En Blog de Cine se muestran inquietos: en jolibú van a producir una película entera sin siquiera rodar una sola secuencia. Estrenarán una nueva vida de Jesucristo con la particularidad de que se trata de escenas y descartes de una miniserie que se llamó La Biblia y que debió emitir aquí Antena3. Mi amigo Felipe G. Gil suele decir que él lo que quiere es remezclar a Godard, pero la visión de Blog de Cine es mucho más tenebrosa: “a mí me parece una idea demencial únicamente justificable desde el punto de vista económico, y sé que éste es esencial en Hollywood, pero todo debería tener unos límites y éste es un buen ejemplo de lo que no debería hacerse”. Ciertamente, desde la mirada artística suena a priori a un producto inferior, ¿pero por qué es demencial proponérselo y hasta hacerlo? ¿por qué no puede resultar mejor que el original o, simplemente, darnos un producto nuevo y diferente? Las económicas son excelentes razones para reutilizar materiales y no debiera existir ningún prejuicio por ello, pero las artísticas y/o narrativas también lo son. Además, son un signo de los tiempos y una lógica coherente con los medios técnicos disponibles. Y debieran ser precisamente los defensores de la narrativa audiovisual como expresión cultural los que más empujaran la idea de que no hay nada terminado y que el mismo material puede contar varias historias diferentes. En cierta forma, la resistencia emocional a que se aproveche este contenido de esta forma parecería sostener la visión sagrada del cine del siglo XX como formato cúlmen de la cultura audiovisual. A mi me parece que la realidad lo ha desbordado.
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No hablamos de montaje, sino de libros. Joaquín Rodríguez hace una reflexión sobre cuál es el futuro de la edición en el siglo XXI. Podría haber puesto cultura o producción cultural. Léanlo: ¿vale para el audiovisual? No digan cine, que eso es un artefacto del siglo XX. Provocado porque que esta mañana retomábamos la cuestión de la remezcla, siento que la sofisticación de las nuevas realidades de la creación es uno de los temas más alejados del debate público y del debate no tan público que tenemos en la era del desquiciamiento digital de las películas. Todo ello dicho con permiso de Zemos y Embed.
Tengo guardada desde hace varios días esta cita que seguro merecerá la atención de Felipe y Pedro. Dice Nina Jacobson, que fue capitoste de Disney: “Hacíamos juguetes a partir de nuestras películas, ahora hacemos las películas a partir de juguetes”. Y añade: “Solíamos ser generadores de propiedad inelectual, no recicladores de propiedad intelectual”. La mirada pretende poner el dedo en la considerada como crisis de creatividad de Hollywood, preocupadísima por el riesgo enorme de jugarse el dinero con una película (desde luego, el enorme riesgo actual de jugársela sólo a una película). Por tanto, es una mirada triste. Una mirada más cultural, podría decir que no hay nada malo en hacer los flujos a la inversa y reconocer que todo es remezcla permanente. Y que las claves de hacer rentable un negocio son diferentes de la mera creación cultural. Lo que nos lleva al problema: si la cultura es recreación, los límites de la propiedad ponen límites a la creación. Y no era eso lo previsto. ¿Tendrán razón los hackers, “Los buenos programadores saben qué escribir. Los mejores, qué reescribir (y reutilizar)? Mientras, George Lucas ya tiene listo el reciclado de la Guerra de las Galaxias en 3D.
Afiches del auge y declive de la transformación digital
Comentarios desactivados en Afiches del auge y declive de la transformación digitalGirl Talk, el máximo exponente de la remezcla como materia prima de la creatividad de la era digital contesta a las preguntas del New York Times: se siente halagado de ser robado cuando el entrevistador le interroga por sus sensaciones al ver que la gente baja su música sin pagar. Al mismo tiempo, explica cómo los artistas musicales de hoy se encuentran acostumbrados a que el público haga y rehaga a partir de sus creaciones. En la otra orilla del periódico neoyorquino, David Pogue glosa una pieza de cómo están muriendo los sonidos de la era analógica: desde la señal de ocupado de los teléfonos, el ruido de las cajas registradoras… muchos menores de veinte años ignoran qué significan esos sonidos.