Dice Javier Gª Recuenco que procura crear un corpus “académico” sobre su disciplina – la personotecnia – ante la falta de otros que lo sistematicen. Es una elaboración conceptual muy sofisticada que se propone ajustar publicidad y contenidos de una forma ética y que respeta al usuario, siendo ésta la diferencia esencial con los modelos publicitarios de empresas como Google o Facebook, por no hablar de la publicidad tradicional. Versvs y un servidor hacemos nuestras pedias porque necesitamos organizar las ideas que afrontamos y sistematizarlas en un marco estable que, esencialmente, nos sirve a cada uno de nosotros y a quien quiera usarlo: se trata de definiciones y conceptos que personalizamos a partir de nuestra agenda de temas, curiosidad, lecturas y reflexión y que sirven para sistematizar lo aprendido. No pretenden ser verdad universal, sino una interpretación que se ajusta a nuestras necesidades. Sin querer, hemos entablado entre los tres un interesante cruce de configuración de términos (vía web y vía mail) para enmarcar qué entendemos por personalización (versión de Versvs, la mía) y personotecnia (igualmente, la definición de Versvs y la de este blogger): ambos hemos añadido una perspectiva hacker sobre la autonomía de los usuarios. En ellas están los enlaces a las formulaciones de Javier.
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En estos días se ha producido el lanzamiento de Friends&Family, una plataforma para realizar procesos de crowdfunding (es decir, las pequeñas donaciones realizadas por particulares para proyectos de otros particulares) por BBVA empleando, obviamente, su infraestructura bancaria. Uno se pregunta si no había un nombre menos geek (recuerden que la tercera efe es la de fools, clásico de las startups tecnológicas), pero es altamente astuto. No obstante, las primeras sensaciones son algo tristes: los proyectos de pequeños empresarios pueden verse machacados en las plataformas que han construido para poner en contacto a la gente ante la fuerza y la credibilidad en el movimiento del dinero que tiene un banco, a pesar de la baja popularidad de estas entidades en estos momentos. Supongamos que todas las entidades abren una, observemos que tienen redes internacionales. Pero así es la vida. Por otro, confirmaría una fuerza más de lo que JWT cree que es una de las tendencias de futuro: la hiperpersonalización. No es que JWT sea muy original, pero lo cuenta muy bonito y lo pone en el contexto de la publicidad y las marcas. En este reciente artículo refieren al uso de los cajeros automáticos para facilitar donaciones, en este caso de las clásicas, grandes entidades humanitarias, catástrofes etc. Los pequeños, en cambio, tienen como mayor problema romper el círculo de amigos y conocidos cuando lanzan un proyecto de recaudación por la red. Lo interesante de la suma de todos estos episodios es el crecimiento de la normalidad de la microdonación como vía para lograr los proyectos que uno desea y que tantas veces, al menos en la mentalidad local, se pretende que sean cosa del estado: lea aquí el arte y la cultura, eso que se iba a morir. Lo interesante es también la progresiva generalización de la estructura tecnológica para hacerse uno mismo la búsqueda del dinero.
Ayer terminaba una entrada titulada exactamente igual en una pequeña sección que voy engrosando con cuentagotas (muy pocas gotas aún) y que he denominado contextos: varios años dándole vueltas a ideas sobre cambios en el negocio audiovisual y las tecnologías que lo rodean, que preciso tener definiciones estáticas que me sirvan para sintetizar en un enlace aspectos de los que vengo hablando hace tiempo. Y precisamente hoy Emilio Rey, el hombre del tiempo en Twitter, me regala una descripción perfecta del proceso de personalización del consumo de medios en oposición al consumo de masas: “La gran diferencia con la televisión es que se puede acertar más y ser más fiable cuando se resuelven las consultas para una única persona. En la tele tienen que acertar para un territorio mucho más grande y hacer pronostico más general sin poder pararse en las particularidades”. Llevado a otra escala, la televisión híbrida puede perfectamente conocer la localización de la IP de un televisor conectado y ofrecer el tiempo personalizado para ese aérea restringida que pide Emilio y hacerlo, además, con actualizaciones constantes en tiempo real a petición del usuario. Queda, claro, algo más: hacer el pronóstico para su desplazamiento posterior y en movimiento. Complejidades técnicas aparte, me parece un ejemplo perfecto de cómo se transforma la comunicación con la crecimos antes de la red en un entorno donde el usuario tiene lo que quiere, cuando quiere y como quiere.
El debate del cord cutting, el fenómeno de prescindir de las subscripciones de canales de cable para pasarse al consumo online, está siendo muy insistente en la industria norteamericana sin un resultado concluyente desde hace unos meses. De ser cierto, como es obvio, supone una seria amenaza para un sistema de venta y distribución de contenidos que, en general, ha funcionado de una manera estupenda: otra industria que se ve cuestionada en su funcionamiento por la reducción de barreras de entrada que supone el crecimiento de redes de telecomunicaciones con suficiente ancho de banda. Ahora aparece una nueva, interesante y lógica visión, la de un estudio basado en la conducta de los abonados a Netflix que vendría a confirmar que quienes cortan o reducen su factura de cable lo harían por dos motivos: verse obligados a consumir una oferta que no quieren (es decir, la estructura de paquetes, que te lleva a tener que pagar más por cosas que no quieres ver) y el precio. Así que los usuarios que sólo desean el entretenimiento puro, películas y series, y que son sensibles al precio (quién no lo es) son más proclives a abandonar el cable e inventar otra cosa. Esa otra cosa no es, ni más ni menos, que asumir la consecuencia clara del proceso de convergencia digital, la personalización total del consumo y, por otro lado, un fenómeno constante en la economía de la sociedad conectada: la presión sobre los precios y la tendencia a eliminar beneficios extraordinarios de la manera en que los denominan los economistas en situaciones que se parecen mucho a la competencia perfecta como puede ser lo que sucede con y gracias a internet. En su comentario, Will Richmond hace referencia a unas palabras del director financiero de News-Corp: “una diferencia de precio de 70 dólares o más entre la televisión de pago y las opciones tipo Netflix/OTT, sencillamente no es sostenible“. Y es que, el catálogo de Netflix, por ejemplo, a ocho dólares al mes, es verdaderamente atractivo.
En los albores del vídeo online tal y como lo conocemos hoy, una de las conjeturas esenciales era la de cómo el mercado publicitario iría abordando su llegada a contenidos fuera de los medios tradicionales. Incluso tratábamos de organizar reuniones para mostrar cómo lo hacían diversos proyectos de vídeo online para que marcas, agencias y centrales de medios seleccionaran el talento oportuno. No ha llegado demasiado bien: al final, en muchas horas de discusión con Albert y con Recuenco (también con Juanjo Carmena y Niko Muñoz), uno siempre llegaba a la conclusión – creo que compartida – de que la propia estructura del mercado publicitario impedía acceder a los nuevos medios tanto como protegía a los viejos. Javi Recuenco comenta a su vitriólica manera (no se lo pierdan) un artículo norteamericano que viene a decir por qué la publicidad personalizada no puede o no quiere arrancar: porque pone en tela de juicio la viabilidad de los medios convencionales. Dicho rápido: muchos menos mensajes mucho más efectivos que, no sé por qué, nadie supone que pueden cobrarse igual (de hecho, esa sospecha la hemos tenido en nuestras discusiones alguna vez). Por tanto, una serie de medios gratuitos (es decir, generadores de datos que se monetizan en otro entorno) basados enteramente en altos volúmenes publicitarios entrarían en una crisis de adelgazamiento. A lo mejor está ocurriendo ya. En estos debates, siempre me he inclinado porque estos círculos se rompen por el lado del anunciante, el día que un consejero delegado (seguramente no un director de marketing, más atado al sistema) dice que quiere gastar menos y, sobre todo, mejor. Lo que arroja inquietantes cuestiones sobre el mercado de contenidos.
Que Pandora haya decidido poner su “inteligencia” para encontrar los patrones de la risa que prefieres para escuchar en esa semiradio, me ha parecido una de las cosas más curiosas y no sé en qué medida útiles de lo que he leído a salto de mata estos días. Del genoma de la música (personalización de la selección musical), al genoma de la comedia (personalización de tus chistes, vaya). Supongo que dar el salto de la música a la comedia tiene una vertiente de negocio bastante útil, puede que el problema de los derechos que tanto daño hizo al crecimiento internacional del servicio sea más sencillo y lo mismo es sencillo hacer genomas de la risa en todos los idiomas (de momento, no lo hacen): me desborda técnica e intelectualmente. Son cosas para Recuenco, caramba. En todo caso, en Fastcompany hacen una gracia y llaman risas 3.0 a este movimiento sumado a la próxima presencia en la red de Jerry Seinfeld y la omnipresente sombra de Funny or Die. Y algún otro. Este asunto cae más en el negociado de Albert Gª Pujadas.