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propiedad intelectual

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“Crea Cultura” es, definitivamente, un foro inútil

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Hablan de crear cultura como si estuvieran pintando la Gioconda o dando los últimos toques a Madame Bovary, pero encended sus televisiones o mirad su lista de publicaciones. Después se van en el Audi con chófer que les espera en la puerta en un sitio donde los demás no pueden aparcar. Al empezar, te plantean sus magníficas y elevadas intenciones para dialogar sobre la cultura y el papel de la propiedad intelectual. Pero, por si cabían dudas, el capitoste de Atresmedia, al terminar su presentacion de Jeff Jarvis y una señora de Bertelsmann que iba de telonera en términos del espectáculo – pero que, en realidad, era el único mensaje que les interesaba – aclaraba que veníamos a dialogar sí, pero que de la propiedad intelectual no se toca nada. Es decir, nosotros tenemos razón y ustedes no: un debate abierto y sensible a todas las opciones. Si del operativo por el bien de la humanidad que organiza Atresmedia teníamos la terrible sospecha (y el plural es deliberado porque creo que no era este triste blogger a tiempo parcial el único en pensarlo) de que se trata de una operación propagandística en toda regla, la realidad, tozuda ella, se empeña en demostrar que sí. La osadía mayor al teatro del diálogo consiste en sentar a Jarvis que sí es un pepito grillo en términos de adaptación digital de los medios de comunicación, pero que no tiene en su agenda principal la reforma del copyright: después de todo de lo único de que hablamos – tan 2007 – es de si gratis y descargas. Las dos únicas notas verdaderamente fuera del tiesto fueron la espontánea pero elegante y breve crítica a la tasa Google relatada con espléndido humor por el señor Jarvis y su recomendación a la industria, a una pregunta del público, de que aceptara una reducción de plazos de la propiedad intelectual. En medio, aquí sólo interesaba la forma en que la entidad organizadora salvaba su presuntamente amenazada cuenta de resultados (que, francamente, no es tan mala) pero desde luego no importaba nada serio: si os ponéis trascendentes, al hablar de cultura, habrá que profundizar en cómo se genera la creación, los porqués de la manifestación artística (vaya, que la cultura es algo mucho más amplio) y qué mecanismos tiene para que florezca en su máximo esplendor para la sociedad que la ampara. Si se gana dinero con ello o no, es secundario. O, si creen que es lo prioritario, al menos tengamos las narices de salir a discutir las bases de nuestro (su) paradigma: es que luego se pondrán intelectuales y te hablarán de la revolución digital como si fuera un cómic y no el proceso de cambio desde un modelo de estructura social y relaciones económicas a otro. Quizá piensen que en la práctica sólo consiste en que tienen que comprar equipos nuevos y eso genera amortizaciones. Horror. Susana todavía cree que el experimento es positivo, servidor lo da por perdido. Hagan caso a Rodrigo Cortés: “No hay que salvar la cultura, no es necesario. No hace falta protegerla. Basta con no molestar.”

 

 

Una coda sobre “Crea Cultura” a raíz de la opacidad legal

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El punto esencial del comentario de Antonio Ortiz a la campaña Crea Cultura de Atresmedia es la idea de framing o de enmarcamiento del espacio de debate de cara a la opinión pública. Es decir, la tesis es que pretenden que discutamos sobre esto de esta forma determinada. Mi comentario, creo, partía de ese punto para extenderse mucho más en modificar ese marco asumiendo también el propio marco sugerido por Antonio: ¿por qué no debatimos, en realidad, sobre esto otro? O, dicho de otra forma ¿aceptaría Atresmedia poner como puntos de discusión otros cuadros – frames – más amplios?

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Volver a discutir el copyright en inferioridad de condiciones

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Antonio y Susana ya lo han contado. Ayer a unas cuantas personas algo significadas con internet y el mundo audiovisual nos invitaron a conocer el por qué de una campaña de Atresmedia en favor del modelo de propiedad intelectual vigente y con una insistente preocupación por hacernos saber que se quiere dialogar y no asustar, insultar o amedrentar al usuario con campañas y argumentaciones similares a las de la malparada SGAE y otros tonos considerados del pasado.

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De Sinde a Wert y del amor, la nostalgia y la innovación

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En un diario digital nos explican que “el amor romántico siempre ha tenido portavoces poderosos que le han ayudado a mantener su prestigio pese a las evidencias”. El amor al cine tine algo parecido: Ken Loach afirma ufano que “el celuloide es algo mágico que los que hacen cine con ordenador se pierden”. Pese a las evidencias, y no es el único. Mientras, otro gobierno nos lleva a un nuevo déjà vu sobre la propiedad intelectual y batallas perdidas como la de pretender que Google le pague por los contenidos a los periódicos (a los blogs no). Galli o Arrola ya hablan de derrota y de freno (o desprecio) a la innovación que supone sostener industrias nostálgicas (y los bolsillos de quiénes cobran de ellas). ¿Hablar de innovación audiovisual exige terminar con la nostalgia? Yo creo que, efectivamente, la nostalgia suele ser regodearse en el recuerdo de algo que no es como se cree que fue: como la supuesta superioridad del celuloide rallado y con ruido de proyector que mitifica cualquier cabecera de programas de cine en televisión, ese sitio donde la mayoría de la gente ve lo que se supone que era para salas en el centro de las ciudades. Eduardo Prádanos me invita a que participe en su nuevo juguete que se llama así: “innovación audiovisual“. Le digo que me da pereza, que creo que repetiré lo mismo que ya he dicho aquí y que eso tiene que ser aburrido. Ahora que la revolución digital se ha transformado en un discurso que consiste en decir que las redes sociales echan humo y en poner anuncios en Facebook, pareciera necesario volver a hablar de pensamiento radical. ¿Es radical o sorna creer que el año que viene o puede que el otro volvamos a hablar de otra LPI para sostener la nostalgia de quien no puede o no sabe ganar dinero con otras armas y otros mercados? Algo de militancia hacker hay tras esta pregunta en una red que cada día está más controlada, lo que seguramente también es nostálgico. Pero uno cree que volveremos a tener que decir lo mismo mientras Google, Netflix y Amazon se llevan por delante a señores y señoras que no han innovado nada, al menos disruptivamente. Aunque, desde un punto de vista libertario, o de cuestionamiento de propiedades intelectuales no resulten estos negocios especialmente ejemplares.

Sólo queda un año para saber si la profecía de Aute se cumple: y pinta mal

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Hace un poco más de un año localicé una premonición de Luis Eduardo Aute. De modo resumido, aseguraba que en cinco años no quedaría música por culpa, ya saben, de los bucaneros. El inicio del mes de diciembre trajo el cuarto aniversario de la declaración: como se puede comprobar, la música sigue. Hasta el extremo de que Spotify no se detiene y llega a Colombia además de decidir que la ofrecen gratis en los dispositivos móviles (¡pardiez! ¡gratis!). En un año, veremos si celebramos el hecho de que todos los cataclismos anunciados sobre la cultura se producen o no. Mientras tanto, Avatar, la película que el nada sospechoso diario La Razón, entre otros, califica como película más taquillera y más pirateada de la historia, se emite en Telecinco con desbordante éxito (¡gratis!). Su flamante Director General de Contenidos, el Sr. Villanueva, proclamaba exultante el éxito de su cadena y daba seis millones de gracias por cada uno de los espectadores que Kantar dice que tuvo, nada menos que un 32% de share en lo que han considerado el largometraje más visto en los últimos trece años. De verdad, la piratería es fatal.

Dejadnos discutir y replantear la propiedad intelectual

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Usualmente, la tentación es denominar ladrones a quienes pensamos de otra manera. Pero hay elementos, muchos, del ordenamiento de lo que llamamos propiedad intelectual que, como mínimo, y sin necesidad de ser abolicionista (uno, filosóficamente lo es, el camino para hacerlo es un debate nada trivial), merecen discusión y debate social serio. Por ejemplo: “en Estados Unidos todo conocimiento que surja de una agencia gubernamental es del dominio público excepto los delicados para la seguridad y defensa. En España no es así y es costoso que instituciones culturales basadas en dinero público liberen sus datos para que estén disponibles para todos.” Cineastas, recordad quién ha pagado el NO-DO, que queda mucho documental por hacer.

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Dinero que crece en los árboles

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Lawrence Lessig, después de literalmente destrozar el entramado intelectual de la propiedad intelectual y su relación con el mundo de las redes, decidió cambiar de temática y dedicarse a investigar y proponer reformas legislativas sobre la corrupción institucional. En su wiki al respecto, nos quita de la cabeza la idea de la burda ruptura de la ley para hablarnos de algo más fino: “corrupción en el sentido por el cual el sistema induce a los beneficiarios de las leyes del Congreso a recaudar y entregar dinero al Congreso para inducirle a legislar”. ¿Qué relación tiene una cosa con la otra, es decir, propiedad intelectual y corrupción institucional? Todos conocemos (¿todos?) la extraordinaria sensibilidad del Congreso de los Estados Unidos, por ejemplo, para regular en función de los intereses de Disney, un clásico de la crítica al sistema de propiedad intelectual. Así que estudiar la configuración de las leyes por las cuáles se otorgan monopolios privados resulta tener una formidable conexión con la corrupción (de desnaturalizar, de perder el sentido y la funcionalidad para lo que algo está hecho). Javier de la Cueva ha redactado un terrorífico relato (no cabe otra expresión ante la desnudez de cómo se fabrican las leyes y cómo se gobierna para intereses de parte) alrededor de lo que es España, la legislación sobre el canon (la anterior y la que viene) y el presumible enemigo público número uno tras la desaparición de la Sgae como molesta institución empeñada en perturbar la paz de gobernantes ansiosos de votos: el Centro Español de Derechos Reprográficos, más conocido como CEDRO. Javier relata el mecanismo sutil de cómo se legisla a sabiendas de que la ley es, no sólo injusta, sino contraria a derecho desde su origen y con el fin de amparar que haya instituciones que recauden dinero sin tener legitimidad para ello y que nunca devolverán. Las entidades de gestión y sus abogados y ejecutivos suelen acusar a los demás de inmoralidad cuando no de delinciencia pura y dura mientras organizan un complejísimo entramado legal para que lo que ayer no hacía falta hoy se convierta en aparentemente necesario. Si ahora (lean el enlace del texto de Javier) CEDRO es simplemente incapaz de garantizar los supuestos beneficios de su existencia para que exista producción y publicaciones científicas, conviene mirar a la historia para darnos cuenta de que nunca hicieron falta para que hubiera creación: la primera fotocopiadora láser se inventa en 1969 mientras que la institución se funda en 1988. La cultura y la ciencia no murieron mientras tanto, como no se ha muerto la música, ni el software, ni la producción audiovisual, ni la información sobre política, deportes, espectáculos y lo que se quiera desde que se dice que la piratería acaba con todo: la esencia de la cuestión es que se ha corrompido la finalidad del instrumento legal que llamamos propiedad intelectual y que es el estímulo a crear. Mecanismo en el que debe caer la carga de la prueba de que sirve para lo que dice servir.

Te digan lo que te digan, estar con Suiza y Canadá no puede ser tan malo

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Canadá sostiene un larguísimo debate público sobre el alcance de la propiedad intelectual (candente en todos los extremos) y se le tiene por un país serio. Suiza nos ha dicho que ellos no ven los problemas que otros sí ven con las descargas. El país cuyos quinientos años de democracia dan como resultado el reloj de cuco no puede ser acusado de voluble. No obstante:

En sus sugerencias de 2013, la IIPA vuelve a situar a España en la lista negra de países bajo vigilancia, junto con otros como Brasil, Italia, Canadá o Suiza. Meter o sacar a nuestro país de esta lista se utiliza como un premio o castigo a sus políticas en materia de propiedad intelectual.

Antonio Delgado explicando el qué y el por qué de la lista 301.

“Una práctica legal” (que nos lleva hasta Ramoncín)

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Hay varios relatos estos días sobre el intento de Sgae de poner coto a una práctica que, al parecer, perturba el espíritu del derecho de autor. El que me interesa para esta nota es el comentario que publica el diario El País y que deja claro en un excelso paréntesis la cuestión: que se trata de una práctica legal. Resumido: las televisiones han de pagar mucho dinero por las músicas y han buscado mecanismos para recuperar parte del dinero pagado creando sus propias editoriales para emplear música que se compone y/o arregla a su medida en determinados programas que podemos llamar residuales. Y eso acapara una importante parte de los pagos hasta el punto de que viejas leyendas del rock en español son capaces – ahora y no por ser estrellas – de ganar mucho dinero por algo calificado de basura (cuando se emplea este término, uno sospecha: suele significar que alguien se presenta como valedor moral de algo que suele suponer prohibir  a los demás que tengan su propio criterio). El caso me recuerda unas declaraciones del tipo más odiado en las guerras contra la Sgae (recuerden: contra ella vivíamos mejor), el señor Ramón Márquez Martínez, al que todos conocemos como Ramoncín, y que en 1985 decía: “He sufrido muchas veces el festival de Eurovisión. Antes nos reuníamos todos para ver a Raphael cantar aquello de Yo soy aquél. Ahora, ya no. Pienso que es un festival negativo, deprimente, lamentable, de una calidad musical ínfima. Suelen ser canciones hechas por un ejecutivo de una multinacional del disco, y lo único que interesa es cobrar mucho y cobrar por la Sociedad de Autores. Hay que tener en cuenta que cada una de estas canciones se emite por televisión más de 200 veces y se radia machaconamente. Es mucho dinero el que se cobra por esto. A mí me parece un negocio impresentable”. Dudo que se pueda criminalizar algo que la ley permite, pero ambos ejemplos ponen en tela de juicio lo que el sistema vende: que se trata de una práctica para garantizar que eso que elevadamente se llama la cultura se salve, se mantenga y cosas parecidas. Por no hablar del doble juego de los protagonistas (en este caso, las televisiones): unas veces se actúa de modo defensivo frente a los síntomas de coacción pero, en otras, se trata de coaccionar a los demás. Hay algo que no funciona en el discurso oficial ni siquiera en sus propios supuestos. No hay nada de nuevo, pero todos estos ejemplos lo que sugieren es que lo que conocemos como derecho de autor no es más que un juego administrativo destinado a la recaudación por la recaudación y que ha perdido el sentido de su finalidad. Mientras, las reformas legales lo que tratan de perpetuar es este sistema. No es sorprendente. Abogados y ejecutivos viven de intermediar todo esto. La reforma, pues, pasa por librarnos de ello, que es justamente la agenda pirata.

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Vindicando la agenda pirata

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Cine y Tele titula así: La ley Sinde-Wert, un fracaso. El texto da igual, lo que cuenta es el titular. Como ha sido un fracaso Hadopi y como ha sido un fracaso (si aceptamos que sigue ahí) la cuestión de la lucha contra la piratería (y van..). El titular no es otra cosa que la constatación de la realidad de nuestro tiempo. Fracaso: depende si entiendes la copia como un bug y no como un feature. Una característica esencial de la vida contemporéanea es que la tecnología convierte los átomos en bits y lo copia todo. El Instituto Autor publica hace pocas horas dos entrevistas muy interesantes con los portavoces de cultura de PP y PSOE: para el señor del PP, el estado de la cuestión de la propiedad intelectual es la búsqueda del enforzamiento más o menos a toda costa y con la aquiescencia de la capacidad legislativa europea. Para el señor del PSOE sucede algo más interesante: existe conflicto y ausencia de consenso social sobre lo que debe ser y, por tanto, legislar es difícil y con pocas perspectivas de éxito. Pero, al final del todo, su problema es conservar el statu-quo: la tradicional ausencia de pensamiento disruptivo (aunque, es ingenuo esperar que proceda del centro del poder) que jamás reconsiderará la idea de si el derecho de autor es, en sí mismo, tan bueno, tan necesario y, sobre todo, tan derecho. El conflicto entre representantes teóricos de los autores (en general, los que viven de ello – abogados, ejecutivos – no tendrán interés o incentivo en cambiar de opinión) y la (parte de la) sociedad que cuestiona el orden establecido se caracteriza por ignorar las consecuencias de la tecnología: Yoani Sánchez ha efectuado una descripción más profunda que la mía de las sneakernets cubanas: la esencia no es descarga o no descarga, la esencia es que los bits son libres y la gente los va a mover sin permiso se quiera o no aunque te llames Raúl Castro. Y esa es la esencia. Pero esto es tremendamente antiguo. Lo que no termina de ser moderno e importante es vindicar la agenda pirata: Deseamos cambiar la legislación global para facilitar la sociedad de la información que emerge y que se caracteriza por la diversidad y la apertura. Lo hacemos exigiendo un mayor nivel de respeto por los ciudadanos y su derecho a la intimidad así como con la reforma de las leyes de derecho de autor y de patentes.

Paradojas de la creación, la autoría y las leyes en dos instantes

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Aunque existen diferencias entre el dibujo utilizado“, le dice el juez al condenado Santiago Segura, “no son relevantes” y “produce en el usuario informado la misma impresión general“. A Abraham García le preguntan por los imitadores de su huevo de corral con salsa de boletus y espolvoreado de trufa (imitadores que hasta se atribuyen la invención) y él responde: “No, importa, las buenas ideas son de todos”. Que es lo que debió pensar el dibujante de la pistola al ver otras pistolas dibujadas y montones de fotogramas con tipos con las pistolas metidas por dentro de los pantalones. Miren, qué obsceno: hay gente que ¡gana dinero! poniéndole trufa al huevo sin pensar que a otro se le ocurrió antes y no pasa nada. Pero si uno estampa un dibujo de pistola con diferencias “no relevantes” tiene que pagarle a otro. El software libre hace mucho que dirimió este problema: el código está para reutilizarse y adaptarse: alguien hará algo diferente aunque poco relevante en esos huevos que los hará mejores o peores… al gusto de cada uno. Hay quien dice que lo entiende, pero resulta que no.

¿Por qué hay que reformar la propiedad intelectual?

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Si tienes algo más que horchata en las venas, este relato contiene una suficiente colección de ejemplos de que lo que dicen friquis y libertarios, tiene mucho sentido: algo está profundamente mal. Todo eso claro, si de verdad se trata de la cultura. Si quieren más, pulsen las etiquetas de este post. [vía]

Honestidad, evasión fiscal y descargas

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Un amigo nos decía en una lista de correo que añoraba los tiempos en que se pasaba cintas de VHS con películas grabadas en casa con las cajas emborronadas a mano con títulos y referencias. Decía, además, que le parecía triste que a eso se le llame piratería. Se hablaba de acceder en este caso a películas raras (por minoritarias y de enorme interés en una lista de creadores audiovisuales). El sistema llama a eso copia privada y tiene unos espacios legales  y compensatorios previstos. Digo esto para contrarrestar las críticas que potencialmente se me pueden hacer a continuación.

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Pagar a Google no salvará periódicos

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The Economist explica en un artículo de esta semana tanto la polémica sobre si Google debe pagar por indexar noticias como el número de acciones emprendidas para que lo haga. Primera cuestión interesante, es que lo califica como lo que es: una nueva extensión del copyright. La segunda es que, aunque los periódicos cobraran por ello, el dinero recibido no bastaría para recuperar las caídas de ingresos debidas a la digitalización. Y la tercera y casi más importante, es que no duda en describir este movimiento no como un problema de derechos, sino como el problema de la decadencia de los medios tradicionales. Una y otra vez las evidencias de que el sistema legal de protección de obras e invenciones se configura ante todo como un sistema para impedir la competencia y no en un incentivo para crear o inventar moran por doquier. En la cuestión de las patentes la obscenidad se está volviendo truculenta: uno, dos y tres ejemplos de esta semana.

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Quedan dos años para saber si se cumple la profecía de Aute

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Era el uno de diciembre de 2009. Perdonarán que me tome la licencia de no esperar al primero de diciembre para dar por hecho que han pasado tres años y sólo quedan dos. Haciendo un poco de arqueología de enlaces compartidos en el pasado, me reaparece la crónica periodística de una de esas un tanto patéticas manifestaciones de músicos famosos sobre sus atroces pérdidas en el mundo digital. En ese mes de diciembre de 2009, Luis Eduardo Aute debió declarar lo que sigue: «En cinco años esto desaparece. No habrá ni canciones ni música». Ozú. De modo más sangrante, en ese mismo episodio de protesta, el mito del rocanrol celtibérico conocido como Loquillo se mostraba también pesimista: «Ya vamos tarde». Qué curioso es el mundo, o qué cabronas son las hemortecas que diría José Miguel Guardia, porque el mismo Loquillo en su propia web y en el mes de septiembre recién terminado anunciaba un nuevo y seguramente fascinante disco: con temas de Sabino Méndez es mucho más fácil ser bueno o aparentarlo, pero lo que está claro es que de momento sigue habiendo canciones y música. Nos (re)leemos el año que viene.

Mientras Disney ensaya la impresión 3D, aparecen DRM’s y pistolas

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Gracias a Michel Godin, doy con una cadena de enlaces de lo más interesante: Disney tiene en sus laboratorios la producción de juguetes con técnicas de impresión digital en 3D. Ojo, nada se dice que sea para que lo impriman los nenes, sino que emplean la tecnología de impresión 3D para realizar los muñequitos. Bien, supuesto que salga adelante, será cuestión de esperar el hack que permita imprimirlos en otras máquinas sin permiso y las consiguientes evoluciones creativas del modelo realizadas por la gente: de esa perspectiva ya hemos hablado como nuevo horizonte de la guerra sobre la propiedad del conocimiento y las ideas. En esa misma cadena, se encuentra ya la aparición de DRM’s para evitar el pirateo de figuras en tres dimensiones: a Cory Doctorow le da la risa. Pero la secuencia de enlaces no estaría completa sin la aparición de una nueva amenaza en forma de usos presuntamente inesperados de la tecnología: ¿Qué tal si se pueden imprimir pistolas en impresoras 3D? Ya ha ocurrido. Lo más interesante es que también ha ocurrido ya el típico episodio de acción/reacción sobre lo que la gente puede hacer con sus máquinas y su software: que el fabricante, agarrándose a su contrato de alquiler, se la ha retirado. Suceso que sirve para que Peter Frase construya un largo y excelente artículo en Jacobin sobre el futuro que nos espera: con los antecedentes de la música, ahora serán los diseñadores industriales los que pedirán protección de sus ideas al tiempo que se desmantela al fabricante como intermediario, todo ello unido a la propaganda sobre terribles amenazas sociales (las armas serían perfectas), como ya se ha hecho con la cuestión de la música y las películas: vincularlo a terrorismo, pederastia y cualquier otro mal para crear más espacios represivos. Uno sospecha que la convivencia de piratería y formalidad está aquí para quedarse, puesto que al final otorga cierta ventaja a quien tiene la capacidad de influir en la legislación y llevamos suficientes años de anuncios de un nuevo Armagedón como para perder la costumbre. Frase se pone pesimista y termina inspirándose en William Gibson para evolucionar una de sus citas clásicas: “En el futuro, anticipe que los cárteles del copyright y el estado de seguridad nacional se unan para anunciarnos una nueva: el futuro está aquí, pero a usted no le van a dejar formar parte de él”.

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Gente que roba

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Me encantan las citas que desbaratan las creencias asumidas. Por ejemplo, que cuestionen la presunta unanimidad del mundo cinematográfico sobre la originalidad de la creación y de la idea de propiedad intelectual. Tenía éstas de Godard, con un toque de un dubitativo Coppola, y ahora encuentro estas otras de Jim Jarmusch, perfectamente a medida de ministros y exministras, y que terminan con Godard otra vez: «Nada es original. Roba de cualquier lugar que haga resonar a tu inspiración o que alimente tu imaginación. Devora películas viejas o nuevas, música, libros, pinturas, fotografías, poemas, sueños, conversaciones aleatorias, obras de arquitectura, puentes, señales callejeras, árboles, nubes, cuerpos de agua, luz y sombras. Elige para robar sólo las cosas que te hablen directamente al alma. Si lo haces de este modo, tu trabajo (y tus robos) serán auténticos. La autenticidad es invalorable; la originalidad es inexistente. Y no te molestes en ocultar tus hurtos -celébralos si tienes ganas. En todo caso, recuerda siempre lo que dijo Jean-Luc Godard: “No se trata de de dónde tomas las cosas, se trata de a dónde las llevas”»

La Que Se Avecina, los piratas y el nuevo delito de ver lo pirateado

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Telecinco remite una nota de prensa “aclaratoria” sobre el caso de la aparición en páginas de enlaces de un episodio de la nueva temporada de LaQueSeAvecina a punto de empezar: «Estimados compañeros: Os recordamos que cualquier instrucción para ver o bajar ilegalmente un producto audiovisual supone un delito, por lo que os pedimos que retiréis de vuestras informaciones o vuestros foros cualquier indicación de ese tipo.» ¿Delito? ¿Están seguros? Un abogado amigo me dice que no. El caso es que yo lo he leído en una nota de un periódico. Así que supongo que si la tesis de Mediaset es cierta, enlazándola tanto el periódico como yo estamos cometiendo un delito. Me autoinculpo entonces. Estamos llegando al ridículo: el mismo medio que me facilita la noticia y la llegada al contenido violentado, publica una nueva nota que se suma a la idea de que ver es delito. Por si acaso, no es malo releer este artículo de opinión de un par de tremendos piratas que brindó el New York Times hará como un mes explicando por qué la piratería nunca acabará. Hoy mismo aparecen nuevas de un ingenio que mejora la impresión 3D. Ver cómo avanza el fabbing  acerca la ya anticipada aparición de un nuevo frente corsario: el de la copia de muñequitos de merchandising, por ejemplo, que bien pudieran ser de Star Wars. Es una historia de nunca acabar: la piratería es una forma especial de demanda insatisfecha que no se termina con la represión, aunque la represión sí parece mejorar la ventas legales digitales. Podría decirse que hace parcialmente bien su trabajo, al menos por un tiempo: la oferta de precio coexiste y compite con lo gratis de un modo llamémosle mejorado. Pero queda la duda de si esa forma de represión parcialmente exitosa puede vivir con precios demasiado altos o cercanos al precio histórico de la copia física, pues genera un nuevo incentivo para buscarla en el espacio ilegal. Sin piratas nadie habría mutado a la distribución digital y sin piratas los precios no tendrían esa tendencia a bajar (algo que se supone es bueno para la sociedad, innovación y costes menores para esas defensas de la cultura que tantas bocas llena de presunta legitimidad). Quizá porque los piratas sólo son la fiebre de un cambio tecnológico que obliga a hacer otras cosas sin consideración por el respetable statu-quo de tantos. Es decir, que Telecinco puede vivir estupendamente amenazando a todo el mundo e irle mejor en sus ventas que si no lo hace y los demás pueden ver el episodio de modo inconfesable. Más o menos un escenario parecido a que el estado se hinche a ganar dinero con el tabaco mientras la gente cultiva en macetas sus estupefacienes favoritos. Y eso mismo al tiempo que se llenan los telediarios de alijos descubiertos de esas mismas substancias en oscuros vericuetos de barcos y camiones y se celebra con tanto ruido como la detención de Kim Dotcom: se sigue fumando y se sigue pirateando y, más divertido aún, Kim Dotcom reaparece al contraataque.[ACTUALIZACIÓN: Resulta que Mediaset sería la responsable de la filtración por incompetencia, lo que hace todavía más risible y patética la formalización de la persecución al usuario y desvela hasta qué punto el desmadre de los derechos afecta a las mentes (vía)][ACTUALIZACIÓN II: En El País se asegura que han encontrado al culpable, que le han denunciado y que denunciarán a tutiplén. Qué misterio tan bonito]

Copias, disrupción, innovación, persecución

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En mi experiencia, una de las cosas más complicadas de explicar o exponer ante los conflictos de paradigma que supone la sociedad digital, informacional o como la queramos llamar, es la cuestión de los bits. Te sientas a exponer tu postura sobre la cultura o los derechos razonando en torno a una realidad que, por lo menos como la veo yo, se cae por su peso, y te encuentras con que esa realidad puede ser algo muy duro de aceptar: si las cosas se hacen de bits, los bits son copiables, imparables y tremendamente baratos. Esta semana en La Red Innova he visto mi primera presentación puramente comercial de la impresión 3D en un evento para lo que en un tiempo hubieran sido geeks y ya hoy es gente corriente. Hoy Antonio Ortiz compartía un artículo de Wired sobre las primeras demandas por colgar archivos para imprimir figuritas de juegos, con lo que podemos decir que ya estamos en el mainstream y que esto va a ser otra oleada de enormes conflictos con leyes mucho más porosas que las de copyright. El artículo llama la atención sobre la potencia de lobby de las empresas de manufacturas, como si los lobbys de las industrias del copyright fueran a su lado las madres mercedarias del convento de al lado de mi casa. Conviene recordar que la industria del entretenimiento construye mucho y modeliza mucho por lo que también nos divertiremos profundamente con la cuestión: cadenas de hamburguesas que, a lo mejor, no quieren pagar licencias de merchandising porque los nenes se han impreso la figurita. O porque este o aquel autor independiente ha clonado decoración y atrezzo. ¿Quien dijo que las guerras del siglo XXI serán o son las guerras de la propiedad intelectual? ¿El conflicto por fabricar a tu medida desperterá otras valoraciones sobre estas protecciones sobre el ciudadano medio atolondrado ante un problema filosófico y económico complejo como es de la propiedad de los conocimientos y que suele reducir a quiero una canción ya y sin pagar? En todo caso, la violencia legal de todo un mundo puesto en cuestión por otra lógica económica va a ser extremada y será interesante ver cuánto presunto cinismo aparecerá: un fabricante de impresoras 3D necesita archivos que le den sentido a la compra de la máquina tanto o más que el operador de telecomunicaciones para vender banda ancha. Y ya saben lo que opinan algunos sobre la razón para tener tropecientas megas en casa.

El fin del cuarto poder y la ley Sinde/Wert

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Ha causado mucho revuelo estos últimos días una afirmación del Consejero Delegado de PRISA sobre los medios tradicionales: «Juan Luis Cebrián, defiende que el periodismo tal y como se ha entendido hasta ahora ha muerto. Y lo ha hecho tras un cambio “bestial” que ha llevado a los medios de comunicación a dejar de ejercer el cuarto poder. “Los diarios ya no vertebran la opinión pública”. Un ejemplo: “Si el Rey ha pedido perdón, no ha sido por los medios sino por lo que se reflejaba de él en las redes sociales”. Es una pérdida de prestigio que, según Cebrián, afecta a los medios y al resto de estamentos democráticos.» He insistido varias veces que, en el conflicto sobre piratería y casos como la Ley Sinde, el recurso a la alta cobertura y la amabilidad de los interlocutores (cuando no a la complicidad directa) de los medios convencionales, la comunicación de las posiciones pro-control de la red perdían la  batalla de la credibilidad porque la gente se formaba su opinión fuera de esos medios. Y eso a pesar de que los tomen como input y parezca que su influencia es superior. Es probable que haya que darle la razón a Cebrián porque, como dice Elvira Lindo hace pocos días «cierto será, ya que él ha sido sin duda uno de los vertebradores de la opinión en la España democrática». La esencia del argumento es la pérdida de la credibilidad (yo diría que es un escándalo) por lo que la insistencia en noticias terroríficas sobre pérdidas económicas, derrotas de la cultura, creadores de muertos de hambre y todos esos horrores resultan ser desmontadas por los discursos de las redes por personas que generan más credibilidad frente esos medios que son cada día más transparentes en sus legítimos pero condicionados intereses y cada día menos solventes intelectualmente. En fin, es una vez más aprovechar el Pisuerga, Valladolid, y las sardinas con las ascuas para argumentar la inevitabilidad de otro discurso y debate social por muy bien que le vaya a la famosa sección segunda.

¿Sirven las leyes inventadas hace tres siglos para la creación del siglo XXI?

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Una de las frustraciones más grandes que produce el mundo de la publicación convencional es la falta de espacio. Una de las características esenciales de internet es, precisamente lo contrario, la ausencia de límite. Así el artículo que Gloria y África me pidieron para el suplemento que publica hoy El Correo sobre internet y la red, padece de esos inconvenientes que, cómo no, se pueden convertir en virtud al obligar a sintetizar. Dicho por alguien como yo, puedo imaginar la sonrisa de a quien le dé por leerme y me conozca. En el caso del titular, mal asunto: el que cabía en el espacio asignado era mucho más corto y se ha visto amputado a “¿Las leyes de hace siglos sirven ahora?”. Para el texto me pidieron, creo recordar, algo así como tres mil caracteres y no parece que haya quedado mal. Para quien no pueda comprar el diario, le interese y no lea cómodo en la imagen del tuit que lo reproduce, lo puede hacer más fácil aquí. Pero, si alguien tiene más interés, puede verse la versión un poco más larga (un poco, ¿eh?) a partir de la cuál construí el breve y que creo es más explicativa y sugestiva. Mi agradecimiento a Gloria y África por contar conmigo en su suplemento. [Actualizado]: África y Gloria publicaron el contenido en formato pdf. Me corresponde la página 47.

Enmarcando la realidad, en versión MPAA

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Hace ya muchos meses que la MPAA tomó la decisión de emplear siempre en sus comunicaciones la palabra robo en vez de piratería para referirse a los usos irregulares y/o ilegales que se producen en las redes o fuera de las redes en lo que se refiere a la propiedad intelectual. La razón la justifica su Chairman en razón de que el término piratería se percibe como un delito sin víctimas. La última entrada en el blog del gran lobby de Hollywood arranca con una afirmación de este tipo: “… el Institute for Policy Innovation concluye que actuar contra las webs deshonestas será decisivo para promover la innovación y la creatividad a nivel mundial”. Tiene que ver con los proyectos de ley norteamericanos para bloquear el acceso a páginas webs extranjeras que permiten acceder, vía enlaces o de otra forma, a contenidos protegidos como sucedió con el caso Roja Directa. Lo interesante es que se argumente sobre el estímulo a la creatividad y la innovación: ese incentivo es la clave de la visión del derecho americano (por extensión, anglosajón) sobre la creación de leyes de propiedad intelectual. Hay varias curiosidades: mientras que el artículo original hace una defensa cerrada de estas leyes, no puedo encontrar una sola línea que afirme taxativamente que sean un incentivo o estímulo a la creatividad (todo aderezado con las clásicas amenazas de crímenes y robos, además de llamar ¡comunistas! a quienes se oponen a las leyes de propiedad intelectual). Más curioso aún es que cuando se bucea en la composición del Institute for Policy Innovation se encuentra que uno de sus investigadores (Peter Ferrara, hay que seguir los enlaces internos, no tiene URL propia) ha realizado también trabajos para el Cato Institute, otro think tank muy influyente en posiciones libertarian en los Estados Unidos. El Cato Institute tiene un amplio número de publicaciones sobre los debates acerca de la propiedad intelectual y, aún cuando es partidario de ella, hace una crítica abierta a los defectos y mutaciones del sistema provocadas por las reformas efectuadas por el Congreso. Obvia decir que con la MPAA haciendo de lobby pero, en resumen, no cree que la extensión de la duración del copyright vaya en beneficio de la innovación (posición esencial de la MPAA) o en contra de que las leyes prohiban determinadas tecnologías para proteger modelos de negocio y el copyright. No hace tanto que el informe Hargreaves, encargado por gobierno británico, concluía con rotundidad que la legislación actual, efectivamente, está perjudicando la innovación. El blog de la MPAA hace muy bien en proteger, explicar y argumentar las posiciones de sus socios – algunas de mucho sentido – pero, como todos sabemos, es muy tentador y útil efectuar el tradicional ejercicio de framing para limitar las visiones del problema y llenar los pañuelos de lágrimas con los puestos de trabajo que dicen que se pierden. La cuestión de fondo sobre la guerra de la propiedad intelectual es si son leyes que cumplen sus fines (creatividad, innovación), no la de proteger modelos de negocio (o empleos, para el caso).

¿Es patentable el crowdfunding?

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En realidad, elementos de software y procesos de negocio. En el texto de Paidcontent lo que se cuenta es que Kickstarter, ha demandado a un músico que ha obtenido una patente para su propia plataforma de cocreación y que reclama a Kickstarter que la licencie. El músico dice tener buenas intenciones y argumenta que las microdonaciones no son otra cosa que fomentar limosnas (¡!). Mientras, Kickstarter cree que son cosas impatentables de acuerdo con la ley. A ver qué sucede. Pero lo que debiera interesarnos es cómo el enorme entramado de la “propiedad” intelectual acarrea inmensos costes en demandas, localización de titulares de derechos, sobreprecios (por ésta y otras circunstancias) y que todo esto conduce a dificultar la innovación y, por supuesto, la competencia: ¿cuánto tiene que pagar en costes legales una nueva compañía, siempre ávida de dinero para crecer, para evitar morir ahogada por reclamaciones absurdas y costes de abogados? Es decir, es el mero hecho de que alguien pueda realmente patentar – crear un monopolio – sobre estas cosas lo que muestra la torpeza y el vicio de un sistema que tiene verdaderos problemas para demostrar que, efectivamente, impulse la innovación y la creación. Una vez más, pensar en términos de descargas (y el número de David Bravo en San Sebastián, dicho con todo el afecto que le tengo, me parece que no ha contribuido a pensar de otra manera) sólo conduce a señalar con el dedo un síntoma y no el problema verdadero. Para los defensores de una reforma profunda (es decir, no para los consumidores que sólo piensan en ver gratis por el mero hecho de la gratuidad), una vez que los nuevos sistemas de distribución estén consolidados en los nuevos jardines cerrados que se van activando por doquier, va a ser difícil encontrar una movilización del público.

Pirata, que te quiero pirata

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Verde que te quiero verde. La política europea se vió conmocionada en los años ochenta por el ecologismo político. Mezclado con el pacifismo y la reacción a la guerra fría, los éxitos electorales pasados no han logrado una presencia permanente ni mayoritaria del ecologismo en los parlamentos europeos, pero desde entonces no hay partido político, actuación administrativa o elementos del discurso dominante de la opinión pública que no se tiña de verde como elemento de legitimidad. La entrada del Partido Pirata alemán en el parlamento de Berlín, extensa y sonada, es explicada parcialmente por Hollywood Reporter por la reducción de las reclamaciones entorno a la reforma del copyright y el posicionamiento en favor de “la democracia y la transparencia”. La lectura se puede hacer en negativo: la corrupción del sistema y el oscurantismo con el que se toman las decisiones. Algunos amigos en posiciones ejecutivas en la industria suelen preguntarme ante mis argumentaciones sobre los problemas del copyright (muchas veces aceptando la realidad de la cuestión) ¿y, entonces, qué se hace?. He argumentado muchas veces que hace falta otra clase de debate social liderada especialmente por los creadores centrada en los incentivos a la creación y no en las malditas descargas para después construir nuevos marcos legales. Sin soluciones mágicas. Y que el punto de partida empieza por efectuar concesiones reales para reducir los desequilibrios con la sociedad: en esencia, lo que se percibe alrededor del copyright es la actuación monopolística y la inevitable sensación de corrupción política y deterioro de la democracia que rodea la actuación de los lobbys de derechos. Nuestra ministra se despide sin asomo de autocrítica (tampoco puede pedírsele, siendo justos), pero ya es llamativo que después de tantos meses desde la sentencia del canon aquí no haya una solución ni una propuesta de revisión: es difícil creer que esto va en favor del público. Es complejo ganar legitimidad frente a la sociedad para asumir cualquier restricción (por ejemplo, a las descargas) en un clima que parece de cartas marcadas. En España nunca ha ganado un partido ecologista, pero todos son ecológicos de salón si hace falta. Y transparencia y democracia parecen ser griales del 15-M, un presunto movimiento que, por otro lado, no parece enterarse de casi nada verdaderamente trascendente (ya pueden fusilarme). La tendencia pro gobierno abierto pide la liberación de los datos gubernamentales y crece en el discurso político: lo que produce una tele pública son datos, que nadie se engañe, y ahí hay un buen espacio para empezar otra política de derechos. Un montón de parlamentos autonómicos y ayuntamientos encontraron en la oposición al canon un elementos de conexión con la población. Piratas, que son unos piratas.

Mientras se perpetraba la #tablasinde…

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Pues estaba comiendo esta mañana con David Bravo cuando me explica el experimento que ha resultado en lo que se ha conocido como #tablasinde. Eso ocurría mientras yo le decía que, por el contrario, le iba a prometer a alguien del público que le pagaría una cerveza si levantaba la mano cada vez que yo dijera Ley Sinde. Nos hemos reído.  En fin: uno pretendía introducir variables de reflexión más amplias que las descargas para mirar el conjunto de la cuestión propiedad intelectual desde una forma más elevada y plantear lo que suelo plantear: que es necesario un debate social diferente y que, vaya por dios, la cuestión de las descargas lo contamina. Es obvio que todos ustedes saben ya que no he tenido éxito. Conviene precisar algo: se ha planteado por la prensa y la red la sensación de que esto era como una especie de humillación porque se ha hecho delante de la industria del cine. Debe decirse, igualmente y por respeto a la verdad que, aunque aquí nos trae la organización del Festival de San Sebastián, el festival empieza mañana. Y sí, había cineastas, pero casi todos ellos jóvenes y cercanos al mundo online, no quienes en sus sueños más húmedos se puede imaginar la marea de indignados. ¿Que qué opino? Pues qué va a ser, una bella e inteligente demostración de cómo funciona la red suficiente para sugerir que hace falta otra conducción pública (y, seguramente, mediática) de esta cuestión.

 

Puzzled

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Ofrece esta interesante información sobre los trabajos de la ESCAC en Barcelona un par de sugestivos detalles: el largometraje fin de curso de sus alumnos – Puzzled in love – se ha producido con solo 12.000 euros y los derechos musicales empleados han supuesto el gasto de 80.000 más. Dos cuestiones a tener en cuenta: en los costes de producción no se han computado con toda seguridad las horas hombre de los alumnos ni los medios que haya aportado la escuela. Además, como toda información periodística, puede estar carente de todos los elementos y contextos. Pero, con todo, sí parece suficiente para ilustrar algunas cuestiones sobre los costes de la propiedad intelectual: si la entendemos como un mecanismo de fomento de la creatividad, es bastante razonable pensar que esta proporción de costes para un proyecto teóricamente experimental, puramente artístico y, sin embargo (el azar de los contenidos), de sorprendentes posibilidades económicas para su inversión, no parece razonable. Esta imposición de costes, especialmente para la creatividad en las fronteras del comercio y en el espacio de las minorías, es uno de las críticas clásicas al vigente modelo de derechos. En las páginas de Larry Lessig y otros autores hay buena cuenta de ello. Envueltos siempre en los debates sobre descargas, el uso y acceso a la tradición y su transformación para crear nuevas obras (es decir, la pura idea de autoría) queda fuera del debate.

El Informe Hargreaves está aquí y avisa de lo que sospechábamos

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Estoy falto de tiempo para una lectura atenta de las más de cien páginas y me quedo con lo enunciado en la introducción (este fin de semana trataré de hacer la lectura larga). Antes, recordar que fue David Cameron quien, tras su victoria electoral y visto el debate social, encarga el informe, en una prueba de una muy superior calidad del debate en las Islas al nuestro. Superior calidad de debate que queda patente en la pregunta del Primer Ministro al ponente: ¿Podría ser cierto que las leyes diseñadas hace más de tres siglos con el propósito expreso de crear incentivos económicos para la innovación y proteger los derechos de los creadores están hoy obstruyendo la innovación y el crecimiento económico?. Atención, amigos e ideólogos en las revueltas antisinde, ésta es la cuestión, muy por encima de cuestiones de derechos humanos y la descarga ubicua. Quédense tranquilos, la respuesta, como viene anunciando la investigación académica desde hace tiempo es rotunda: . Amigos y compañeros de la industria: ¿esto es todo?. No, es peor y mejor. Es peor porque se habla en definitiva de menos propiedad intelectual y se deja poco bien la labor de los lobbies de las industrias culturales. ¿En qué es mejor? Pues que se reconoce que “esto no quiere decir, sin embargo, que debamos poner industrias creativas enormemente importantes en riesgo“. Sobre lo que es “riesgo” podemos debatir mucho, pero por hacer la historia corta, esta tesis es la que aceptamos personas que hemos llegado a la conclusión intelectual de que el devolucionismo (la progresiva reducción de derechos y la ampliación progresiva de los espacios de dominio público) es no solo la mejor solución, sino la más equitativa: en un mundo repleto de propiedad intelectual el paso súbito a otro sin ella o con muchísimo menos de ella no es ni simple, ni justo, ni enteramente bueno. Discutir cómo se hace esto es, verdaderamente, harina de otro costal. La de Hargreaves es, también, una mirada anglosajona y debe tenerse en cuenta: los problemas del sur son seguramente más acuciantes no en pérdida de derechos, sino en necesidad de acceso a ideas y mercados. De ahí que yo crea que la oportunidad para la industria local consiste en subirse a la ola de este cambio para encontrar más espacio de mercado en vez de seguir la lógica de quien se lo cierra.

 

 

Léase despacio la opción holandesa: no es sólo retirar el canon

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Está dando vueltas, muchas vueltas, una información que al parecer parte de la Asociación de Internautas (AI) y que luego ha recogido El Economista en la que esencialmente se titula que Holanda suprime el canon. Lo que, de momento, no es cierto. La AI tiene el detalle de enlazar la fuente original, y podemos encontrar muchas cosas interesantes. Lo primero, es que estamos ante una propuesta (gubernamental, eso sí, y eso es muy importante) de reforma de las leyes de copyright, no de una simple supresión del canon. Telegráficamente: la razón de la reforma es el estímulo de la creatividad y la innovación, verdadero propósito de la legislación de copyright (algo que, permítanme, se saluda como una fiesta por algunos comentaristas, cuando ese es el debate real desde hace tiempo, no las descarguitas ni el canon); no se suprime en absoluto el copyright sino que se pretende hacer cumplir, curiosamente haciendo ilegal la descarga, pero no punible; sí, se desea suprimir la compensación por copia privada por obsoleta – en dispositivos y conexiones – y a cambio de no incluir DRM sobrecargar el precio de la copia; los creadores podrían exigir de los productores la distribución digital; se amplía el fair use; se pueden cerrar sitios con contenido ilegal; más transparencia de las sociedades de gestión; facilitar la licencia europea. Lo interesante es que, frente al caso español, lo que se explora es un equilibrio diferente porque “el desarrollo actual de la sociedad exige tomar decisiones sobre la política de copyright”. Está lejos de otras propuestas, pero al menos aspira a reducir el ámbito de protección al tiempo que se pretende hacer cumplir el que exista sin criminalizar y centrándose en la función real del privilegio (es un privilegio) que es la propiedad intelectual.

Por qué la tesis del equilibrio es poco creíble o, simplemente, incorrecta e injusta

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Es frecuente escuchar a la máxima responsable gubernamental de la cultura oficial de este país que es necesario establecer un equilibrio entre los derechos de los autores y los derechos de los internautas. Es difícil oponerse a una frase así porque, de hecho, es la intención original de la legislación del copyright: conceder un privilegio temporal para estimular la creación cuyo fin último es el mejoramiento de la sociedad en su conjunto por su libre circulación. Mientras la cuestión del canon no se resuelve a pesar del desastre judicial, mientras se incrementan por doquier los controles a la red, el próximo paso de las grabaciones de los grandes éxitos musicales de los años sesenta al dominio público desencadena una nueva ofensiva para extender los derechos de las grabaciones: es decir, el equilibrio se rompe siempre por el mismo lado, el de la sociedad: “El uno de enero de este año (2011), las obras de Paul Klee […] y de F. Scott Fitzgerald […] pasaron al dominio público – setenta años post mortem auctoris. Aún cuando las obras de Klee y Fitzgerald indudablemente tienen todavía un enorme valor de mercado, ningún lobby ni gobierno se ha levantado para argumentar la extensión de sus derechos”. La cuestión de las descargas que tanto aterroriza debe verse (también por muchos internautas que no acaban de entender sobre lo que protestan) en un marco de creación de equilibrios nuevos y no proponiendo un desequilibrio permanente. Si los derechos siempre se extienden hurtándose del dominio público se produce una apropiación de facto del conocimiento. Ruego que, en ese caso, no me hagan proselitismo pidiendo que los respete.

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Bamboom y los costes de la disrupción tecnológica

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Bamboom es una startup que recibe cuatro millones y medio de dólares como capital semilla. Semejante cantidad con el calificativo semilla palidece cualquier comparación con emprendedores locales, aunque nos dicen que también con los del valle del silicio. La gracia reside en que esos cuatro millones y medio contienen el dinero suficiente para soportar los costes legales de las demandas que esperan: Bamboom hace una cosa muy curiosa pero cuyo fin no es nuevo. Lo curioso es que sitúa unas minúsculas antenas que reciben señal broadcast, las transforman en html y te permiten recibirlas en tu sistema de televisor conectado con capacidad para grabar y ver bajo demanda por diez míseros dólares al mes. Lo que no es nuevo es que resulta ser una especie de mezcla entre Zattoo y SlingMedia más el nPVR de Cablevision; tomar las señales de otro – gratuitas para todos o pagadas con tu cuota – y hacer posible eso que llamamos unbundling, y que es desmontar la oferta comercial de un proveedor clásico (antes los elepés, ahora la televisión lineal) y servir(te)la en unidades sueltas. Los conflictos legales alrededor de las señales del broadcast y el uso por operadores de cable son un clásico en la historia del mundo audiovisual, generalmente y con ciertas limitaciones y compensaciones se han resuelto por la idea de que se emiten en favor del público y, si no se hace nada más, pues… en favor del público. Pero la reflexión es un sistema de propiedad que genera esta barbaridad de costes legales para poder sostener en marcha una innovación y no correr el riesgo de morir ante la primera demanda.

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