mercado. Eso sí, son profundamente proteccionistas, ya se ha visto en Wikileaks.
De un vídeo de Enrique Iglesias a la visión de González Macho: más sobre el choque de paradigmas
1 commentEl choque de paradigmas y paradojas se sigue dando a diario: mientras el flamante consejo audiovisual francés impide que se vea un vídeo musical erotizante en horario protegido para proteger a la infancia (¿ponemos eso de “sic”?), el vídeo se difunde de modo galopante por la red generándose de nuevo el efecto contrario al fin buscado. Creo que conocen mi afirmación de que lo que mejor se ha dicho de los consejos audiovisuales ya lo dijo José Mª Mainat hace tiempo. Añado otra afirmación para que me abofeteen: el clásico complejo de inferioridad español (¡hala!) es el que conduce a utilizar lo de “otros países europeos” para justificar cualquier cosa al servicio de los intereses partidistas en forma de más poder. Se ha empleado con fruición con el asunto de los consejos audiovisuales, incluso del pendiente de configurar de competencia estatal. Un nuevo caso en el que se sigue el papanatismo de pensar en esquemas de la era industrial para afrontar la era informacional. Precisamente hoy Enrique González Macho hace una serie de descripciones acertadísimas sobre el negocio del cine y las preferencias del público, la cuestión de lo gratis (aunque se olvida de la televisión y los datos como contraprestación de los servicios “gratuitos”) pero de las que dudo de sus conclusiones por una cuestión simple: no tiene en cuenta el cambio de arquitectura de la información. O sí, y de lo que se trata es de volver a la antigua. La nueva es la que hace, como hemos visto, que lo que se proponen los dichosos consejos como censores morales (ah, la infancia…) no pueda cumplirse.
Está Imanol Arias en Buenos Aires. Aparte de recordarnos que el nivel de interpretación de allá es mucho más alto que acá (para mi gusto insultantemente más alto), dice: “al argentino le gusta más su cine que al español el suyo”. El periodista le responde: “Hay argentinos que defenestran al cine nacional…”. Debe ser así, porque ha aparecido una página en Facebook que se llama “El cine argentino es una vergüenza” que es pura anécdota ya que tiene dos seguidores. Pero por poner ejemplos. La curiosidad de todo esto reside en que en ese mismo artículo se asegura que los españoles aman el cine argentino. Concluyendo: le escuché a Enrique González Macho en televisión hace mucho tiempo un razonamiento sobre estas percepciones que es seguramente el bueno. Aquí vemos películas de otros países ya filtradas porque el distribuidor elige lo que tiene entidad y no vemos el panorama completo, ya que si lo viéramos todo tendríamos la misma sensación que se tiene con el español. #Yoconfieso que he visto películas argentinas malas. Al final, hay películas buenas y malas y la ciudadanía no les concede una garantía de falta de calidad, me temo. Otra cosa es el exceso de películas con proyectos mal enfocados y otras cosas conocidas. Pero por seguir eliminando excepcionalidades.