La Nueva Industria Audiovisual

Por qué obligan a la BBC a transformar su modelo de gestión online para cumplir sus objetivos de servicio público

«La Dirección de la BBC tiene que demostrar con más claridad de qué forma sus servicios online aportan valor público al tiempo que toma en consideración su potencial impacto negativo en el mercado. Los ciudadanos que pagan licencia de televisión necesitan asegurarse de que la BBC gasta su dinero de modo efectivo en contenidos diferenciados, de alta calidad, que promuevan los propósitos del servicio público y que no tiene un impacto negativo indebido en el mercado. Vamos, por tanto, a solicitar a la Dirección de la BBC que desarrolle un sistema que permita evaluar la oferta online que tome en consideración a) el valor público de la oferta: su contribución a los fines públicos en función de su alcance, calidad, impacto y coste b) su diferenciación y c) el potencial impacto en el mercado»


¿Cómo puede simultanearse una evaluación elogiosa y deslumbrante acerca de la apreciación que tanto el cuerpo de gobierno de la BBC como el público en general tiene de los servicios online de la BBC con una reprimenda en toda regla que conduce a una revisión profunda del servicio y de sus prácticas de gestión?

La respuesta está en la extensísima inspección (review) que la autoridad que tutela el servicio público de la BBC ha realizado a sus servicios en internet y que comentamos hace pocas fechas por su reflejo en la prensa británica. Su lectura (hay versión .pdf) me parece un ejercicio obligado para cualquier gestor de televisión pública (puede que para los no públicos también) y para los políticos electos y no electos que han de supervisar lo que sucede con las televisiones pagadas con impuestos, no únicamente con los servicios online sino con sus prestaciones tradicionales.

Las razón para hacerlo es doble: en primer lugar, por la operativa de supervisión que se extrae del análisis, el rigor, la calidad de los recursos de investigación, la ponderación de factores y la presencia de todas las partes interesadas, muy especialmente el haber aprovechado las posibilidades de internet para recibir contribuciones de todos a quienes concierne. En segundo lugar, por el esfuerzo en precisar en qué consiste y dónde residen los factores que diferencian lo público de lo privado, con la derivada en el esfuerzo por demostrar que el dinero gastado está bien gastado y, especialmente, correctamente contabilizado y supervisado: no puede gastarse más de lo que está aprobado. Siendo el diferencial de gasto descubierto tan importante – un exceso del 48% de lo aprobado hasta alcanzar los ¡140! millones de euros – y producto especialmente por sistemas de asignación de costes incompletos, es normal que el organismo regulador decida detener las nuevas inversiones hasta que los gestores de la BBC proporcionen un nuevo marco que responda a cuestiones que luego comentaremos.

Las quejas del sector privado provienen no tanto de la competencia actual que ejerce la BBC sino de la barrera de entrada que produce su presencia abrumadora: la inmensa inversión de la que estamos hablando – aunque sólo es el 3% del presupuesto del organismo británico – pone complicado el que, en una internet que cambia a toda velocidad, inversores privados se vean incentivados a crear servicios que podrían proporcionar por no ser tan específicos del sector público. Hay críticas a algunos aspectos de la concepción de los sites, desde la navegabilidad, las formas de medir (el tiempo de presencia del usuario no se considera relevante y la explicación es consistente) a la correcta generalización de la presencia de enlaces al exterior, haciendo a la BBC más neutral y más indexadora de recursos externos. Pero simultáneamente, se reconoce una altísima calidad de desempeño y satisfacción de los usuarios con los servicios: ¿la prueba de que una buena ejecución profesional de los servicios audiovisuales no implica el cumplimiento de los objetivos de lo público?.

En un proceso que podríamos retraer a la famosa tecnoestructura del economista norteamericano John Kenneth Galbraith, las organizaciones están más en manos de sus ejecutivos y su estructura burocrática que de sus verdaderos propietarios, sean estos accionistas de empresas privadas o, como en el caso de los servicios públicos, de los ciudadanos y puede que de sus representantes. ¿Sucede lo que sucede en la BBC por la diferencia de ambiciones profesionales de los ejecutivos que trabajan en ella con las prioridades públicas? El poder financiero y organizativo de estas corporaciones públicas hace tentador competir y expandirse, aún con toda la calidad del mundo, sin tener en cuenta el efecto expulsión de las iniciativas de la sociedad civil. ¿Puede sucederle esto a nuestra televisión española? La directora de medios interactivos de RTVE declaró recientemente cómo el referente que sigue y persigue la televisión española en la red era la mismísima BBC. Personalmente opino y he señalado que existe una cierta confusión de prioridades que se demostraría a través del caso Chikilicuatre: el argumento de ser vistos (es decir, no dejar de ser vistos) en una pelea por el liderazgo resultaría en que lo que se ofrece es algo que el sector privado resuelve perfectamente incumpliendo lo que, en el mandato que tiene la BBC, se define como su disctintiveness: un concepto confuso y poco definido – como admiten ellos – pero que se refiere tanto a un tratamiento diferenciado de los contenidos como a su singularidad. Si no hay esa diferenciación (traducción que creo incompleta pero que emplearé por comodidad) no puede darse el servicio público.

A resolver esa ambigüedad y a insistir en la necesidad del control financiero con una adecuada asignación de costes, dedican una buena parte de su espacio los supervisores de la BBC, con una solución, en mi opinión, no demasiado precisa y con un alto potencial de contradicción. Lo mejor: que intentan encontrar una línea para lo público y lo privado en los servicios multimedia (¿también los convencioanles?). Quizá sea esa la gran lección. ¿Cómo es la solución? La diferenciación se obtendría, entonces, por:

  1. Los valores editoriales de la BBC (rigor, independencia, imparcialidad, buen gusto y decencia).
  2. La no comercialidad [non-commercial] (en el caso de algunos géneros, como los infantiles o las noticias hay un valor especial en no financiarse con publicidad ni subscripciones)
  3. Hecho en, y para, el Reino Unido.
  4. Una conexión clara con las marcas de los programas de radio y televisión.
  5. El nivel de ambición creativa y editorial (formalidad de los propósitos, amplitud o profundidad en la materia tratada).
  6. Enfoques originales y novedosos.

¿Cómo evaluar todas esas cosas? La autoridad de gobierno de la BBC, por la estructura del informe, recurre a la consulta de la percepción de los usuarios y la opinión de los otros interesados (stakeholders) en el devenir de la televisión pública. En España, la opinión publicada se ha deshecho en desesperaciones sobre el buen gusto asociado a Chikilicuatre. Pero decir que es lo que es decente o de buen gusto es resbaladizo como demuestran los tribunales en las demandas de libertad de expresión de modo constante. Así que parece un criterio difícil de racionalizar. Por no hablar de lo que es rigor, formalidad (seriousness) de las ambiciones creativas, etc. etc. Solamente tres criterios parecen gestionables: la no comercialidad, la conexión con las marcas del lado convencional y la producción local orientada al mercado local (chocante: todos amamos los documentales de la casa británica). Sin embargo, se corre el riesgo de no ser visto si uno se centra en lo minoritario (el otro nombre para lo no comercial: si es comercial, tiene financiación publicitaria o de subscripción).

Las preguntas pueden tomar el camino, quizá, de si no estamos llegando tarde a crear servicios de comunicación públicos a la BBC, con su leyenda y su realidad, con el respeto local e internacional conseguidos, cuando en la era actual de internet casi todas las cosas que pueden realizarse las puede proporcionar la sociedad civil, y que ya están provocando el choque de objetivos la casa británica con su entorno inmediato. ¿Solución? De momento, los supervisores de la BBC se inclinan por dos grandes acciones: crear anexos específicos a lo que en España llamaríamos contrato marco de los servicios online para detallar lo que debe hacerse en cada una de las seis áreas en las que se debe dar servicios (de noticias a educación), aún a riesgo de perder cierta concepción global del servicio, y el desarrollo de los sistemas de control interno para que la asignación de recursos sea clara, nítida y accesible a todo el mundo, además de no crear distorsiones con los operadores privados.

En definitiva, encontrar el papel de lo público en los medios de comunicación digitales es una asignatura pendiente de evaluación adecuada, paso previo para darle nota.