El Lobo Estepario recoge en su blog un artículo de José Ángel Mañas en El País que resulta muy interesante si se pone en contexto con los recientes relatos (uno y dos) que Hollywood Reporter ha hecho sobre la estrategia de la industria del cine norteamericana acerca de SOPA. Dice Mañas: «La batalla, tal y como está planteada en estos momentos por los culturetas, está perdida de antemano». Es una descripción muy sintética de la evolución del intelectual en la historia y la sensación de derrumbe o cambio de quiénes viven o han vivido del estatus alcanzado por ese concepto de intelectual. Su explicación: «por primera vez en la historia reciente, el colectivo de artistas, vamos a llamarlos clásicos, se han encontrado en una situación descaradamente retrógrada y reaccionaria. Y eso, para quienes están acostumbrados a ser la vanguardia cultural de nuestras sociedades, es una situación insólita e incómoda, de la que no saben cómo salir». Y la causa: «Los internautas más beligerantes, con su filosofía libertaria y sus teorías del procomún y de la copia libre, llevan ya unos años enfrentándose con virulencia a los adalides de los derechos de autor y del intervencionismo estatal». La mirada libertaria (que está en el lenguaje asumido por las hordas prodescargas pero realmente no asumidas) se repite y parece que asusta. El nodo que une a Hollywood con el intelectual desengañado y que lo hace tan interesante reside en esa visión de batalla mal planteada: «las minas tradicionales se están cerrando y yo me cuento entre quienes luchan para defender un anacrónico medio de subsistencia».
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De la MPAA a los intelectuales
Comentarios desactivados en De la MPAA a los intelectualesLa frase es interesantísima: uno de los represtantes de la MPAA admite que fueron “desbordados en hombres y armamento por el ciberespacio”. Justo a continuación se añade que están aprendiendo a tener presencia online y que ha sido “una pugna en una plataforma en la que en este momento no nos sentimos confortables y estábamos yendo justo contra los que controlan esa plataforma”. Curiosamente, la MPAA tiene un excelente blog (aunque manipulador, exorbitado, y muy pocos seguidores en twitter) capaz de reflejar con eficacia el framing anti-red de la estrategia de comunicación de la asociación de productoras. No basta, evidentemente. La derrota de imagen de Hollywood y de su representante Chris Dodd ha sido verdaderamente grande aunque, no se sabe si sorprendentemente, poco después de la suspensión sine die de la votación el FBI entrara verdaderamente a saco en Megaupload y otorgara una bella compensación. Hollywood Reporter recoge testimonios y valoraciones que indican que, el enorme poder de lobby que hacía que los capos del cine arrasaran imponiendo legislación en el Congreso, se ha hecho conforme a la vieja escuela e ignorando la realidad social de la comunicación actual. Es interesantísimo. A mi me sugiere dos observaciones, por supuesto personales: a) Cuánto se parece a la Ley Sinde o al caso La Noria: grupos de interés sin fuerza para combatir a enemigos fuertes en los pasillos se ven empoderados para influir en los decisores políticos y económicos apoyándose en la rebeldía expresada cibernéticamente y que los medios tradicionales jalean. Escribí un post sobre cómo el mundo del cine español y su ministra se equivocaba al pretender ganar la batalla de la opinión pública confiando en los medios tradicionales. Uno cree que la gente ya no se forma su opinión allí para estos casos, aunque lea y escuche. b) Es interesante el reequilibrio de las fuentes del soft-power americano: reconocen abiertamente que el enemigo a derrotar es Google, capaz de poner también dinero en la batalla de lobbies a lo que se suman servicios globales de origen americano y que es una nueva forma de influencia mundial, imposible saber ya cuánto más decisivo que los iconos que exporta la industria audiovisual yanqui. ¿Podemos verlo como un signo de los tiempos, la mutación del poder a quienes controlan las redes y no en quienes controlan la producción de gustos y modas (ideología por supuesto) a través de los contenidos? Es la razón de todas las políticas culturales del resto del mundo. Seguramente por eso, a Google le va mal en China. Después de todo, el poder de la MPAA reside en su control de la distribución en todo el mundo, eso que ahora sucede ya en la red. La guinda de la derrota de imagen ha sido la amenaza de retirar las donaciones para la campaña de Obama, un presidente que ganó su campaña frente al tradicionalismo de la Sra. Clinton en su capacidad de recaudar mucho más por la red subido en las microdonaciones de cientos de miles ciudadanos de a pie. Perdonen la cursilería: parece un friso de los tiempos que corren.
Hace ya muchos meses que la MPAA tomó la decisión de emplear siempre en sus comunicaciones la palabra robo en vez de piratería para referirse a los usos irregulares y/o ilegales que se producen en las redes o fuera de las redes en lo que se refiere a la propiedad intelectual. La razón la justifica su Chairman en razón de que el término piratería se percibe como un delito sin víctimas. La última entrada en el blog del gran lobby de Hollywood arranca con una afirmación de este tipo: “… el Institute for Policy Innovation concluye que actuar contra las webs deshonestas será decisivo para promover la innovación y la creatividad a nivel mundial”. Tiene que ver con los proyectos de ley norteamericanos para bloquear el acceso a páginas webs extranjeras que permiten acceder, vía enlaces o de otra forma, a contenidos protegidos como sucedió con el caso Roja Directa. Lo interesante es que se argumente sobre el estímulo a la creatividad y la innovación: ese incentivo es la clave de la visión del derecho americano (por extensión, anglosajón) sobre la creación de leyes de propiedad intelectual. Hay varias curiosidades: mientras que el artículo original hace una defensa cerrada de estas leyes, no puedo encontrar una sola línea que afirme taxativamente que sean un incentivo o estímulo a la creatividad (todo aderezado con las clásicas amenazas de crímenes y robos, además de llamar ¡comunistas! a quienes se oponen a las leyes de propiedad intelectual). Más curioso aún es que cuando se bucea en la composición del Institute for Policy Innovation se encuentra que uno de sus investigadores (Peter Ferrara, hay que seguir los enlaces internos, no tiene URL propia) ha realizado también trabajos para el Cato Institute, otro think tank muy influyente en posiciones libertarian en los Estados Unidos. El Cato Institute tiene un amplio número de publicaciones sobre los debates acerca de la propiedad intelectual y, aún cuando es partidario de ella, hace una crítica abierta a los defectos y mutaciones del sistema provocadas por las reformas efectuadas por el Congreso. Obvia decir que con la MPAA haciendo de lobby pero, en resumen, no cree que la extensión de la duración del copyright vaya en beneficio de la innovación (posición esencial de la MPAA) o en contra de que las leyes prohiban determinadas tecnologías para proteger modelos de negocio y el copyright. No hace tanto que el informe Hargreaves, encargado por gobierno británico, concluía con rotundidad que la legislación actual, efectivamente, está perjudicando la innovación. El blog de la MPAA hace muy bien en proteger, explicar y argumentar las posiciones de sus socios – algunas de mucho sentido – pero, como todos sabemos, es muy tentador y útil efectuar el tradicional ejercicio de framing para limitar las visiones del problema y llenar los pañuelos de lágrimas con los puestos de trabajo que dicen que se pierden. La cuestión de fondo sobre la guerra de la propiedad intelectual es si son leyes que cumplen sus fines (creatividad, innovación), no la de proteger modelos de negocio (o empleos, para el caso).
El diario brasileño Folha entrevista a Greg Frazier (gracias a Pedro por los enlaces), vicepresidente de la MPAA. El interés reside tanto en la diferencia de debate que plantea el periodista (algo manipulador, debe apuntarse) como en la contradicción intrínseca en la que cae el ejecutivo de MPAA, contradicción que se ha hecho señalar en las webs americanas. El titular de lo atribuido a Frazier es como sigue: “Democratizar a cultura não é nosso interesse”, que retrotayendo a las traducciones desde el inglés al portugués y de aquí al castellano me parece que la forma más coherente de reflejar lo que ha querido expresar es algo así como que democratizar la cultura no forma parte de las preocupaciones – seguramente misiones – de la MPAA. Evidentemente, no lo es ni tiene por qué serlo. Pero es aquí cuando las argumentaciones en defensa del modelo de propiedad intelectual sufren un problema. En la misma entrevista: “si usted no cree en el valor de la creatividad, la importancia de protegerlo y recompensar a aquellos que producen, entonces tal vez usted pueda justificar su actuación. Pero en este caso, se le hace un gran daño a la cultura“. En realidad, cultura y entretenimiento no son dicotómicos (en la medida que lo uno no excluye lo otro) pero sí lo son cuando se entiende como un negocio que emplea artistas por un lado y la cultura como pura expresión por el otro lado. En Brasil, un imperio emergente pero que conserva masas de pobreza y analfabetismo importantes entienden que no pueden esperar: la población debe poder acceder y debe poder transformar (remezclar). Algo parecido a lo que pasó con el debate de las patentes médicas y las guerras comerciales asociadas. Cualquiera que haya visto cómo funciona la innovación musical en Brasil entenderá que la cultura no está demasiado amenazada por un cambio de modelo de derechos: estamos ante una diferencia de paradigma de cómo se genera la cultura y cómo se difunde, verdadero motivo de las legislaciones de derechos. Es un conflicto, pero si se debate sobre cultura y solo sobre cultura, la industria del entretenimiento tiene un problema.