El debate del cord cutting, el fenómeno de prescindir de las subscripciones de canales de cable para pasarse al consumo online, está siendo muy insistente en la industria norteamericana sin un resultado concluyente desde hace unos meses. De ser cierto, como es obvio, supone una seria amenaza para un sistema de venta y distribución de contenidos que, en general, ha funcionado de una manera estupenda: otra industria que se ve cuestionada en su funcionamiento por la reducción de barreras de entrada que supone el crecimiento de redes de telecomunicaciones con suficiente ancho de banda. Ahora aparece una nueva, interesante y lógica visión, la de un estudio basado en la conducta de los abonados a Netflix que vendría a confirmar que quienes cortan o reducen su factura de cable lo harían por dos motivos: verse obligados a consumir una oferta que no quieren (es decir, la estructura de paquetes, que te lleva a tener que pagar más por cosas que no quieres ver) y el precio. Así que los usuarios que sólo desean el entretenimiento puro, películas y series, y que son sensibles al precio (quién no lo es) son más proclives a abandonar el cable e inventar otra cosa. Esa otra cosa no es, ni más ni menos, que asumir la consecuencia clara del proceso de convergencia digital, la personalización total del consumo y, por otro lado, un fenómeno constante en la economía de la sociedad conectada: la presión sobre los precios y la tendencia a eliminar beneficios extraordinarios de la manera en que los denominan los economistas en situaciones que se parecen mucho a la competencia perfecta como puede ser lo que sucede con y gracias a internet. En su comentario, Will Richmond hace referencia a unas palabras del director financiero de News-Corp: “una diferencia de precio de 70 dólares o más entre la televisión de pago y las opciones tipo Netflix/OTT, sencillamente no es sostenible“. Y es que, el catálogo de Netflix, por ejemplo, a ocho dólares al mes, es verdaderamente atractivo.