Un día me propuse no hablar nunca más de piratería: simplemente es un serial que nunca termina en el que los buenos y los malos parecen estar a punto de ganar en cada capítulo y todo sigue igual. No lo conseguí. Así que la contraofensiva Kimdotcom me está generando enormes dosis de desidia (quién lo diría) y la sensación de vivir en el día de la marmota: de nuevo un cargo público que reconoce que hay que cambiar la ley [vía] (y esta es mi conclusión después de años de darle vueltas al asunto) y no endurecerla (mecanismo frontón por el cuál se genera una coexistencia retroalimentada que mantiene las cosas como están). Mientras, la vida sigue: el incremento de capacidad de almacenamiento en espacios más pequeños parece continuar, encuentro en Pirate Bay todo lo que me hace falta y, a pesar de los gritos dramáticos (décadas amenizándonos con ellos), pues hasta en Dinamarca ha sido un año de máximos de taquilla. Cuando termino de escribir, descubro que ya he hablado de este bucle infinito y lo cansino que me parece. Seguramente es hora de poner un cartel encima del monitor diciendo: no escribas más de piratas.