Dos horas con La Comuna: a la búsqueda de un camino propio
Eran tantas y tantas las apariciones de La Comuna en todos los sitios de la red que estaba todo verdaderamente contado, con poco espacio para sorpresas. Así que llegué un tanto atribulado y dándole vueltas a qué conversación tenía sentido con estos muchachos convertidos en Ave Fénix: todos ustedes saben por qué y, aunque me juramenté para no desviar un segundo las palabras a ese pasado que les sobrevuela, un poco sí, sí que estuvo presente. Y eso que la originalidad de mi enfoque, saber qué han aprendido para no volver hacer, conducía sin remedio a tener ese avión planeando sobre la azotea.
Me citan en la calle Blanca de Navarra en un local que se denomina Vaquería Suiza, que debió ser de las antiguas vaquerías con su ganado real y su leche diaria hoy desaparecidas, y que es un local de techos altos, blanquísimo y con un aire que, por el tiempo lluvioso e invernal, me retrotraía a pensar en Amberes, puede que Francia, a una atmósfera de norte de Europa que si hubiera sido con luz de primavera me hubieran hecho pensar en Barcelona: ¿qué caos de percepciones, no es cierto? Así que sumada una cosa con la otra, la disfunción mental/geográfica y el desconcierto personal de orientación, la conversación me salió absolutamente desestructurada. Menos mal que yo aclaro que no pretendo hacer periodismo.
Y es sentándome a escribir, con tres o cuatro semanas de retraso cuando puedo encontrar los grandes temas de lo que La Comuna puede que fuera entonces y que ya puede que no sea. Lo esencial: estamos ante un grupo creativo. No estamos frente a una productora, unos emprededores ávidos de dinero (aunque evidentemente emprendedores son), unos empresarios revolucionarios ni nada por el estilo. Estamos frente a un grupo de artistas y creadores que quieren desarrollar un proyecto de expresión. En este negocio, existe un conflicto inherente entre creatividad y gestión del que se ha desprendido muchísima tinta y que nunca tendrá solución verdadera: sin talento no haces nada, sin el éxito de público que te trae el talento mucho menos, pero sin poner orden en las cuentas y encontrar de dónde sacar el dinero, nos quedamos en experimentación.
Así que la conversación se convirtió en un intercambio especulativo de las cosas que pueden hacer: a falta de plan, que los hechos se conviertan en bola de nieve. Primer activo para La Comuna: no empiezan de cero, existe una comunidad dispuesta a seguirles. Segundo: según confesión propia, alguna empresa interesada en anunciarse ha hecho sus pinitos conversacionales, pero todo queda a la espera de ver por dónde salen. El contenido, claro. Tercero: quieren hacer lo que les apetece, que es un arma de doble filo: te lo pasas bien pero no sabes si le gustará a esa comunidad (bueno, eso nunca se sabe) o si eso es donde la publicidad disponible quiere posar sus garras.
Hay otras posibilidades que me apresto en señalarles: pocas veces se conjunta un grupo multinacional en español con ramificaciones en américa central y del sur, y que ya va siendo hora de ver si se puede construir una audiencia suficientemente significativa con rasgos globales en castellano con un contenido que pueda ser válido e interesante en las dos orillas. Un servidor de ustedes piensa que en la juventud más conectada y más pegada a escuelas y universidades sí que existe un espacio de audiencia posible que pueda encontrar interesante la manera de narrar de unos lados y otros. Algo me hace pensar que el público conectado en español tiene muchísimo más en común entre sí que los no conectados. Algo de eso parece que caerá: Roger Casas marchaba a México con deberes en la cartera.
Lanzo unas cuentas ideas de cómo pueden aprovechar su éxito futuro mientras terminan de componer el contenido que desean: su virtud frente a una productora tradicional es que a) saben construir comunidades y b) dominan el medio de contar video por internet. Que si las cosas salen bien, necesitan que alguien vaya por las agencias de publicidad y por las productoras para poner sus capacidades en servicicio y c) claro, por supuesto, lo que hagan es su tarjeta de visita, añadido claro está a ese currículum de contenidos que ya están en la memoria de la red.
¿Y el punto débil? Pues precisamente ese, su libertad. Al final, si se consolidan o quieren consolidarse, especialmente si lo desean hacer desde un punto de vista empresarial, van a necesitar un liderazgo aceptado y fuerte, unas reglas comunitarias que resuelvan la inevitable coordinación y sistematización de un producto. Pero eso ya se verá. Que lo gocen. Que lo pasen bien. Que inventen. Que el resto vendrá.