¿Y si los consumidores de televisión no hubieran cambiado tanto? Lecciones de Paco Martínez Soria
Dicen muy serios en el telediario que el centro de Madrid se encuentra repleto de paseantes y compradores: es navidad. Puedo jurar que es así todos los años y que éste, crisis mediante, no va a ser menos: caminar, pasear, comprar tu pan, se vuelve una tarea molesta. Deducirán que vivo cerca y que me he encerrado en casa con mi calefacción recién reparada y que soy pasto de tele a la tradicional manera si no tengo una serie a mano.
Me quedo retenido sin ningún tipo de pudor viendo una película de Cine de Barrio, Se Armó el Belén. Paco Martínez Soria hace una interpretación memorable de un cura antigüito (son tiempos posconciliares en la España del 69) que consigue que sus feligreses vuelvan a misa ante la perspectiva de que la televisión española de entonces (la misma TVE, pero con un sólo canal y sin competencia) retransmita un belén viviente. Lo interesante para nuestra nueva industria audiovisual es que la historia contiene elementos y diálogos que resultan de una modernidad sorprendente.
Me refiero a la televisión claro está. Veamos unas perlas. Cuando al cura le ponen una televisión y pregunta que para qué, los parroquianos le dicen muy ufanos: «para ver el fútbol y el telediario, y Cesta y Puntos, y las bailarinas de los sábados». Miremos las audiencias semanales, las guerras entre empresas por los derechos del fútbol, recordemos a las Mama Chicho y cambiemos esas bailarinas por La Noria la noche de los sábados y preguntémonos qué ha cambiado del consumo. La oferta, en cambio, ha sido sideral.
Mientras nos asombramos de que haya tanta gente queriendo salir en Gran Hermano (¡y viéndolo!) y lo atribuimos a un ansia de participación y notoriedad que tantas veces calificamos de insano, ya el cura advierte a los que dudan de su éxito de una verdad inmutable: «por salir en la televisión, aunque sólo sea por hacer con la mano así [y la mueve], la gente se muere». Era enternecedor ver cómo se apuntan los vecinos para actuar en el belén viviente y rememorar sin desmerecer a los cástings de Operación Triunfo. El colmo es, al terminar, que veo en Telecinco cómo se dirigen en las noticias a un barrio de Córdoba que en vez de belén viviente cantan unos villancicos que arrancan en el preciso instante en que se produce la entrada en directo. Juro que no notaba diferencia.
Muy interesante el artículo 🙂 parece que las cosas han cambiado pero no, además que le tengo especial aprecio a este gran actor y ahora va y resulta que vivo a unos 15 km. de su ciudad de nacimiento (fui y vi una estatua en su honor). «Don erre que erre» es mítica («que no son sus sino que son mis»).
Hace poco leía revistas de informática del año 2002 y te aseguro que la mayoría de temas están todavía de actualidad. Pero sorprende más que algo de hace tantos años sea asimilable a la actualidad y más tal y como ha evolucionado la TV en los últimos años.
La introducción ambiental «justificando» el por qué has visto cine de barrio es genial jaja.
🙂 ya digo que no me avergüenzo, no tengo prejuicios ante los contenidos ni pasa nada por ver contenidos populares. Lo que sucede es que puede que sí, que haya buscado un contexto que era real, tarde de sábado tirado ignorando todo (con el ordenata en las rodillas, eso sí), para envolver por qué estaba viendo algo que no encaja con mi patrón de consumo. De hecho, lo pillé empezado después de arroz y siesta.
Además, hay cine de este tipo que está muy divilipendiado por causas ideológicas y estéticas. Que son respetables, pero que no puedn ignorar que JL Saenz de Heredia era un buen director de cine y buen guionista de comedia: la peli estaba narrada que ya quisieran muchos y era entretenida sin mal gusto. Tenía el valor cultural (voy a decirlo, porque lo tiene) que reprsentaba una antropología de la época que ahora vemos muy bien reflejada en Cuéntame, junto con unos planos de barriadas de madrid en los ultimos sesenta, que no tienen precio para ver cómo han cambiado las cosas.
Ahora eso, sí, la película tiene una vocación por lo políticamente correcto y una posición ideológica cercana al poder vigente clarísima. Pero es que ahora sucede lo mismo en muchísimo cine.